El nazi-fascismo y el social-comunismo son las dos caras de la misma moneda

Publicado el 29 enero 2024 por Franky
Fascismo y socialismo son las dos fauces de la misma fiera liberticida, salvaje e inhumana. Todo socialismo, cuando evoluciona, se transforma en un tipo de fascismo. Así ocurrió con Hitler, Mussolini y otros muchos. Nuestro artículo de hoy demuestra que Hitler y Stalin eran almas gemelas y que el fascismo es siempre una evolución perversa del socialismo. —- Adolf Hitler pensaba que sus diferencias con los comunistas eran más tácticas que ideológicas.

Pese a que una grandísima mayoría de personas lo ignoren, el tradicional enfrentamiento -la ignorancia incita al miedo, el miedo al odio y el odio a la violencia- y el tremendo rechazo que se profesan los partidarios de una u otra forma de totalitarismo liberticida, la confrontación entre nazifascismo y marxismo en sus múltiples formas es como las guerras de religión, sean cuales sean las diversas religiones suelen ser muy afines (aunque sus dirigentes lo nieguen) y lo que hay siempre en disputa son sus potenciales clientes… Cuando uno logra hacerse oír entre los unos o los otros, inmediatamente se descolocan y perturban. ¿Cómo voy a ser igual que mi enemigo?, se preguntan, y arremeterán rabiosos contra quien los desenmascare, acusándole de agente encubierto de la secta contraria y le lanzarán todo tipo de improperios no importándoles si son zafiedades. Lo que nunca puede uno esperar de ellos es que traten de rebatir con argumentos medianamente racionales; obviamente recurrirán a la falacia ad hominen y similares…

Pues sí, hablar del nazifascismo hace inevitable hablar de Hitler. ¿Fue realmente socialista? Hermann Rauschning, -autor de «Conversaciones con Hitler»– que coqueteó mucho tiempo con el nazismo para luego abandonarlo y denunciarlo, conoció bien a Hitler antes de 1933 y cuenta cómo éste se sentía en deuda con la tradición marxista. Hitler leyó y estudió bien los textos marxistas como estudiante antes de la I Guerra Mundial. Llegó a creer, según sus palabras, que el error de la República de Weimar era que sus políticos no conocían a Marx.

Pensar que el nazismo era contrario al socialismo porque los socialistas y comunistas formaban parte de otros partidos, es lo mismo que pensar que dos tendencias opuestas deno de un mismo partido representan ideologías opuestas. Obviamente, puede haber múltiples partidos con una ideología igual o semejante, existiendo matices o diferencias que en lo fundamental no cambian esta afirmación. Hitler pensaba que sus diferencias con los comunistas eran más tácticas que ideológicas. Él creía que era su nacional socialismo, que “sólo competía con el marxismo en su propio terreno”, el encargado de llevar a la práctica la mayoría de sus ideas.

La limpieza étnica que fue parte esencial del programa nazi también lo era de la ideología socialista marxista. Bernard Shaw dio la bienvenida a la política de exterminios de la Unión Soviética. La socialista británica Beatrice Webb hizo exactamente lo mismo refiriéndose al genocidio soviético cuando remarcó que «no se puede hacer una tortilla sin romper los huevos». En 1935, el gobierno sueco socialista comenzó un programa eugenésico de esterilización. Hitler era consciente de la profunda inclinación del socialismo por el exterminio, y así en 1920 afirmó en Múnich que “¿Cómo, siendo socialista, puedes no ser antisemita?”. Desde la época de Engels hasta aquel entonces todos los defensores del genocidio se autotitulaban socialistas.

Mussolini llegó a decir de uno de los mayores economistas para los políticos socialistas, John Maynard Keynes, que “el fascismo está enteramente de acuerdo con el pequeño libro de Keynes El final del Laissez-Faire, y que podría servir como una introducción a la economía fascista. Hay poco que cuestionar de éste y mucho que aplaudir”.

El Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes, el partido nazi alemán, fue realmente un pionero en implantar programas políticos y económicos socialistas. En 1933 Hitler encargó a Erich Hilgenfeldt la prohibición de organizaciones de caridad privada para que el Estado asumiera en exclusiva toda la labor de ayuda a los necesitados. El Bienestar Nacional Socialista del Pueblo (NSV), la organización encargada de desarrollar e implantar los programas de ‘bienestar socialista’ fue en realidad quizás la más importante dentro del partido nazi. Así, los nazis crearon seguros estatales para personas mayores, complementos salariales para alquiler, para desempleados, para personas con discapacidades, seguros sanitarios, residencias para ancianos… Dentro de la NSV destacaba, por ejemplo, la Oficina para Bienestar Especial e Institucional que ayudaba desde el Estado a ancianos, alcohólicos y personas sin hogar. Incluso había una Oficina también para ayudar a los jóvenes. Todos los programas socialistas nazis se vieron como un intento de reforzar la idea de colectivo y dejar atrás el individualismo y libertad de los regímenes liberales.

