El Mundial de Ruta, la gran asignatura pendiente de Indurain

Por Rafael @merkabici

Un maillot arcoiris para lucirlo en todas las carreras de la temporada. En el argot ciclista, un Mundial de Ruta. Ese fue el primer sueño de un mocetón navarro llamado Miguel Indurain cuando pasó a profesional. Grande, fuerte, sólido y con cierta punta de velocidad. Ideal para carreras de un día. José Miguel Echávarri, su director entonces, se frotaba las manos a mediados de los 80. Tenía en sus manos al  primer español capaz de conseguir el oro en un Mundial. Vamos a ver qué le deparó la historia.

En los años 80, cuando Indurain se hizo profesional, las clásicas internacionales de un día eran un objetivo inalcanzable para el ciclista español. Falta de preparación, de medios y sobre todo, la continua obsesión por la montaña y las carreras de tres semanas (que hoy día continua). El Mundial era una prueba para rodadores belgas, franceses o italianos, en el que el equipo español, plagado de escaladores y sin velocistas, se conformaba con acabar. Sólo raras excepciones como Luis Ocaña o Juan Fernández se habían salido de la norma.

Indurain era distinto. Más de 1,85 de altura. Fuerte como un toro. Aceptable escalador. Con una potencia descomunal para las subidas cortas y rápido en grupos pequeños. Echavarri, pese a que pensaba en el Tour, también le llevó por el camino de las clásicas del norte. En el 89 séptimo en Lieja y décimo en Flecha Valona. En el 90 tercero en Flecha y triunfo en la Clásica de San Sebastián, donde además fue el primer español en conseguir una victoria en la extinta Copa del Mundo.

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El proyecto de Indurain ‘Campeón del Mundo’ funcionaba, pero ya había dejado ver sus credenciales en dos etapas de montaña del Tour. Un caramelo demasiado dulce para el equipo de Echavarri y que acabaría siendo el objetivo real para 1991. Antes quedaba el Mundial de 1990 en el que acabaría en el puesto duodécimo.

Todo cambió en 1991. Aquella famosa escapada camino de Val Louron junto a Chiapucci le vistió de amarillo en el Tour y ya no se despojaría de aquel maillot hasta París. En el ciclismo actual habría renunciado a disputar el Mundial, pero en aquellos años era a finales de agosto y la forma del Tour valía para vestirse de arcoiris.

MUNDIAL STUTTGART 1991
La UCI habría preparado un recorrido clásico para el Mundial. Más de 200 kilómetros sobre un circuito de 16 con un repecho duro a falta de ocho kilómetros para meta. Por primera vez en muchos años la selección española  mantuvo el control de la carrera durante las primeras vueltas. Sólo Chiapucci y Lelli escaparon al control, pero a falta de dos para el final  ya estaban reintegrados al grupo de cabeza, que era solo de 40 unidades.

En la penúltima Vuelta sólo Pedro Delgado estaba al lado de Indurain y la táctica de carrera fue lanzarlo por delante. Su fuga sirvió para que Indurain pudiese guardar fuerzas en el pelotón y elegir las ruedas a las que saltar. La primera fue la de Bugno, que saltó justo en el momento en que Perico fue atrapado. Indurain, efectivo, salió sin problemas a por él.

En la última vuelta. Fondriest y Madiot mantenían unos segundos de ventaja. Detrás, Indurain rodeado de italianos. Cassani, Chiapucci, Bugno. En cuanto los atrapan, ya en la subida, es Bugno el que lo vuelve a intentar. Responden Rooks, Mejía e Indurain, que prolonga el ataque en los últimos 200 metros de ascensión y el inicio de la bajada.

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Los cuatro se organizan. Poca distancia y buenas piernas. Se jugarán la medalla. La clave, a uno de meta. Mejía, el más lento del grupo, lo intenta. Responde Bugno, Indurain duda y Rooks se queda reservón a rueda. Es el navarro el que tiene que cerrar un hueco de 100 metros y se deja gran parte de sus opciones. A 400 metros vuelve a lanzarse Mejía, pero es Bugno el que le supera sin problemas. El italiano acelera y ve como un agotado Indurain no puede llegar a su altura. Tampoco habrá plata. Rooks acoplado a su rueda, le sobrepasa en meta.

