El Museo de las Relaciones Rotas, en Zagreb

Por Magiaenelcamino @magiaenelcamino

¿Querés participar en una muestra colectiva en un museo aunque no seas artista? Desde hace unos años podes hacerlo. La única condición es haber tenido un fracaso amoroso. ¿Quién no sintió en algún momento de su vida que se le venía el mundo encima cuando ese amor que pensábamos que era para siempre dejó de serlo casi de la noche a la mañana? ¿Quien no tiene guardado algún objeto que le recuerda a una ex o a un ex? A lo mejor después de mucho tiempo esos objetos ya no tienen el valor que tenían en el pasado, pero seguramente, en el momento de la ruptura, se cargaron de significado.
A los croatas Olinka Vistica y Drazen Grubisic se les ocurrió que se podía hacer algo con esos objetos para que no quedasen guardados en un cajón, que si la gente podía liberarse de ellos y contar por qué eran importantes, iban a contribuir a sepultar esa historia de amor fallido.
Una nueva manera de mostrar el fracaso. Una manera original de contar historias que, al fin y al cabo, es lo que más gusta.
¿Cómo se les ocurrió? Cuando se estaban separando no sabían qué hacer o cómo repartir algunos objetos que formaban parte de su relación. Pero no tuvieron problema con separar el auto o la casa, sino con los otros objetos, esos que solo eran importantes para ellos porque representaban momentos, historias, encuentros o peleas pasadas. Entonces decidieron juntarlos y mostrarlos.
A su colección le sumaron la de otras parejas amigas y se presentaron en una exposición en la Bienal de Zagreb de 2006. La muestra tuvo tanto éxito que decidieron hacer una gira por Europa hasta que finalmente se instalaron en la capital croata, su ciudad natal.


Con el tiempo, fueron recolectando objetos que personas de todo el mundo les fueron donando. Los objetos se exhiben acompañados con un texto que explica qué importancia tiene (o tenía) ese objeto para la persona que lo donó, en qué momento lo recibió o cómo llegó a su vida. Los objetos son de lo más variado, desde zapatos, juegos, adornos, vírgenes, dibujos y hachas, hasta enanos de jardín, cartas y remeras. Las historias que los acompañan también son muy variadas e incluyen todos los sentimientos imaginables.
Como ellos mismos dicen, no quieren que el museo sea un rejunte de objetos o un espacio donde se respire desamor, quieren que la importancia se centre en las historias, que estas lleven a la reflexión personal de los visitantes y que los dueños de los objetos puedan superar ese momento de la ruptura.
“Nuestras sociedades nos han forzado el matrimonio, los funerales e, incluso, las ceremonias de graduación, pero nos han negado cualquier reconocimiento formal del fallecimiento de una relación, a pesar de su fuerte impacto emocional”, dice un cartel a la entrada del museo.
Relacionado con esto, la antropóloga Cherry Turkle dice:

“Los objetos que amamos nos ayudan a pensar. Tienen la capacidad de explorar el palimpsesto del pasado”.

Cuando llegamos a Zagreb, en la estación de trenes había un enorme cartel que anunciaba la presencia del museo. Cuando visitamos el casco antiguo de la ciudad, unas chicas vestidas de blanco nos repartieron unos folletos para que no dejemos de conocer el museo. Cuando pasamos por información turísticas con el objetivo de buscar un mapa de la ciudad, intercalaron en el mapa el mismo folleto que nos habían repartido las chicas una hora antes. Cuando le preguntamos a los chicos que nos alojaban en las afueras de la ciudad a través de couchsurfing sobre qué no podíamos dejar de ver, también nos nombraron el museo. Parece que se han propuesto que la mayor cantidad de gente conozca de su existencia y se convierta en una de las actividades que los visitantes no pueden dejar de hacer si visitan Zagreb.
Conmigo lo lograron. Después de tanta insistencia y señales decidí ir.
Mientras Dino se quedaba corriendo por las calles de la llamada “ciudad alta”, yo ingresé a ese mundo de relaciones rotas. El museo es sencillo, con paredes blancas y objetos expuestos junto a sus correspondientes textos.
Es un museo para visitar con mucho tiempo, porque sino se leen las historias no tiene mucho sentido recorrerlo. Si bien lo que se muestra son los objetos, esos objetos por sí mismos no nos dicen nada. Un hacha es igual a miles de hachas en el mundo, pero si con esa herramienta una señora destruyó los muebles que su ex pareja dejó en la casa y se los entregó en pedazos cuando los fue a buscar, esa hacha cobra un significado especial. Ya no es igual a otra. Me recuerda a la flor y al principito. Esa hacha estaba “domesticada”. De ahí la importancia de las historias que mencionaba antes.

Si bien me pareció muy original e interesante la concepción del museo, no llenó mis expectativas. Puede ser que haya ido con muchas. A lo mejor no le dediqué el tiempo suficiente o no leí las mejores historias, pero me esperaba un poco más. No sé bien qué. A lo mejor más historias que salgan un poco de lo común (como la del hacha) o la del juego UNO (no se las cuento acá porque sería muy extensa, pero les resumo que se trata de un juego que viajó por Irak, Afganistán, Australia, Singapur e Indonesia, pero nunca pudieron jugarlos las dos personas interesadas).
Igual, vale la pena recorrerlo y pensar sobre los objetos que guardamos.
¿Ustedes guardan objetos que les recuerdan a sus ex parejas? ¿Por qué lo hacen? ¿Podrían donarlos a un museo así? ¿Creen que realmente cerrarían esa historia si se desprenden de ese objeto?


En la entrada al museo también hay un libro con muchas otras historias y fotos de objetos. Es que, al parecer, son tantos los objetos que les llegan que no quieren que quede ninguno afuera. Entre los souvenirs para llevarse está el libro del museo.

En 2011, la muestra itinerante del museo pasó por Buenos Aires y se exhibió en el Centro Cultural Borges. En la web oficial del museo (en inglés) pueden ver dónde serán las próximas exhibiciones y cuándo pueden enviar los objetos. Si bien en estos momento al parecer no están recibiendo más, muchas personas siguen enviándolos. ¿Por qué será? ¿Tanta necesidad hay de desprendernos de esos objetos? ¿Es mero exhibicionismo o realmente sirve para cerrar un proceso interno?

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