El Nautilus en el metro de París

Por Oviversai

La estación Arts et Métiers es el submarino de la línea 11 del metro de París.

La decoración de esta parada de metro es similar a este medio de transporte marítimo y parece que nos sitúa en el interior del Nautilus, el submarino de ficción creado por Julio Verne para sus novelas Veinte mil leguas de viaje submarino y La isla misteriosa.

Es inaugurada en 1904 y, en 1994, es rediseñada con esta peculiar decoración ligada al Musée des Arts et Métiers, concretamente por el bicentenario de este último.

Por si no lo sabéis, todas las fotos que pululan por este blog están hechas por mí. Y yo tenía una foto de la estación pero no la encuentro por ninguna parte. Así que tomo una de Flickr para uso no comercial y así os hacéis una idea de cómo es la estación.

Más de 800 planchas de cobre, papeleras y asientos de metal componen esta recreación del submarino del Capitán Nemo. Además, para no entorpecer el ambiente, en esta estación no encontrarás carteles publicitarios. Y para dar credibilidad a la escena, ventanitas de ojo de buey exponen viejos y nuevos inventos que se podrán apreciar en un entorno más cultural en el Musée des Arts et Métiers.

Este museo se encuentra a la salida de la estación y hace un recorrido por la historia del hombre en cuanto al desarrollo y los inventos. Siete son los temas que toca: instrumentos científicos, materiales, construcción, comunicación, energía, mecánica y transportes

De lo que más me llamó a mí la atención en este museo fueron las maquetas para construir la Estatua de la Libertad. Ya sabemos que fue un regalo de los franceses a los Estados Unidos.

Tiene una exposición de bicicletas super especial donde te ves transportado al siglo XIX. Sólo te falta hacerte con un bigote y un bombín, los filtros en blanco y negro ya los puedes poner en tu cámara.

En la escalinata central del museo hay un super murciélago. Y es que presidiendo la estancia encontramos sobre nuestras cabezas la primera máquina voladora. Se trata de un aeroplano diseñado por Clement Ader y también es llamado “El vuelo del murciélago a motor”.

Clement Ader fue un variopinto inventor en los campos de la electricidad como transmisora de sonidos y en el transporte por carretera. Al final, deja todo esto de lado para dedicarse a lo que más le apasiona: lograr vencer la fuerza de la gravedad. Para ello se inspira en el vuelo de las aves, por ello pasa a investigar el campo de la “navegación” aérea.

La primera máquina voladora que inventa es el Éole I entre 1882 y 1889. No salió bien el tema de despegarse del suelo y, tras varias modificaciones, crea una segunda máquina aérea. ¿A que no sabéis cómo se llama? Pues a ver, era ingeniero, no escritor. El Éole II. Tampoco tiraba aquello y construye la tercera máquina voladora, que es la de la foto anterior. La que está expuesta en la escalinata de este precioso museo. Se llama Avion 3 (la originalidad en cuanto a nombre no era lo suyo), tiene tres ruedas como puntos de apoyo sobre el suelo, mide 16 metros y pesa 258kg. Yo con ese peso y viéndolo… Me da que no vuela. Así, ya de lejos… Pero seguimos con su descripción. Dos motores a vapor tenían que empujar unas hélices de cuatro aspas y, las alas tan chulas que veis, son de tela de seda y tallos de bambú. Que no, que pa mí esto no vuela.

En octubre de 1897, en un día de condiciones meteorológicas adversas (claro que sí, campeón), deciden hacer despegar esta maquinaria. Recorre unos cuantos metros cogiendo velocidad, logra despegarse del suelo… Y… Como era de esperar, un revés del viento lo vuelca, destrozando las alas, las ruedas y las hélices (poco me parece viendo lo visto…)

Hasta ahora, el hombre había tenido la ayuda del Ministerio de Defensa, pero viendo que los resultados eran pésimos, se le retiró la ayuda y Ader decidió abandonar esta empresa tan variopinta que tenía entre manos para aquellos tiempos. Igualmente, todo un pionero en su tiempo.

Seguimos con este interesante museo. La parte de comunicaciones es una pasada porque además de llegar desde el telégrafo, pasando por el teléfono, los móviles, la correspondencia, los ordenadores e internet, también nos da un paseo por la historia de la imprenta hasta nuestros días. A mí me impresionó mucho verlo todo tan completo y con tan vasta cantidad de materiales documentando cada paso por nuestros avances en comunicaciones.

Todo tipo de relojes, desde los más antiguos hasta los más modernos, lo mismo con ordenadores, instrumentos de cálculo, robots, telares, andamios, puentes, los primeros autómatas, barcos, coches, aviones… ¡Es que en este museo puedes encontrar el recorrido por la historia de cualquier cosa!

De hecho, otra cosa que me flipó mucho, y que también me dio algo de mal rollete, fue un león y una serpiente hechos en vidrio. Los pelos, las crines, las escamas, la espuma, las flores… Absolutamente todo lo que compone esta figura está hecho en vidrio. El esmaltador René Lambourg aprovecha la viscosidad y la elasticidad de este material bajo el fuego para hacer hebras de vidrio con las que dar forma a la escultura. La base de la escultura es de cartón reforzado y a ella va adhiriendo las hebras. Esta técnica tan minuciosa ocupó varias decenas de años al vidriero.

Este museo se diseña sobre la antigua Abadía de Saint Martin des Champs, por ello, cuando llegamos a la capilla, la escena que se nos presenta delante de nosotros es impresionante. Perfectamente combinados, topamos con una exposición de automóviles desde los primeros diseños hasta hoy en día, cuyo recorrido se entremezcla con la capilla de esta abadía hasta casi llegar al techo. ¡Y en medio de todo ello hay un súper péndulo de Foucault con el que te quedas hipnotizado! De verdad que yo salí maravillada de allí. No me imaginaba tal mezcla de contextos y que pudiera resultar tan sumamente bien.

Yo os aconsejo ir. Fui dos veces. La primera por mi cuenta y me gustó muchísimo. Pero es que la segunda fui con una genial persona conocedora de más de la mitad del mundo de la tecnología, de las matemáticas y de las comunicaciones y me hizo comprender muchísimas más partes del museo. Así que me encantó muchisisisímo más todavía, si cabe.