Porque El muchacho de los cabellos verdes podía haber sido una propuesta muy interesante si su director se hubiera centrado en las consecuencias de la enfermedad en la comunidad en la vive el muchacho. Pero la realidad es que, después de haber perdido la mitad del metraje en la presentación de los personajes, de sus circunstancias y en un par de momentos de cine musical que no encajan bien con el resto, cuando el drama quede planteado, sus posibilidades se diluyan tan torpemente. Para Peter todo sucede demasiado deprisa: se encuentra de pronto con su pelo verde, se desespera, acude a su abuelo y este tampoco sabe que hacer. El médico no se alarma demasiado y lo atribuye a un capricho de la naturaleza. En el colegio sus compañeros son crueles, la profesora intenta ayudarle y al final aquellos Pero en este punto salen a relucir los miedos de la época a una hecatombe nuclear. En una escena bastante ridícula (se supone que es un sueño) los niños huérfanos de la guerra le revelan que él es una especie de elegido para concienciar a la gente de que no deben producirse nuevas guerras. De manera absurda se pasa de una interesante fábula sobre la discriminación del diferente a una aceptación repentina de esa diferencia por parte del marginado, aunque tampoco este nuevo rumbo se mantiene durante mucho tiempo...
Tratándose de una cinta con cierta fama y bajo la responsabilidad de un director como Joseph Losey, esperaba mucho más de esta producción. En algún momento parece - aunque es un poco prematuro para la época en la que fue rodada - que lo que le sucede al muchacho es una especie de metáfora de la condición homosexual, pero al final deriva en una especie de llamada de atención sobre las consecuencias de la guerra fría y las posibilidades de un conflicto nuclear en ciernes. Película muy ingenua, que ha envejecido mal, El muchacho de los cabellos verdes, solo ofrece interés a ratos, aunque su visionado es recomendable por el mero hecho de contemplar una de las primeras obras de Losey.