—Hola, perdonad que os interrumpa, pero tengo un blog y me gustaría que lo visitarais. La dirección es…
Sé perfectamente lo que pasaría: la gente me miraría mal, me tomarían por una aprovechada y considerarían (con razón) que mi intervención estaba totalmente fuera de lugar. Y, lo que es peor, el escritor se sentiría ofendido porque le habría robado protagonismo, un protagonismo por el que llevaba luchando desde que empezó a escribir, un protagonismo que se merecía porque la presentación se centraba en su libro, no en un blog que no tiene nada que ver con él.
Jamás se me pasaría por la cabeza actuar de ese modo; si quiero visitas, las busco sin invadir con impertinencia los lugares que me son ajenos. Sin embargo, la situación contraria se da con frecuencia: no es extraño que un blog reciba comentarios de autores que vienen exclusivamente a promocionarse, ignoran el contenido de la entrada y hacen copia y pega del mensaje publicitario que repiten en todas las páginas dedicadas a la literatura que encuentran por el camino. Piden que se les lea y que se les reseñe, siempre con la excusa de que para un autor novel es muy difícil darse a conocer. Este no es el camino adecuado para conseguirlo, os lo aseguro: aparte de molestar, lo habitual es que ni el bloguero ni los visitantes presten atención a estos comentarios.
Ya sé que escribir un buen libro es más difícil que encargarse de un buen blog. Ya sé que la literatura siempre ha gozado de buena reputación y que los blogs no dejan de ser una moda reciente. Ya sé que se tarda más en escribir una novela que en redactar una entrada. Ya sé que para ser un buen escritor hacen falta muchas tablas y que bloguero lo puede ser cualquiera. Pero todo esto no significa que el autor pueda venir a torear al bloguero cuando quiera. No estamos a su servicio.
Del mismo modo que un escritor desea que en su presentación se hable de su libro, los blogueros esperamos que los comentarios recibidos se centren en el tema de la entrada correspondiente. Me parece que no cuesta tanto de entender: nosotros también queremos que se nos lea, que se aprecie el trabajo que hacemos; aunque se considere «inferior» al de alguien que ha publicado una obra. Es una simple cuestión de educación. Lo he repetido muchas veces, pero insisto: no necesito que nadie me dé ideas sobre lo que puedo leer; yo misma me basto y me sobro para encontrarlas. Esto no significa que menosprecie el trabajo de los autores a los que he decidido no leer —un razonamiento absurdo, pero me han acusado de ello más de una vez—, sino que soy consciente de que es imposible abarcarlo todo y elijo mis lecturas en función de mis gustos. Así de simple.
Sé que quienes deberían leer esta entrada no la leerán, porque ellos van a lo suyo. Aun así, me apetecía escribirla para intentar que las personas no blogueras entiendan cómo nos sentimos nosotros cuando nos encontramos con unos comentarios tan inoportunos. A ningún autor se le pasaría por la cabeza colgar un cartel de su libro en una librería sin pedir permiso, pero parece que con los blogs cualquiera se atreve. Y esto no debe permitirse. Nosotros, aunque seamos el escalón más bajo de la cadena, también nos merecemos respeto. Por supuesto que nos lo merecemos.