No está de más recordarles a las víctimas de las leyes educativas “progresistas” y demás desinformados e analfabetos que, las diversas formas de fascismo fueron vencidas el siglo pasado, en la segunda guerra mundial…

La gente de izquierda ve fascistas por todos lados, excepto cuando se miran al espejo.

Ya indicó George Orwell que, así denominan los izquierdistas a todo lo que les disgusta. Los que cuando hablan de sí mismos se hacen llamar “progresistas”, llaman fascista a quien diga algo que no les agrade, ya sea acerca del “calentamiento global”, acerca del feminismo, acerca de los homosexuales, acerca del Islam, acerca de… excepto “curiosamente” si alguien ataca a los judíos y al Estado de Israel.

Si alguien dice que es partidario de que la enseñanza no sea estatal, que sea libre y privada, entonces será llamado fascista, cuando el fascismo está a favor de la enseñanza institucionalizada, no privada.

Pero, si hay algo especialmente sorprendente (producto de la ignorancia, claro) es que los progres digan que el fascismo y el nazismo son de derechas.

Fascistas y socialistas (y comunistas) pueden odiarse mutuamente, pero aunque parezca mentira es mucho más lo que los une que lo que los separa.

Para empezar, ambas doctrinas son antiliberales, son contrarias a la economía de libre mercado y a la democracia liberal.

La búsqueda de la “tercera vía” entre economía de libre mercado e intervencionismo estatal, aunque los progres lo presenten como algo novedoso, y como seña de identidad del socialismo, de la socialdemocracia, ya era una cuestión que planteaba el fascismo italiano en los años veinte y treinta del siglo pasado. Y si hablamos de campañas “progresistas” contra el consumo de tabaco, o la “defensa de los animales”, el llamado “animalismo” ya estaban incluidos en el credo y el proyecto de Adolf Hitler.

No existe ningún fascismo de derechas, liberal-conservador, todo fascismo es progresista, aunque al contrario que el comunismo no pretenda (tampoco la socialdemocracia) acabar plenamente con la economía de libre mercado, y no se plantee la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción, sí persigue una economía intervenida por el estado, planificada y redistributiva, un régimen político y económico en el que los ciudadanos mantengan la propiedad y la libertad pero con grandes restricciones, y siempre supeditadas a la colectividad. No es casualidad el trasiego de fascistas hacia el socialismo, y viceversa. Tanto Mussolini como Hitler se declararon abiertamente “socialistas”, y partían de un diagnóstico claramente marxista. Lo mismo se puede decir del trasiego de socialistas hacia el falangismo en España, y viceversa.

El programa de gobierno fascista (también el nacionalsocialista) incluía limitar la jornada laboral, implantar salario mínimo interprofesional, enseñanza pública y laica, sanidad pública, reforma agraria, pensiones públicas y muchas más propuestas hoy llamadas progresista, derechos sociales, y propias del “estado de bienestar”.

También, el fascismo (y nacionalsocialismo) pretendían crear un “nuevo país”, un hombre –y una mujer- nuevos, una nueva sociedad.

No es de extrañar que Lenin mostrara públicamente sus simpatías hacia Benito Mussolini.

Tampoco podemos olvidar que Adolf Hitler era abiertamente anticapitalista, despreciaba a la burguesía. Y tanto los nazis como los fascistas alabaron al Roosevelt y su New Deal por sus políticas intervencionistas y antiliberales.

“En todas partes hay cosas artificiales, la comida está adulterada y repleta de ingredientes que supuestamente hacen que se conserve más tiempo, o tenga mejor aspecto o parezca enriquecida, o lo que sea que los anunciante quieran que creamos… Estamos en manos de las empresas de alimentación cuyo poder publicitario y económico les permite prescribir lo que podemos comer y lo que no podemos comer… tomaremos medidas enérgicas para impedir que la industria alimentaria destruya a nuestro pueblo”.

Estas palabras serían perfectamente subscritas por cualquier ecologista, progre, de la “izquierda alternativa” ¿Verdad?

Pues, son nada más y nada menos que de Heinrich Himmler, Ministro del Interior del régimen nazi, jefe de las SS, y de la Gestapo….

Hitler hubiera prohibido las corridas de toros, tal cual hizo con la caza del zorro, afirmando que en su “nueva Alemania” no cabía la crueldad hacia los animales.

Igual que los actuales izquierdistas, los fascistas y los nazis eran enemigos de la institución familiar y de la religión… en la misma dirección de la “corrección política” de la izquierda española.

