Hotel Indio
Hacer cima en un tepui es un asunto totalmente distinto a hacer cima en cualquiera de las montañas que había subido hasta el momento. En primer lugar porque la altura es la mitad y por tanto no hace tantísimo frío. En segundo lugar porque lo importante aquí no es la subida en sí misma. Uno no llega, echa unas cuantas fotos y se baja en seguida como pasaba en el Huayna, por ejemplo.
La cima de Roraima
La gracia de Roraima, y lo que hace que el trekking merezca la pena, es el tiempo que pasas arriba. El tepui tiene una superficie total de 30 km2 y mogollón de lugares que visitar . De hecho hay gente que se pasa allí arriba cuatro días en lugar de los dos que nosotros estuvimos.
Hotel Indio
Durante ese tiempo duermes en lo que los muy cachondos llaman hoteles. Un hotel no es más que una caverna en la pared de una de esas enormes rocas que proporciona refugio a la tienda. Sonará mal pero, francamente, no resulta ser peor que los agujerillos en los que habíamos pasado las noches anteriores.
Vale que hace un poco de frío, pero oh sorpresa! No hay puri puris. Al parecer son unos cabroncetes frioleros que pasan de subir hasta allí. A cambio hay alguna que otra rata que asoma por la noche a ver si puede gorronear algo de comida…
Nuestro campamento se llamaba El Indio y tenía unas vistas cojonudas del tepui Kukenan. Lo único en lo que resultaba peor que los agujerillos de los días pasados era en el tema baño. Resulta que todo lo que suben los turistas al tepui tiene que bajar. Y cuando digo todo quiero decir todo. Número dos ha de hacerse en una bolsa que ha de bajar luego. En fin, mejor no extenderse en detalles en este tema.
Hotel Indio
Aquella tarde trancurrió apaciblemente en nuestro campamento - cueva, fumando cachimba y sin movernos demasiado. Adrian, el guía, tenía pinta de ser un tipo bastante competente así que se ocurrió una forma productiva de matar el tiempo. Pillé la cámara “waterproof” que se había ahogado en Salto del Ángel y se la llevé, a ver si entre los dos, y con la navaja suiza que él tenía, podíamos abrirla y ver de sacarle el agua.
Fue de las mejores ideas que he tenido últimamente. Adrian se lo tomó como algo personal y demostró tener un habilidad increíble para abrir la cámara hasta sus más íntimas entrañas.
Metía la punta de la navajita entre carcasas y circuitos como si estuviera operando a su ser más querido y milagrosamente aquello se iba abriendo.
Cualquier cosa que yo intentara aportar sólo iba a servir para cagarla así que me limité a contemplar al maestro que, os hago notar, era la primera vez que hacía algo así.
Adrian operando a la Pentax
El agua se había metido hasta el último rincón de la puta cámara waterproof pero eso no impidió que Adrian llegará hasta él y lo limpiara cuidadosamente. Sólo se le resistió la última lente de la Pentax que mostraba algo de humedad también pero estaba en una carcarsa que realmente no se podía abrir con una simple navajita.
Armamos (quiero decir armó) de nuevo el bicho y llegó el mágico y trascendental momento de pulsar el botón de encendido. Contuvimos la respiración, cruzamos los dedos y… la cámara se encendió! Increíble amigos.
Casi me dió igual que siguiera siendo inútil porque todavía había una mancha de humedad muy tocha en el visor que hacía que en las fotos no se viera nada. Era un avance, si aquello se encendía tenía que acabar haciendo fotos… Guardé la cámara esperando una buena ocasión para secarla al sol. No sabía en ese momento que el hijo del mal del tepui iba a arruinar el plan.
De paseo por la cima de Roraima
A la mañana siguiente tocaba recorrerse de verdad la cima del tepui y fue aquel día el que realmente compensó con creces todo el esfuerzo que habíamos hecho para llegar allí y el que todavía nos faltaba por hacer para volver. El paisaje de Roraima es de lo más espectacular que he visto jamás. Parece salido de otro planeta.
Cima de Roraima
Son kilómetros de terreno irregular lleno de rocas negrísimas esparcidas por allí en todo tipo de formas. Roraima es uno de los lugares de más antigua geología del planeta, remontándose hasta el Precámbrico, unos dos mil millones de años atrás. Aquello no sólo es enorme sino también único. Un ecosistema en sí mismo, a 2700 metros de altura, por encima de un entorno totalmente diferente.
La primera parada del mini-tour fue espectacular. Un lugar llamado La Ventana con una vista tremenda de los alrededores del tepui. Decía Adrian que habíamos tenido suerte de que la ventana estuviera “abierta”. Es decir, de que el día estuviera totalmente despejado y se pudiera ver algo. Parece que el tepui estaba de buen humor, debían haberle sentido bien los cachimbazos que le habíamos hecho fumar la noche anterior.
Vista desde La Ventana
Y es que ya os decía en el otro post que estas montañas se supone que están medio vivas y realmente la gente de allí lo cree. Se dice que si pasa un avión por arriba se cabrean y el tiempo se estropea. Lo mismo ocurre si te pones a dar voces por allí, o si dejas basura. Pero Roraima se había levantado bien aquel día, cojonudo.
