Jorge Luis BorgesY la verdad… es que ese pensamiento siempre lo he sentido como una experiencia cercana e inevitablemente próxima… que sé que algún día me tendrá que suceder.No pasa un solo día sin que contemple durante un instante de plenitud silenciosa mi preciosa biblioteca... libros de filosofía, poesía, pintura, música, escultura, ensayos, novelas, manuales... me rodean cada día cuando me siento a leer, pensar, escribir, investigar o escuchar. Es una sensación intelectualmente plena sentirse arropado y observado por Cervantes, Homero, Leibniz o Lorca mientras uno intenta adentrarse en lo más recóndito del alma humana. Estos peligrosos viajes no deben realizarse solos, tal y como nos enseñó el excelso poeta italiano en su Divina Comedia. La soledad creadora tiene que estar poblada de esas voces silenciosas y admirablemente sabias que deben guiarnos en nuestro recorrido por el abismo.Pero la cantidad de páginas a leer crece y la pasión no cesa, lo que provoca irremediablemente la acumulación de libros y más libros sobre la mesa de estudio y las estanterías. Una nueva lectura remite a otra y ésta a otra y esta otra menciona a un nuevo autor desconocido que te adentra en nuevas corrientes y así la angustia, impulsada por la vocación, se va apoderando de la pasión, desembocando finalmente en una serie de cálculos matemáticos inexplicables: “¿Cuánto tiempo necesitaré para poder leer todo el material que tengo acumulado?” Probable y tristemente, más de una vida... lo sé. Y ante esta situación emerge instintiva en mi interior la coherencia absurda que me hace pensar en la amplitud inabarcable del saber, según la cual y apoyándome en mis compañeros de viaje pienso inútilmente en los esbozos vislumbrados...
Jorge Luis BorgesY la verdad… es que ese pensamiento siempre lo he sentido como una experiencia cercana e inevitablemente próxima… que sé que algún día me tendrá que suceder.No pasa un solo día sin que contemple durante un instante de plenitud silenciosa mi preciosa biblioteca... libros de filosofía, poesía, pintura, música, escultura, ensayos, novelas, manuales... me rodean cada día cuando me siento a leer, pensar, escribir, investigar o escuchar. Es una sensación intelectualmente plena sentirse arropado y observado por Cervantes, Homero, Leibniz o Lorca mientras uno intenta adentrarse en lo más recóndito del alma humana. Estos peligrosos viajes no deben realizarse solos, tal y como nos enseñó el excelso poeta italiano en su Divina Comedia. La soledad creadora tiene que estar poblada de esas voces silenciosas y admirablemente sabias que deben guiarnos en nuestro recorrido por el abismo.Pero la cantidad de páginas a leer crece y la pasión no cesa, lo que provoca irremediablemente la acumulación de libros y más libros sobre la mesa de estudio y las estanterías. Una nueva lectura remite a otra y ésta a otra y esta otra menciona a un nuevo autor desconocido que te adentra en nuevas corrientes y así la angustia, impulsada por la vocación, se va apoderando de la pasión, desembocando finalmente en una serie de cálculos matemáticos inexplicables: “¿Cuánto tiempo necesitaré para poder leer todo el material que tengo acumulado?” Probable y tristemente, más de una vida... lo sé. Y ante esta situación emerge instintiva en mi interior la coherencia absurda que me hace pensar en la amplitud inabarcable del saber, según la cual y apoyándome en mis compañeros de viaje pienso inútilmente en los esbozos vislumbrados...