MUNDIAL OSLO 1993
Segundo Tour consecutivo y esta vez en Mundial en casa. Benidorm, 1992, mes de septiembre. Parecía todo predipuesto para el oro de Miguel, pero ni Finestrat, puerto clave del recorrido, se hizo tan duro como se pensaba, ni el navarro tenía sus mejores piernas. A la meta llegaron juntos más de 20 ciclistas, demasiados para que Indurain destacase en el sprint.

El Mundial de Oslo, en 1993, llega después del segundo doblete de Indurain en Giro y Tour. La selección se vuelca con él. Un equipo entero para él que trabaja en las primeras vueltas para cerrar escapadas en un día casi invernal en Oslo, con frío y agua, las dos armas anti-Indurain. Pese al buen trabajo de la selección debe responder personalmente a un ataque de Rijs y Chiapucci en la penúltima vuelta.

Sin embargo todo parece controlado en el último giro. Lauritzsen y Maasen en cabeza, con el grupo de Indurain y una decena de ciclistas más a sólo ocho segundos. Uno de ellos es Lance Armstrong, que escapa del grupo en el inicio de la única subida del circuito. Rué es el único que le hace caso, pero es incapaz de seguir la rueda del americano. Indurain toma el protagonismo entre los perseguidores y atrapa a todos los que había entre él y Armstrong.

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Forma un grupo con Musseuw, Tchmil, Rué, Fondriest, Ludwig, Maasen, Chiapucci, Rijs, Lauritzsen..., pero nadie se decide a pasar al relevo. La velocidad de Musseuw y Ludwig impide que se pongan de acuerdo y dejan en bandeja el triunfo de Armstrong. El sprint por detrás, deslabazado, se lo lleva Indurain en la mejor volatta de su vida. Solo una plata como premio.

DUITAMA 1995
Indurain dedica el mes de agosto de 1994 a preparar el Récord de la Hora y renuncia al Mundial de Agrigento. Al año siguiente, en el 95, el Mundial se retrasa a octubre por la primera edición de La Vuelta en septiembre y el navarro se refugia en Colorado con Santi Blanco y Chava Jiménez para preparar el Mundial.

Recorrido excelso, duro y en la altitud de Colombia. Los clasicómanos renuncian a asistir y queda un Mundial para escaladores. Días antes Indurain suma el oro en contrarreloj, un Mundial que había vuelto a disputarse en 1994 tras años de ausencia. Un buen aperitivo, pero insuficiente para él.

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Esta vez la selección ha diseñado una táctica que ejecuta a la perfección. Todos controlando, con escaladores como Chava Jiménez o Escartín. En la subida de la penúltima vuelta arranca Miguel y pincha la rueda. Le sigue Konychev, un ruso todoterreno. Parece el ataque bueno pero Pantani, quizás el mejor escalador de todos, se encarga de abortarlo. Justo en ese momento demarra Olano. Nadie mira su rueda. El guipuzcoano pasa con 20 segundos de ventaja por la meta cuando suena la campana de la última vuelta.

Entonces empiezan las tácticas. Por detrás Indurain junto al Chava. Pantani, Virenque y Richard como escaladores. Los colombianos Rincón y Ochoa que jugaban en casa además del suizo Gianetti y el ruso Konychev. Por detrás engancha Casagrande, que se encarga de lanzar el grupo para Pantani.

Comienza la subida y es Gianetti el que lo prueba. Sale Pantani e Indurain engancha sin problemas con Virenque y Richard a su rueda. Nadie se mueve mientras Olano va acumulando segundos. Sólo Gianetti vuelve a saltar en la bajada. Miguel sigue a su rueda y Pantani consigue atraparlos. Mientras que Olano levanta los brazos con la rueda pinchada Indurain bate a sus rivales en el sprint de meta. Otra plata con sabor a oro. Su sueño para un compatriota. Su última pedalada Mundial.

Después llegaron los triunfos de Freire y Astarloa, las medallas de Valverde y Purito, las discusiones de la selección. En 2014 el Mundial viaja a Ponferrada. Allí estará Indurain como presidente de honor mirando de reojo como alguien se enfunda un maillot que jamás pudo ser suyo.

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