Fascistas, comunistas, nacionalsocialistas, nacionalistas coinciden en supeditar al individuo, al ciudadano a la colectividad, al grupo, al “bien común”, puede que estén enfrentados los unos con los otros, pero todos coinciden una cuestión: son antiliberales, liberticidas, totalitarios. Muchos son los que han calificado a la socialdemocracia como característica de comunistas “con paciencia”, sin prisas.

Tal como indica Jonah Goldberg en su libro “Liberal Fascism”, traducido a la lengua española como “El fascismo progresista”, el nuevo progresista es un profundo estatista, representa un nuevo fascismo generado en una cultura política democrática pero con unos ingredientes ideológicos de izquierdas y alternativos (comunitarismo, sindicalismo, multiculturalismo, new age, buenismo, corrección política) que contribuyen a acentuar la sumisión o el conformismo progresista, integrador y autoritario. Lo más característico del progresismo fascista quizás sea “la creencia estridente de que cualquiera que defienda la superioridad de una concepción moral, forma de vida o tipo humano distintivos” ha de ser elitista, antidemocrático e inmoral.

Insisto: para quienes se ubican en la izquierda, fascista es casi todo aquel que no piensa como ellos.

Este vocablo lo utilizan para nombrar a gente de derechas, de extrema derecha e incluso en algunas ocasiones a terroristas de difícil ubicación “ideológica”, aunque ellos mismos se sitúen en la izquierda más irracional y fanática. Para un individuo “progresista” (palabra de la cual se han acabado apropiando) fascista es lo peor de lo peor, lo más malvado, mezquino, terrible que se puede ser (bueno, también están entre los malvados los pro-israelíes y pro-norteamericanos).

Por supuesto, la mayoría de quienes tienden a etiquetar de fascista a los que no piensan como ellos, ignoran todo o casi todo acerca de fascismo; por no saber, no saben quién fue Benito Mussolini, y menos que era un socialista italiano desencantado por la sumisión del socialismo europeo a la internacional pro-soviética y que, allá por 1.919 propugnaba un estado fuerte basado en la dictadura de un partido único (muy parecido a que lo que proponía el socialismo entonces, como en España el PSOE). Aunque no era partidario de la “dictadura del proletariado” que propone el marxismo-leninismo en sus múltiples variantes, su programa económico, sin embargo, era muy similar, y como el marxismo-leninismo proponía la creación de un estado fuerte, intervencionista, con grandes empresas públicas, banca nacionalizada, obras públicas a mansalva y emprender medidas para la protección de los trabajadores.

De estos mismos objetivos participaba también el partido fundado por un tal Adolfo Hitler con el nombre de Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes. Aunque, como bien sabe cualquiera que haya estudiado Historia del siglo XX, en el caso alemán además de la exaltación nacionalista se fomentó el racismo. Tanto el régimen de Mussolini como el de Adolf Hitler eran imperialistas, y cada cual por su cuenta acabó invadiendo diversos países: Abisinia, Checoslovaquia, Austria, Hungría y finalmente Polonia.

Los nazis y los fascistas no decidieron ser aliados hasta que Alemania invadió Francia. Cuando se inicia la Segunda Guerra Mundial, tras la invasión de Polonia por parte del ejército hitleriano la Alemania Nazi era aliada de la Rusia Comunista. Entre Hitler y Stalin se repartieron Polonia, y como consecuencia de esa invasión los rusos fusilaron en Katyn a varios miles de oficiales polacos y acabaron con la élite intelectual, empresarial, política de la Polonia de entonces…

Así que, a ver si os enteráis de una vez los desinformados, ignorantes y víctimas de las leyes educativas “progresistas”, y os queda claro que los únicos estados fascistas que han existido, fueron derrotados por democracias occidentales gobernadas en algunos casos por jefes de gobierno de derechas (como era el caso de Gran Bretaña, entonces gobernada por Winston Churchill).

Por supuesto, que no podemos olvidar la intervención rusa en esta guerra, pero ésta fue sobre todo defensiva hasta que la Unión Soviética acabó invadiendo Alemania en 1945…

Y ya para terminar: Si alguien que tilda a otra persona de “fascista” lo hace porque esa persona participa de la idea de que lo mejor es el libre mercado, la estricta separación de poderes, el gobierno limitado y la moralidad tradicional, incluyendo influencias religiosas, entonces está incurriendo en un absoluto error, una tremenda estupidez, pues los fascistas (como los nazis) se opusieron a todo ello, tal como hacen hoy quienes se hacen llamar de izquierdas.

No hay nada más alejado de la derecha, de ser liberal-conservador, que el fascismo.

Carlos Aurelio Caldito Aunión
(Artículo cedido por "Voz Ibérica" (Nueva Época)