Mientras haya ricos y enriquecidos que puedan comprar a otros, y pobres y empobrecidos que se vean en la necesidad de venderse, esta sociedad no habrá cambiado en absoluto pese a las apariencias.
Pese a las apariencias y las buenas palabras de los políticos, y pese a las ecuánimes sentencias de sus jueces; ecuánimes, cuando lo son, pero basadas en leyes y códigos pensados para hacer posible la trampa, el fraude y la desigualdad entre las clases privilegiadas y las clases mendicantes.