El mundo, en serio

Por Nmartincantero

Interrumpo mi partida de futbolín para hacer saber a los lectores escépticos –románticos desmotivados, agnósticos convencidos– que hay quien se toma en serio eso de cambiar el mundo. Y no sólo durante un par de minutos. ¿Cómo? No podemos crecer más sin romperlo todo; ni siquiera podemos mantenernos como estamos. De modo que no nos queda más remedio que decrecer.

Mi ordenador se apaga y se enciende; la taza de café se vierte sobre el móvil; la pantalla del iPod se resquebraja; escucho rayos y truenos en la tele del vecino al otro lado de la habitación. Pero así es.

Antes de que el planeta arda como una cerilla, las propuestas de los partidarios del decrecimiento deberían tomar más cuerpo, encontrar su hueco en los medios de comunicación. Dentro de unos días –del 25 al 28 de marzo– se celebra en Barcelona la II Conferencia Internacional sobre Decrecimiento para la sostenibilidad ecológica y la equidad social, organizada por el Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals (ICTA), la Universitat Autónoma de Barcelona, el Research & Degrowth y Ecologistas en Acción .

Ojalá sirva para poner sobre la mesa cuestiones como estas:

El decrecimiento tiene que ver con encontrar un camino, una transición, a la justicia social, bienestar y sostenibilidad ecológica. Implica una gama de acciones a nivel individual y colectivo, basadas en un cambio de valores y en la democratización de las sociedades.Tiene que ver con que sea la gente, más que la tecnología, quien decida la dirección de la evolución de la sociedad. Tiene que ver, también, con aportar sentido a la vida humana, sin pasar por el consumo ostentoso y con el materialismo.

Como dice Carlos Taibo, profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid, la globalización avanza hacia un caos que escapa a todo control:

"La visión dominante en las sociedades opulentas sugiere que el crecimiento económico es la panacea que resuelve todos los males. A su amparo --se nos dice-- la cohesión social se asienta, los servicios públicos se mantienen, y el desempleo y la desigualdad no ganan terreno. Sobran las razones para recelar, sin embargo, de todo lo anterior.

El crecimiento económico no genera --o no genera necesariamente-- cohesión social, provoca agresiones medioambientales en muchos casos irreversibles, propicia el agotamiento de recursos escasos que no estarán a disposición de las generaciones venideras y, en fin, permite el triunfo de un modo de vida esclavo que invita a pensar que seremos más felices cuantas más horas trabajemos, más dinero ganemos y, sobre todo, más bienes acertemos a consumir".

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Foto de portada: TheGiantVermin