El Gobierno de EE.UU. anunció recientemente un retroceso de las extracciones en su territorio por primera vez desde que se inició la bajada de precios del crudo. Las grandes compañías permanecen impávidas ente el espectacular fracaso a la hora de descubrir nuevos yacimientos. Por su parte, Arabia Saudí incrementa fuertemente el ritmo de perforaciones en sus ya existentes campos en busca de nuevas reservas y de gas natural.
El ritmo extractor de EE.UU. estaba claro que tarde o temprano comenzaría a dar señales de agotamiento, pero nadie lo esperaba tan pronto. Desde que los precios bajaron este es el primer signo de agotamiento registrado en EE.UU. La actual producción norteamericana de crudo ha registrado una bajada estrepitosa y no alcanza los 10.000 barriles diarios. Es una de las mayores bajadas productivas de toda la historia.
Teniendo en cuenta que la industria petrolera reinvierte una parte muy sustancial de sus ingresos en las nuevas prospecciones, la bajada del precio de barril de casi un 50% en los últimos meses de 2014, no beneficia las tareas de prospección de nuevos yacimientos. Este descenso del precio del barril viene propiciado por un sobre aprovisionamiento del mercado mundial causado en gran parte por el "éxito" del petróleo no convencional extraído mediante la famosa técnica del fracking.
Desde que se enfrenta al histórico pico de producción (peak oil), la única alegría de la industria petrolera estadounidense se la ha proporcionado el gas de esquisto. Las consecuencias ambientales y de salud pública del fracking tendrán que analizarse y no prometen nada bueno. Según expertos analistas del mundo petrolero, cada vez es mucho más difícil encontrar petróleo fuera de Estados Unidos. Y el que se encuentra resulta cada vez más costoso de extraer y refinar.
Por su parte, Arabia Saudita está perforando sus tierras como nunca para lograr gas natural y compensar así el alto consumo de petróleo de su población cuyos consumos principales son los necesarios para generar electricidad y desalinizar el agua. Arabia Saudita es, pese a su hermetismo, el que en teoría aún dispone de petróleo relativamente barato.
Estos movimientos no hacen más que confirmar el verdadero atolladero en el que está sumido el mundo de la energía fósil. Para mantener el actual nivel productivo y el funcionamiento de la economía mundial, se necesita producir una cantidad de petróleo cada vez más complicada de obtener. Y está claro que cuanto más se produce más se reducen las reservas y más cuesta extraer el oro negro tan preciado.
¿Y el planeta?Este año 2015 nos dejará con la Cumbre Por el Clima que se celebrará en París en el mes de diciembre. Todos los actores están de acuerdo en la imperiosa necesidad de reducir las emisiones mundiales con el objetivo de no llegar a aumentar 2C la temperatura global del planeta. En un mundo político gobernado por la energía, las expectativas no deben ser muy buenas y seguramente esta cumbre se parecerá demasiado a las anteriores. Mientras que las grandes empresas sólo busquen un lugar no muy incómodo que les permita hacer frente a sus costes medioambientales sin que ello les impida seguir obteniendo grandes beneficios económicos, la meta que se han puesto los responsables mundiales en materia de cambio climático de reducir de forma rotunda las emisiones antes de 2025 parece una utopía. En 2035, la humanidad habrá agotado su " presupuesto " de carbón, es decir, la cantidad de emisiones que aún se podrían emitir sin arriesgarse demasiado a aumentar 2 grados centígrados la temperatura global del planeta hasta el fin de siglo. Todo esto teniendo en cuenta que a partir de 2035 la humanidad debería dejar de emitir gas de efecto invernadero.
Hasta ahora Europa, pionera y líder en materia de transición energética, optó como solución más relevante por instaurar un mercado de emisiones, o sea que le puso un precio a las contaminación. Todos quieren pagar, pero poco. El sistema ha ido desvaneciéndose lentamente hasta que, hoy en día, prácticamente ha desaparecido. Ponerle un precio al carbón emitido supone penalizar a un tipo de economía cuyo crecimiento está directamente ligado a la cantidad de emisiones que genera su actividad. En este orden de cosas, no es difícil imaginar un futuro plagado de sobresaltos económicos, sociales y, sobre todo, medioambientales (probablemente habrá grandes oleadas migratorias desde varias regiones del mundo de gentes amenazadas por la sequía, las inundaciones y expulsados de unas tierras que se desertizarán).
Para entender los entresijos del mundo del petróleo, el periodista francés Matthieu Auzanneau gestiona un blog de lectura imprescindible: Oil Man .
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