EL NEGOCIADOR, breve cuento de José
Sanclemente.
A Benigno Fuencisla le sonó el móvil sobre la mesa de la
cocina en el mismo instante en que el pan de dos días dio un brinco de la
tostadora. Dudó entre abrasarse los dedos con la tostada ennegrecida o atender
la llamada.Quiso hacer las dos cosas al
mismo tiempo y se quemó. Arrojó raudo el pan en el plato pero no atinóy cayó en el pringoso suelo, que llevaba sin
fregar desde que su mujer le había plantado hacía dos semanas. Enfurruñado
respondió a la llamada, era el comisario Lorente de Vía Layetana.
—Benigno tenemos un código 207 con un individuo armado con un
subfusil que retiene a veinte personas
en la sucursal de La Caixa de Vía Layetana 42, aquí al lado de la comisaría.
—Voy para allá.
Benigno Fuencisla tenía
más de una docena de secuestros a sus espaldas en los que había mediado con
éxito relativo, pues el 80% de los rehenes habían salido ilesos y el 100% de
los secuestradores habían acabado en la trena. Daños colaterales, le llamaba al
20% de los secuestrados que no habían podido contarlo.
Untóla tostada conajo. “El ajo es como la penicilina, todo lo
cura”, le decía su difunta madre de pequeño. Así que no iba a dejarle de hincar
el diente a su desayuno solo porque estuviera infestado con los gérmenes de las
baldosas mugrientas. Alivió la sed con una cerveza desbravada que estaba
abierta en la nevera y eructó la penicilina aliácea .
No se afeitó, no le
daba tiempo. Sabía que los primeros minutos eran determinantes antes de que la
cagaran los polis haciéndose los héroes o al atracador le cogiera el baile de San Vito y apretara el gatillo.
Llegó en la Vespa en
menos de diez minutos.
Se quitó el casco,
sacó su carné de negociador y se abrió paso entre la policía que había rodeado la
sucursal de La Caixa, incluso por donde no había salida alguna. En primera
línea, apostado tras un furgón policial, vio al comisario Lorente.
—¿Qué
tenemos?—preguntó.
—Un tipo puntual. En
cuanto abrieron la oficina de La Caixa entró y encañonó a la gente. Tenemos una
línea abierta con el teléfono del director de la sucursal.
—¿No hay demasiados
polis aquí? —dijo Benigno que contó no menos de cien uniformados.
—No sé, se han unido
unos cuantos de los que viven en el puerto desde lo del Referéndum y he parado a
cuatro furgones que están esperando a tres manzanas de aquí . Se ve que se
aburren y quieren ayudar.
Las calles estaban cortadas al tráfico y los leds azules ululaban sobre el techo de
las lecheras , con un ruido
ensordecedor. Benigno Fuencisla se lo hizo notar al comisario Lorente.
— No cree que el
secuestrador ya sabe que estamos aquí y somos muuuchosss, ¿podría dar órdenes
de que apagaran las sirenas?, por favor. Si me he de comunicar con el
sospechoso tengo que hacerlo en silencio.
Lorente transmitió
la orden por radio y en segundos se hizo un silencio ensordecedor, aunque al instante
dos helicópteros que sobrevolaban la zona petardearon como truenos en el cielo.
Fuencisla se desesperaba por momentos. Lorente que vio como se le agriaba el
gesto al negociador— no sabía que era también como consecuencia del ajo de la
tostada que le repetía sin cesar—, ordenó que se alejaran las aeronaves.
—¿Así está
bien?—preguntó con retintín el comisario.
Fuencisla no
contestó. Alargó la mano para que Lorente le diera el teléfono con el que se
podía comunicar con el interior de la oficina bancaria.
—¿Sabe cuanta pasta
cuesta la hora de esos helicópteros y la de todos estos polis con sus coches
patrulla? Es un despropósito. Así va el país…en fin deme el número para marcar.
El comisario se
llenó de paciencia y le facilitó el teléfono.
—Fuencisla tiene dos
horas como máximo, si no saca a la gente de ahí y se entrega el atracador
entramos a por él. No podemos dejar la calle cerrada todo el día. La gente está
hasta el moño de calles cortadas por las manifestaciones de los
Independentistas, los españolistas y los que quieren dialogar. Solo faltaba
esto y al lado de la puta comisaría. Es que tiene unos huevos el perla ese…
—Déjeme a mí.
—Todo suyo—marcó el
número y en cuestión de segundos oyó una
voz masculina al otro lado de la línea.
—Soy Benigno
Fuencisla, el negociador, ¿con quién hablo?
—Llámeme Puigdemont
de momento, soy el atracador y tengo a veintidós personas apuntándolas con una
ametralladora.
—Pues me habían
dicho que eran veinte y que tenía un subfusil—miró al comisario arrugando el
morro, que escuchaba la conversación con un pinganillo unido al teléfonomientras un sargento de comunicaciones la
grababa—, ya sabe que la policía va a bulto a veces, no se caracterizan por ser
refinados ni meticulosos. Solo hay que ver la de hostias que han dado a la
gente por lo del Referéndum.
