Me llamo Martin y soy de Berlín.
Estoy casado con una mujer maravillosa, tengo dos hijos encantadores y una casa en Kaulsdorf, al este de la ciudad. Soy arquitecto y desde hace unos meses estoy trabajando en Schöneberg, en la parte oeste. Esta zona, la capitalista, es más próspera por lo que me salió a cuenta convertirme en un “grenzgänger”, es decir, un currante de la RDA que presta sus servicios en la RFA.
A día de hoy ya no hago nada. Es 20 de agosto de 1961 y hace una semana que no sé nada de mi familia.
El 12 de agosto de 1961 decidí hacer noche en Schöneberg a pesar de ser sábado, pues el domingo tenía previsto reunirme con los Janowitz cerca de la obra. El plan era recoger un paquete lleno de productos occidentales para mi mujer y mis hijos; aunque no vivíamos mal en nuestra zona, no teníamos tanto donde elegir.
Más tarde supe que aquel sábado miles de personas salieron huyendo de la parte soviética, pero para mi familia ya era demasiado tarde. Todavía no he podido entregar el paquete a Janika y los niños.
¿Quién me iba a decir que no podría volver a casa? ¿Qué desalmados pueden pensar en dividir una ciudad en dos? El 13 de agosto me encontré con un muro, con un muro de soldados infranqueable, que en unas horas se convirtió en una alambrada de espino y que ahora finalmente han convertido en muro de hormigón… Hay muchos militares controlando la zona. Los soldados y la policía se cuentan por miles, están por todos lados y el paisaje es desolador.
Capitalistas o comunistas, ¿así quieren demostrar el poder de sus ideas? ¿Separando un pueblo? ¿Cerrando sus accesos por tierra y agua? Ahora nada entra o sale de Berlín occidental, rodeada de tropas soviéticas…Yo estoy desesperado, aunque en esta parte de la ciudad hay más prosperidad, ¿de qué me sirve si han roto mi familia? Solo soy un simple arquitecto que quiere volver a casa, con los suyos…
Me llamo Janika y sueño con reencontrarme con Martin.
Hace más de un mes que no le veo y no puedo hablar con él porque el día que levantaron el muro también cortaron las líneas telefónicas. Por las noches me dedico a caminar en la oscuridad en busca de algún hueco por donde colarme, aunque tengo miedo de dejar a los niños solos y que a mí me acribillen a balazos. Pensé en coger el S-Bahn, pero veo pasar el tren a toda velocidad y sin detenerse. También las paradas del U-Bahn están desérticas, han quedado como estaciones fantasma.
Alguien me ha dicho que los soviéticos están decididos a matar de hambre a los aliados, aunque no sé yo quién está en peores condiciones… Este maldito muro ha divido barrios, plazas e incluso edificios. Gracias a dios que he escuchado que los americanos han hecho un puente aéreo: cada muy poco tiempo hay un avión que aterriza en aquella parte de la ciudad, cargado de comida. ¡Martin podrá sobrevivir! Junto a todos los que están intentando saltar a través de los edificios vacíos, arriesgando sus vidas por la libertad… Yo, prometí a Martin que protegería a nuestros hijos de cualquier adversidad. Y así lo haré, hasta que podamos volver a estar todos juntos.
Nota: sólo los personajes de este texto son ficticios.
Hace unas semanas que viajé de nuevo a Berlín. No me canso de esta ciudad, sobrecargada de historia y tragedia pero también de esperanza y creatividad.
Gracias a:
- Visit Berlin, la oficina de turismo de la ciudad, por haber hecho posible este viaje
- La bcnTB por organizar el viaje y darme otra oportunidad para empaparme de Berlín
- Mis compañeros: Amadeu, Juli, Rachele, Jessica y Celia por vuestra compañía y sentido del humor.
Si quieres saber más sobre las actividades que realizamos, aquí puedes leer lo que escribí en el blog de la asociación.