Desde La Ventana se divisa una buena parte del gigantesco tepui además de una jungla enorme y verde que se extiende hacia Brasil y Guayana. Por cierto que el bueno de Adrian era de este último país que yo he decidido dejar fuera de este viaje. Un guayano que se diría. Ni siquiera hablaba español, sólo inglés y un dialecto indígena que se habla en la zona, independientemente de que el país sea Venezuela, Guayana o Brasil.
Vista desde La Ventana
Una pasada La Ventana. No es el punto más alto de Roraima pero sí el que tiene las mejores vistas. Tengo ya el culo pelado en este viaje de subirme a montañas y ver paisajes desde ellas pero este tenía algo diferente.
Aquello era una sucesión de tepuis planos escalonados internándose en la jungla. Las nubes iban cambiando de lugar, ahora en lo alto de ellos, ahora en la base.
Lamentablemente el sitio no era del todo apto para gente con vértigo. Acojonaba realmente bastante acercarse mucho al borde, especialmente en la parte en la que una roca sobresalía cortada a pico sobre el abismo. Desde allí eran casi 3000 metros de caída libre por las paredes verticales de Roraima.
Hablando de paredes, debe ser el tepui un sueño hecho realidad para escaladores. Me contaba Adrian que de vez en cuando lo suben. Les lleva unos tres días. ¿qué como hacen para dormir?. Sencillo, cuando se les hace de noche escalando cuelgan una hamaca de la pared de Roraima y allí soban, suspendidos en el vacío y empapándose si llueve. Hay que echarle pelotas…
Más vistas
Tras dejar la ventana seguimos caminando un buen rato por la superficie del tepui, por esas rocas negras volcánicas y porosas que parecen sacadas de la superficie de la luna. Un terreno por el que para andar uno tiene muy a menudo que ir saltando de roca en roca, o esquivando los charcos que han dejado las frecuentes lluvias que se producen en la cima del tepui.
Llegamos a otro mirador desde el que se veían más de cerca las paredes de Roraima. En este punto cada vez había más nubes que iban subiendo desde la base del tepui empujadas por el viento. Daba la impresión de que si uno se tiraba desde allí caería encima de una capa de algodón.
La siguiente parada del tour era una cueva llena de vegetación verde. Bueno, más que una cueva aquello era una grieta en una de esas rocas enormes. Al parecer Roraima es un lugar cojonudo también para hacer espeología. Hay cientos de cavernas, algunas con lagos subterráneos y movidas por el estilo.
Pero sin duda lo que más nos moló de esta seguda parte del recorrido fue El Jacuzzi. Una serie de piscinas naturales esculpidas en la roca de la superficie del tepui y llenas de un agua limpísima que dejaba ver un fondo de cristales de cuarzo. Un lugar sencillamente espectacular, especialmente cuando el sol colaboraba e iluminaba aquello.
El Jacuzzi
Evidentemente, por mucho que le llamaran el jacuzzi aquello no daba para pasarse un rato en remojo. Ese agua estaba fría como la sopa de ayer. Cuando salía el sol se toleraba, cuando se escondía aquello era una prueba para masoquistas. Pero obviamente habí que meterse de todas formas. Con cuidado y por poco tiempo. O mejor aún, saltando desde uno de los pedrolos a más altura que había por allí que así no daba tiempo a que uno se lo pensara mucho.
Ash y Tammy en el Jacuzzi
Ya solo nos qudaba volver al campamento, descansar un rato, dejar que pasara un chaparrón y volver a pasearnos por el tepui ahora más cubierto de agua que nunca, saltando de roca en roca hasta llegar a otro mirador.
La gracia de este lugar es que era el punto más alto del tepui, situado cerca de la rampa por la que habíamos llegado allí. La perspectiva que se tiene desde aquí es la del valle infestado de puri puris que has tenido que atravesar para llegar mirando de frente, la cima de Roraima mirando hacia atrás.
Es contemplando ese terreno plagado de rocas cuando entiendes que Sir Arthur Conan Doyle se inspirara en este lugar para escribir su novela El Mundo Perdido. Lo que hay arriba de un tepui, no sé si pasará en todos o sólo en este, tiene un aspecto único, de algún modo perdido en el tiempo. Casi te esperas que en cualquier momento aparezca por allí un dinosario haciendo sus movidas de dinosaurio.
Roraima
Además, otra cosa a destacar de Roraima es que es tan gigantesco que uno apenas se cruza con el resto de grupos de gringos que anda pululando por la cima.
Por allí hay muchos más hoteles como el Indio y mucha más gente subida pero apenas nos cruzamos con ellos y cuando los vimos fue de lejos. En lugares como el Jacuzzi estuvimos solos durante todo el tiempo y eso siempre se agradece.
Aquel día allá arriba fue memorable por la cantidad de cosas distintas y originales que vimos. Nos devolvió con intereses tanto lo que habíamos pagado como el sudor que habíamos derramado para llegar allí. Y menos mal que fue bueno porque lo que nos quedaba por recorrer para cerrar el último trekking de este viaje era una travesía por el desierto que se nos hizo muuuy larga.