Cuando llegué a Edimburgo me perdí, aunque tenía el mapa en la mano. No entendí los callejones, subí por donde no era y desemboqué en una plaza que me hizo detener para leer las frases escritas en el suelo. Seguí el camino de las letras, pensamientos de varios escritores, hice algunas fotos y seguí, sin percatarme que estaba pasando al lado del Museo de los Escritores y que esa suerte de frases era el monumento Makar’s Court (“makar” significa “poeta” en escocés) Pero volví, claro que volví.
El aviso dorado de un hombre sentado en su escritorio resalta en el Lady Stairs Close, uno de los callejones de la ciudad. A esa quietud también se le conoce como la Plaza de los Escritores y es allí, donde en un edificio que data del año 1622 se levanta este museo que reúne la vida de tres escritores escoceses: Robert Louis Stevenson, Sir Walter Scott y Robert Burns.
La plaza de los escritores
El espacio es pequeño, silencioso. Son tres pisos que se pasean por la vida de estos aventureros y guardan, como un tesoro, fotografías, manuscritos y muchos de sus objetos personales. Recuerdo que cuando tenía 11 años leí con afán “La isla del tesoro”, de Stevenson y lo releí unos meses antes de llegar a este lugar. Nada puede describir lo que se siente al ver algunos esbozos de ese libro y fotos del escritor en los paisajes que lo inspiraron. También están allí su caña de pescar y su pipa. Uno no puede imaginarlo sin una cosa o la otra.
La entrada al museo es gratuita y a los que nos gusta la literatura, es preciso traerse algo de su tienda. Al menos una libreta de viajes y no será una cualquiera, sino una comprada en la primera ciudad designada por la UNESCO, como ciudad de la literatura.