Los 23 hermosos desnudos femeninos que acaba de reunir una sala del museo de El Prado son una declaración contra la anorexia y a favor de la sensualidad de la mujer madura, es decir, están contra el canon actual de la delgadez y de la juventud extremas.
“La Sala Reservada y el desnudo” muestra a las mujeres más bellas vistas por Durero, Rubens, Tiziano, Tintoretto, Veronés o Carracci, y alaba sus carnes curvas y ligeros pliegues de grasa, fruto de sabrosas lujurias.
La Maja Desnuda de Goya, la más estilizada de esas mujeres, contrasta por ello con sus ávidas y glotonas compañeras.
Hasta el 29 de septiembre estará abierta esta sala de musas sonrosadas, satisfechas con su vida, muy diferentes a la mujer sin curvas diseñada por famosos modistos gay, que la desean andrógina y demacrada, masculina ave nocturna.
Estas damas están más cerca de la cuarentena que de la veintena, lo que también va contra la pauta actual; así, sus miradas no son virginales ni inocentes, sino incitantes, conocedoras de amores, con la sensualidad dispuesta, abierta a nuevas emociones.
Felipe II, que consagró su vida a la muerte para construir el gran cementerio que es el Monasterio del Escorial, se escondía en su camareta privada para contemplar el amor carnal de Venus y Adonis, de Tiziano.
Felipe IV era dueño de buena parte de estas pinturas y se encerraba con ellas en una sala para ensoñar su siesta.