Uno de los museos más impactantes que he visitado está enclavado en la República de San Marino y está dedicado por entero a los instrumentos de tortura.
A través de sus diversas galerías (oportunamente en penumbras y con una música un tanto lúgubre de fondo) pueden observarse los más disímiles instrumentos utilizados en la historia de la humanidad para torturar a las personas. Encontramos una amplia variedad de objetos fruto de una imaginación retorcida que fueron utilizados en el Medioevo o que incluso se siguen utilizando en la actualidad, sobre todo para extraer información relevante a los prisioneros.
Una de las cosas más curiosas es que algunos de los instrumentos de tortura estaban diseñados para producir vergüenza, lo cual nos indica que en la época medieval, aún más que ahora; la vergüenza era un sentimiento vivenciado de forma suficientemente fuerte como para ser considerado una tortura.
Una vez que bajamos a las mazmorras podemos hallar uno de las formas de tortura más refinada: la tortura psicológica. Con unos grilletes incrustados los prisioneros se inmovilizaban a la pared y justo encima de ellos caía, peremnemente, una gota de agua. Se dice que esta tortura volvía locas a las personas en muy pocos días y terminaba por causar la muerte.
Más allá de las monstruosidades que allí se exhiben y que sirven para recordarnos los horrores de los cuales fue capaz la humanidad. También podemos aprender un poco de la historia. Así, hallamos que, muy al contrario de lo que afirma la creencia popular, los cinturones de castidad no eran considerados instrumentos de tortura sino todo lo contrario pues eran las propias féminas quienes usualmente decidían usarlos para protegerse de los entonces comunes ataques y consecuentes violaciones de los hombres. Por supuesto, en alguna que otra ocasión algunos hombres celosos utilizaron este recurso para salvaguardar la castidad de sus mujeres pero ésta no era la norma. Otra creencia a desmentir se refería al uso continuado de los cinturones, objeto que era imposible llevar por más de una semana, ya que podía causar infecciones mortales.
Así, más allá de los horrores intrínsecos a algunos instrumentos, el Museo se va perfilando como un espacio de aprendizaje sobre las culturas antiguas y las formas de pensar y relacionarse de las personas.
Considero que si andamos en las cercanías de San Marino, este museo es una visita ineludible. Después de haber sido espectadores de tanta maldad humana; sin lugar a dudas, no volveremos a ser los mismos.