El movimiento psicodélico: la década de la paz y el amor (I)

Por Anveger

Los años 60 nos dejaron momentos de enorme relevancia: la crisis de los misiles, las muertes de Kennedy y Marilyn Monroe, el movimiento por los derechos civiles, etc. Sin embargo, desde el punto de vista cultural es difícil discutir el protagonismo del festival de Woodstock en 1969: 500 mil personas disfrutando de la música, bajo los efectos de las drogas, hablando de paz y amor y sin producir un solo altercado por violencia. Fue el culmen de una década de rebeldía, resistencia pasiva, LSD, rock psicodélico y literatura original e innovadora. Por supuesto, lo que ocurrió en Woodstock no fue algo espontáneo, sino curtido a través de dos décadas de contestación.

El telón de fondo

Es necesario hacer un esbozo de la situación político-económica que existía en EE.UU desde mediados de los años 40 hasta finales de los 60.

Tras el crack del 29, que llevó a millones de estadounidenses al paro, y la Segunda Guerra Mundial, que supuso el racionamiento de comida y pérdida de calidad de vida, la economía comenzaba a estabilizarse. Poco a poco, los millones de soldados que regresaban del frente se iban recolocando en otros puestos de trabajo. El PIB volvía a crecer con fuerza y la sociedad estadounidense vivía un momento de opulencia y progreso tecnológico. Por poner un ejemplo, durante los años 50 se vendieron en EE.UU más de seis millones y medio de coches. La mayoría de estadounidenses tenía ahora las necesidades básicas cubiertas, por lo ahora reorientan su interés hacia artículos más prescindibles. Es el comienzo de la era del consumismo y la abundancia.

En cuanto a la política exterior, EE.UU se había consolidado como superpotencia mundial junto a la URSS. De este choque de titanes nació la Guerra Fría, que mantuvo en conflicto político y cultural a ambos países hasta principios de los años 90. En EE.UU, la Guerra Fría llevó a una persecución del comunismo en casa que desató cazas de brujas y restricción de algunas libertades, así como una política exterior decididamente expansiva.

El fantasma de la esclavitud todavía se posaba sobre los EE.UU: había colegios públicos donde se segregaba a niños blancos y negros, en algunos estados no se permitía votar a los negros y se seguían sucediendo episodios de linchamiento contra estos. En respuesta a esta realidad surge el movimiento por los derechos civiles, que durante los años 50 y 60 buscan eliminar las barreras raciales a través de la influencia política y la resistencia pasiva. Poco a poco, el racismo fue cediendo. En 1954, el Tribunal Supremo declaraba inconstitucional la segregación en los colegios públicos, pero la mayor victoria del movimiento llegó en 1964 con la Civil Rights Act, que ponía fin a la segregación en las escuelas públicas y hacía cumplir el derecho al voto de todos los ciudadanos, sin importar su color de piel.

En muchos estados, había fuentes públicas para blancos y fuentes para negros.

Tras la Guerra de Corea (1950-53) , que daba el pistoletazo de salida al imperialismo de la Guerra Fría, EE.UU se embarcó en 1959 en la Guerra del Vietnam, larga guerra que se prolongó hasta 1975 y dejó en las filas estadounidenses más de 50 mil muertos y 300 mil heridos. Durante los años 60 provocó un movimiento de protesta de origen claramente psicodélico.

Durante los años 60, más de 70 millones de niños nacidos tras la Segunda Guerra Mundial se estaban haciendo adolescentes o adultos jóvenes. Eran los llamados baby-boomers. EE.UU era un país joven, con las energías renovadas y un  buen número de estos jóvenes tenían ganas de cambio, de dejar a un lado la América tradicional y reinventar la música, la literatura y el arte. Es aquí donde cobra fuerza el movimiento psicodélico.

La LSD, fundamento de la psicodelia:

En el año 1938, el químico suizo Albert Hofmann sintetizó la dietilamida del ácido lisérgico (LSD) en los laboratorios de Sandoz mientras estudiaba los derivados del ácido lisérgico para tratar los dolores del parto. La droga permaneció en los cajones de su laboratorio hasta 1943, cuando volvió a trabajar con ella y accidentalmente absorbió una pequeña cantidad a través de los dedos de las manos y su estado de percepción comenzó a cambiar a la media hora. Hofmann señaló que sintió inquietud y un ligero mareo y experimentó un aumento de la capacidad sensorial, con una imaginación fuertemente estimulada. La LSD, como se fue descubriendo con su experimentación, sumerge al tripper en un estado alterado de la conciencia, en el que los colores ganan intensidad, las formas cambian y y el exceso de información funde al ego con el ambiente, logrando un nivel pleno de empatía.

Albert Hoffman

Una droga de tales características no tardó en llamar la atención de científicos, literatos, artistas y hasta de la CIA. En el terreno de la psiquiatría, muchos profesionales emplearon la droga para mejorar sus técnicas terapéuticas. La capacidad de la LSD para hacer aflorar el subconsciente se presentaba como una oportunidad de oro y distintas escuelas de psicología trataron de adaptarla a sus métodos. En psicoterapia  general, el uso de la LSD, en dosis medias y bajas, buscaba mejorar la comunicación entre el paciente y el terapeuta ya que, en el caso de las psicosis, por ejemplo, se prefería que ambos estuviesen al mismo nivel de percepción. La terapia psicodélica, que utilizaba dosis más altas, trataba de producir un cambio brusco en la personalidad para estimular un cambio en el mismo.

