La ciencia será valorada como un recurso vital de salvación, no abandonada y sin presupuesto, como ha hecho España, y la unión prevalecerá siempre sobre la división. Los políticos serán elegidos entre los mejores, no entre los más sinvergüenzas y depredadores, como hoy ocurre. Los ciudadanos tendrán que aprender a amar a sus vecinos y a sus instituciones porque dependerán de ellos para sobrevivir. El dinero será gastado en cosas importantes para la humanidad y no en miserables programas para incrementar el poder. Los estados tendrán que adelgazar para que quede dinero que pueda invertirse en sanidad, educación y protección de los débiles. Los nacionalismos disgregadores serán relegados y entrarán en crisis porque el mundo nuevo entenderá que sólo contribuyen a debilitarnos y empobrecernos. La educación preparará a ciudadanos libres y cumplidores, no a energúmenos vagos y aprovechados, dependientes del Estado y adictos a las subvenciones y ventajas. Los países tendrán que aprender que el peor enemigo ya no será otra nación sino las epidemias, las crisis y los desastres. La globalización cambiará sus prioridades y lineas maestras y afectará no sólo al comercio sino también a la cultura, a la ciencia y a la cooperación entre los pueblos.
España es justo lo contrario de lo que el mundo futuro pretende ser, después de haber sufrido la terrible pandemia. Un país que tiene más coches oficiales que el resto de Europa y Estados Unidos juntos, mas políticos aforados que el resto de Europa y más políticos cobrando del Estado que Alemania, Francia y Gran Bretaña juntos no puede ser ejemplo de nada sino el modelo a rechazar por el mundo decente y equilibrado que hay que construir. Un país como España, que ni siquiera es capaz de defender las vidas de sus ciudadanos ni de aportar datos fiables, ni de generar confianza o esperanza, es un país moralmente fallido. Lobos rabiosos como Pedro Sánchez, obsesionados por conservar el poder y hostil a todo el que se le oponga no tienen cabida en el nuevo mundo. Gobiernos como el español, mal diseñados y pésimante gestionados por miserables, no tendrán cabida en el nuevo mundo. La verdad será valorada y no asesinada, como hace la España oficial, maestra en comprar medios y periodistas. Eso de gastar la mayoría del presupuesto en mantener a los amigos colocados, en financiar lujos y privilegios del poder y en comprar votos y votantes, como hace Pedro Sánchez, estará prohibido y ningún pueblo será tan insensato como lo ha sido el español al votar a ineptos para que gobiernen la nación.
Los votantes que han votado a Pedro Sánchez se arrepentirán de lo que han hecho y de su culpa en los estragos que este gobierno ha causado con su incompetencia y falta de valores. Gastar dinero en comprar medios de comunicación y pretender ganar la batalla al virus con la propaganda son sólo manifestaciones del océano de errores y estupideces que este gobierno ha protagonizado en la etapa más crítica de nuestra historia moderna.
Los gobiernos del futuro tendrán que rendir cuentas a los verdaderos dueños del mundo, que son los ciudadanos y serán elegidos entre personas de altos valores y conductas irreprochables. Los privilegios serán los justos y la gestión del dinero será vigilada por comisiones independientes. Los partidos políticos dejarán de ser contubernios de depredadores y tendrán que orientarse hacia el bien común y el interés general.
Algunos creen que España ha tenido "mala suerte" al haber sido golpeada con tanta saña por la pandemia y la muerte, pero si se analiza correctamente la realidad todo es correcto y justo porque no existía en todo el mundo un país con menos valores y peor preparado que España. En lugar de unidad, España está fragmentada en 17 reinos de taifas que no cooperan entre sí sino que y compiten y se ponen zancadillas; en lugar de apostar por la sanidad, la educación y la ciencia, España gasta sus fondos en pagar a políticos y funcionarios y en financiar lujos y privilegios de los políticos; en lugar de apostar por el bien común, los partidos políticos apuestan por el poder, en lugar de basar la fuerza y el progreso en el desarrollo de las libertades, España ha confiado temerariamente en el comunismo y en una pandilla de políticos ineptos y discapacitados. A la hora de la verdad, nuestra decadente y deteriorada nación ni siquiera sabe comprar a tiempo mascarillas, respiradores y batas para proteger a su ejército más valioso, el de los sanitarios, a los que este miserable gobierno ha enviado a la muerte sin recursos para defenderse.
Los que analizan nuestro futuro como Humanidad mirarán a España para aprender y estudiarán el comportamiento imprevisor, arrogante, mentiroso, truculento y ajeno a la democracia y a los ciudadanos de Pedro Sanchez y su gobierno para hacer justo lo contrario. Descubrirán que la España actual era la antítesis de la eficacia, la justicia, el progreso y la decencia. El mundo ya sabrá que el camino de Sánchez conduce al fracaso, a perder cualquier batalla contra cualquier virus o cualquier desafío futuro, a la ruina económica, al desprestigio internacional y a la muerte masiva de sus ciudadanos.
Esas escuelas del odio y la división que se han formado en Cataluña y el País Vasco, impulsadas por los nacionalistas con la ayuda de los irresponsables y sucios políticos españoles son una apuesta segura por la debilidad y la derrota. Esas coaliciones de poder, como la creada por Pedro Sánchez con comunistas, pro-terroristas y nacionalistas hijos del odio no son otra cosa que una inmersión suicida en el lodo y las cloacas del que el mundo político del futuro tiene que huir como del diablo.
El mundo futuro tiene que ser mejor, si no quiere perecer. Tenemos que aprender el valor del amor, de la ayuda mutua y de los valores y pronto llegaremos a la terrible conclusión de que son los partidos políticos y sus políticos profesionales los que impiden el verdadero progreso, los que consumen los recursos en financiar su poder y sus privilegios, los que engañan, mientes, asustan y hasta matan.
Francisco Rubiales