El mundo de las cosas pequeñas

Por Pabloadan

A veces escribir supone un ejercicio de auto satisfacción. Puedes cubrir una necesidad imperiosa de trasladar a un papel ideas, pensamientos o reflexiones. Otras veces escribes para ser leído, y en ese momento todo lo que transmites adquiere otra dimensión, más grande o más pequeña, pero se convierte, o al menos creo que debe ser así, en un ejercicio de responsabilidad.

No me gustan palabras como gurú, experto o especialista cuando hablamos de disciplinas relacionadas con la autoayuda o el desarrollo personal. Somos tan diferentes y tan complicados que no hay un patrón que sirva para todos; estas cuestiones no pueden ni deben ser sometidas a generalización.

Los que me conocen -alumnos, amigos y colaboradores- saben que nunca he pretendido dar consejos, y que renuncio a esa línea de argumentación. Sólo pretendo reflexionar en voz alta y compartir experiencias; como ésta que ahora escribo mientras pienso.

El mundo está lleno de cosas pequeñas y cosas grandes. Cuando vas adquiriendo unas y otras mediante las lecciones de la vida aprendes a dimensionarlas.

En función de las fronteras de tu pequeño mundo cualquier cosa por mínima que parezca admite la condición de grande. Para una persona sin dificultades económicas no existe el miedo a no poder pagar un recibo a fin de mes. Para una persona multi millonaria, con un mundo grande, la ruina y el dinero puede ser algo relativo. A menudo cuando buscamos consuelo ante un problema nos vale aquello de… mientras haya salud.

Yo aprendí hace mucho tiempo a relativizar, a no darle importancia a las cosas. Pero sobre todo a pensar que el paso del tiempo termina por hacernos olvidar o minimizar el impacto de las cosas que un día pudieron acabar con nuestra seguridad o nuestra estabilidad emocional. La vida ayuda a olvidar y a superar.

Y yo lo hice precisamente pensando bajo esta perspectiva, pasando al lado de las “cosas” aquellos problemas relacionados con lo material, la verdadera atadura de la mayoría de las personas: relativizando.

Pero hay días que uno no puede, y nuestro mundo, el real, el que nos rodea y nos conoce, el de las pequeñas cosas, se hace demasiado grande y difícil de superar. Es cuando el tiempo va en tu contra, y no existe para ayudar a olvidar sino para hacerlo todo más difícil.

Y ahí, en ese espacio que para cada uno nosotros es muy diferente, es cuando uno se siente derrotado, incapaz de plantar batalla.

Porque mi pequeño mundo, el de mis cosas más pequeñas, es para mí lo más importante y grande, y alberga el sentido de mi propia de mi existencia.

Y hay que comprenderlo. Relativiza contigo mismo, pero no apliques el mismo criterio con los demás porque puedes equivocarte.

El mundo de las pequeñas cosas es entonces tu principio y tu final.