En 1959, el psicólogo Timothy Leary inició en Harvard el Harvard Psylocibin Project, una serie de experimentos con psilocibina, mescalina y LSD que trataba de demostrar la utilidad de este tipo de drogas . El éxito de estas prácticas le creó fama en un mundillo alternativo que no paraba de crecer y pronto se convertiría en el mesías de un sector importante del movimiento psicodélico.

A la CIA le interesó la potencialidad que podría tener la LSD a la hora de anular la voluntad. A través del proyecto MKUltra, iniciado a principios de los 50, la CIA llevó a cabo experimentos con el fin de encontrar una droga útil para los interrogatorios, que obligasen al enemigo a revelar la verdad. Las investigaciones se abandonaron en los años 60 porque no se pudieron lograr los objetivos pretendidos.

La generación Beat

Como consecuencia de lo esbozado anteriormente, desde finales de la Segunda Guerra Mundial reinaba el conformismo en diversas esferas de la sociedad. La literatura no era una excepción. El joven ideal era aquel que iba a la universidad, acababa con un empleo de white collar y los únicos vicios que se permitía eran unas cervezas y unos cigarrillos.

Ante tal ambiente nace una nueva generación de escritores que busca romper el orden establecido. Entre sus características podemos destacar el rechazo del materialismo y los valores predominantes unido a la influencia de la filosofía oriental, de corte budista o hindú, la sexualidad alternativa y la experimentación con drogas visionarias como el LSD, el peyote o la marihuana. En el terreno formal, destaca la introducción de nuevos estilos, como, por ejemplo, la técnica cut-up, popularizada en los años 50 por William Burroughs. Ésta consistía en cortar segmentos de un texto y crear a partir de este uno nuevo.

De entre los autores más importantes podemos destacar al poeta Allen Ginsberg, que publicó Howl (Aullido) en 1956, un poema escrito en verso libre y que narra las experiencias de esta generación. El acercamiento que hace a la homosexualidad le valió posteriormente varios juicios por obscenidad. Jack Kerouac editó On the road (En el camino) en 1957, libro que se convertiría en la hoja de ruta del movimiento hippie. Describe viajes con sus amigos recorriendo los Estados Unidos hasta llegar a California, todo con el jazz como telón de fondo. El último de los grandes de la Generación Beat fue William Burroughs y su Naked Lunch (El almuerzo desnudo) de 1959. Con marcada obscenidad, narra la miserable vida de los yonkies enganchados al opio y la heroína. Burroughs, que fue también adicto a los opiáceos, tuvo que enfrentarse con la censura por esta novela, pero tras su victoria consiguió acabar de una vez por todas con la censura en los EE.UU.

Edición inglesa del On the road de Kerouac

Estos tres escritores se dieron cita en Nueva York y más tarde se trasladaron a San Francisco, excepto Burroughs. El nombre de Beat Generation surge en 1948 en una conversación entre Jack Kerouac y el escritor John Clellon Holmes. La palabra beat significaba entre la comunidad negra de los años 40 “cansado, desanimado”. Años más tarde, en 1952, John Clellon Holmes escribe en un artículo:

“The origins of the word ‘beat’ are obscure, but the meaning is only too clear to most Americans. More than mere weariness, it implies the feeling of having been used, of being raw. It involves a sort of nakedness of mind, and, ultimately, of soul; a feeling of being reduced to the bedrock of consciousness. In short, it means being undramatically pushed up against the wall of oneself. A man is beat whenever he goes for broke and wagers the sum of his resources on a single number; and the young generation has done that continually from early youth.”

“El origen de la palabra beat es oscuro, pero su significado está muy claro para la mayoría de estadounidenses. Más que mero agotamiento, implica la sensación de haber sido utilizado, de estar crudo. Supone una especie de desnudez de la mente, y,  en última instancia, del alma; una sensación de ser reducido a la base de la conciencia. En pocas palabras, significa ser empujado de forma no drástica contra la pared de uno mismo. Un hombre es beat cuando elige arriesgarse y jugarse todos sus recursos a una sola carta; y esta joven generación ha hecho eso continuamente desde su juventud temprana.”

Pero Kerouac más tarde quiso añadirle el matiz de upbeat (animado) y beatific (beatífico). El influjo de esta generación generó el cliché periodístico beatnik, que reunía los elementos más superficiales de la Generación beat. La escritora estadounidense Joyce Johnson describiría así la imagen estereotipada que de este movimiento absorbió la cultura popular:

Beat Generation’ sold books, sold black turtleneck sweaters and bongos, berets and dark glasses, sold a way of life that seemed like dangerous fun—thus to be either condemned or imitated. Suburban couples could have beatnik parties on Saturday nights and drink too much and fondle each other’s wives.

“La Generación beat vendió libros, vendió suéteres negros de cuello alto y bongos, boinas y gafas negras, vendió un estilo de vida que parecía un entretenimiento peligroso – que debía ser o condenado o imitado. Las parejas de las afueras podían celebrar fiestas beatnik el sábado por la noche, beber en exceso y sobar a las esposas de otros.”

Por último, y aunque no tan comúnmente asociado a la Generación Beat, es importante nombrar a Ken Kesey, que se consideraba a sí mismo la conexión entre la Generación Beat y el movimiento hippie. Una de sus obras más famosas, One flew over the cockoo’s nest (Alguien voló sobre el nido del cuco) fue escrita, en parte, bajo los efectos del LSD. En 1964 comandó los Merry Pranksters, que vivían en comunas y recorrían EE.UU en un bus escolar e iban repartiendo LSD.

Bus escolar de los Merry Pranksters.