El nadador. Joakim Zander

Publicado el 17 enero 2017 por Revista PrÓtesis @RevistaPROTESIS
Dispuesta a todo para conseguir esa información
sigue el monográfico
Alguien, un personaje anónimo, obtiene una información. Ni siquiera es capaz de analizarla, pero por un casual de relaciones pasadas le llega a él. Es un eslabón más de la cadena de vínculos y amistades que todo ser humano va dejando sobre la tierra. De pronto le siguen, le acotan el terreno, le tachan de peligroso terrorista, huye claro, no puede ser de otra forma y en su huida arrastra a alguien más de su círculo de conocidos y amistades. Ambos ya continúan sin saber que hay de malo en ello, que tienen de tanto valor que gente, no se sabe quién, está dispuesta a todo para conseguir esa información y ya de paso acabar con ellos, porque quién está muerto no habla.
Este es un ingrediente de un thriller canónico, ¿o no? Ahora le sumamos el berenjenal en que se han medido ambos protagonistas y le ponemos un toquecito de agencia de espionaje extranjera, ¿qué nos da?
Cierto, un thriller internacional o una novela de espías. 
Ya tenemos una buena mezcla pero necesita algo más de aderezo, porque no ponemos un personaje que trabaja para la CIA y que nos da ese toque tan preciosista sobre la vida de un agente de campo. Con ello y con un tono cenital y gris tenemos una auténtica novela de espionaje. Puede que todo suene muy manido, pero tengo que reconocerlo está muy bien hecho y el tono terminal del espía de verdad no hace más que engrandecer la novela. De todas las notas que he tomado para sacarles a ustedes extractos, todas tratan sobre ese personaje. Voy a poner un ejemplo para que vean de lo que hablo, se trata de una purga en la CIA:

Todos somos sospechosos. Más que eso. Culpables hasta que se demuestre lo contrario. Nos movemos como sombras por los pasillos. Sombras que son sombras de sombras. Los que se atreven intercambian miradas por encima de montañas de documentos triturados, ordenadores en marcha. Las conversaciones junto a las fuentes de agua son discretas, intensas, llenas de incredulidad y de cuidadosos cálculos. Los que ya están bajo investigación oficial cargan ese estrés como un cascabel al cuello, una estrella judía. En la cantina se sientan solos con sus bandejas y la cabeza dándole vueltas al dinero de la pensión, al dinero para la universidad que se evapora con cada nuevo interrogatorio, con cada nueva sospecha más o menos verbalizada….No hace más de dos semanas que cogieron a Aldrich Ames. Vertefeuille y su obstinado comando de señoras y pensionistas de la segunda planta. Un topo en Langley. Nuestro propio Philby. ¿Es peor vender a tu país por dinero que por ideología? La opinión imperante en las fuentes de agua es que sí


Tremendo el tono del espía. De lo mejor de la novela, simplemente por ese personaje merece la pena el libro y mucho. Les voy a poner otro fragmento simplemente por el placer de volverlo a leer.

Soy el viejo agente de campo al que han mandado a casa, el que ya no podía con las decisiones que se toman en una guerra, el que ya no tenía suficiente estómago para estar en Afganistán. No me sorprende. Todos somos espías. ¿Qué tenemos, aparte de rumores, medias verdades, fragmentos sacados fuera de contexto?

Bueno, ya esta bien, vayamos a lo nuestro. 
Como thriller sólo se le puede poner una pega, es muy moroso en su comienzo. Un buen thriller tiene que sembrar estupor en las primeras diez páginas, que se lo digan a Ludlum, uno de los padres de esto. No por algo el thriller se iniciaba con un buen asesinato o un acto brutal en sus primeras páginas, seguramente heredado de la novela negra, pero lo perfeccionaron y llegaron al máximo. Se atrapa así la atención y sólo es cuestión de no dejarla escapar. La novela no entra en materia hasta la página ochenta, lo cual para ser un thriller es darle mucho margen para la duda. Por medio va sembrando el ambiente propicio para que la novela arranque, pero esa entrada, no muy lograda, y ese desarrollo lento le merman. Lo mismo podría decir del final, demasiado estereotipado pero no quiero destrozarles la novela.
Me ha gustado, lo reconozco, en especial ese tono del autor muy inspirado, frases cortas, certeras, claridad y sentido. No es el primer sueco, ni nórdico que se dedican a esto así que maestros tiene y de los buenos.
No me extiendo más que me conozco. Se lo recomiendo, he disfrutado, me he enganchado, he estado pendiente de la novela y ansioso por saber que ocurría, como thriller ha cumplido con nota. Espero leer la próxima del autor, que ha salido en breve, a ver si prosigue por la misma línea.
Vuelvo a beber. Han pasado quince años desde que estuve sentado con los estudiantes, los talibanes, en unas montañas que no quedan lejos de aquí. Quince años desde que los armé, desde que compartí con ellos las imágenes de satélite, los conocimientos sobre beligerancia asimétrica, las promesas de amistad. Quince años. Un susurro. Un paréntesis. Hace dieciocho años que le prometí destrucción total a un hombre en un ferry en un gélido Estocolmo. Si os preguntáis por qué estamos tan convencidos de que tienen armas de destrucción masiva es porque nosotros se las promocionábamos. Nosotros cosechamos lo que hemos sembrado. Tierra, sangre, mentira tras mentira. Sembramos caos y cosechamos statu quo

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Sergio Torrijos