La primera andanada de la conversación de
Fuencisla era siempre para establecer una corriente de simpatía con el delincuente,
poniéndose en contra de la autoridad, eso le daba muy buenos resultados siempre
o casi siempre, porque esta vez Puigdemont le corrigió:
—Oiga que yo soy
español a tope y soy fan de la policía nacional y de la guardia civil. O sea
que no me toque los cojones, empezamos mal para negociar listillo.
—Bueno…no me ha
interpretado bien—corrigió el tiro Fuencisla—yo, señor Puigdemont, soy también
policía de la brigada de inteligencia, lo que quería decir es que hicieron un
buen trabajo para desactivar el puto referéndum ilegal, no como los mossos…—A
Fuencisla se le hacía difícil llamarle Puigdemonty defender al mismo tiempo a los
antidisturbios que habían venido de diferentes lugares de España a impedir el
referéndum. Sabía que la mayoría de los secuestradores actuaban con nombres
falsos de gente a la que solían odiar, como si creyeran que de esa manera le
cargaban a sus enemigos el muerto de sus fechorías.
—Ah pues perdone,
seguramente no le he entendido, son los nervios que a uno no le dejan pensar.
Mire puede llamarme por mi verdadero nombre, soy Morales y he venido desde
Móstoles.
Fuencisla le indicó
con un gesto al comisario que comprobara la filiación del secuestrador en la
base de datos policial.
—¿Ha venido desde
Móstoles para atracar un banco en Barcelona con sede en Valencia?
—No exactamente.
Llegué con el autocar que fletaron unos amigos de la Falange para la
manifestación esa de la sociedad civil catalana y me quedé, pero no soy falangista…no
vaya a pensar, yo soy español por los cuatro costados, pero no soy un facha.
—Pero está atracando
un banco y ha tomado rehenes, eso tenemos que discutirlo para que nadie sufra
daño y usted pueda volver tranquilamente a Móstoles.
—Oiga Fuentecilla…
—Fuencisla.
—Pues Fuencisla, soy
español pero no soy tonto. Sé que si me cogen me cuelgan un marrón de aúpa
aunque libere a los rehenes recién duchados y les regale un traje de Armani
para compensar el estrés que están sufriendo, porque sabe: aquí se están
poniendo de los nervios. Sobretodo los que son independentistas, les veo ahora
mismo una cara de cagaos que no se puede hacer a la idea.
—Perdone Morales y
¿Cómo sabe quienes son los rehenes que están a favor de la independencia?
—Fuencisla que no
soy tonto, ya se lohe dicho; un español
lo sabe y punto…además entre ellos hablan castellano para despistarme, pero a
mi no me la dan. Estos llevan la estelada
bordada en sus calzoncillos y las
bragas cagadas…
—¿Los ha desnudado?—Fuencisla
estaba desorientado.
—Por supuesto. Están
todos en pelota picada, que es como la gente no puede disimular sus vergüenzas.
Lorente ya tenía la
filiación de todos los Morales de Móstoles, pero eran nada menos que seis
mil.Benigno tenía que sacarle más
información. Era imprescindible saber a qué tipo de secuestrador se enfrentaba.
—Bueno Morales, qué
le parece si deja salir a unos cuantos rehenes y me dice qué puedo hacer por
usted a cambio…Así podrá volver a su trabajo y con su familia.
—Joder Fontillas,
que no me lo trago. Que si salgo me llevan a prisión y además estoy en el paro,
o sea queno me esperan en ningún
curro.
—Me llamo Benigno
Fuencisla, si quiere puede llamarme Benigno—cubrió el auricular con la mano para que Morales no oyera como le decía al comisario que buscara en el registro
de las oficinas del INEM de Móstoles a todos los Morales desempleados— Le digo
lo que haremos, usted libera a los españoles y se queda con los
independentistas para que podamos seguir negociando.
—¿Y qué negociamos?¿Van
a retirar la ley del referéndum, van a prometer que no declararán
unilateralmente la independencia? ¿Lo puede conseguir Benigno? ¿Eh? Tiene
cojones de ofrecerme ese pacto por escrito firmado por el Puigdemont de verdad?
Quiero que el President lo diga en la
televisión española.
—Hombre eso lleva un
tiempo, pero puedo ver qué puedo hacer…
—Anda, no me jodas
Fuencisla—pasó a tutearle—, eso no lo consigues ni emborrachando a toda la CUP
, ¿o sí? Creo que me estás tomando el pelo y me voy a cargar a un par de tías indepes que tengo a mi lado con el
flequillo que parece cortado con un hacha.
Se oyó gimotear a
las mujeres al otro lado del teléfono.
—Tranquilo, tranquilo,
de verdad que no quiero engañarte, para nada, pero me has de pedir cosas
posibles y para empezar a conseguírtelas necesito que salgan de la oficina
sanos y salvos los rehenes, ¿podemos hablar de ello sin exaltarnos?
Lorente redujo la
lista a la mitad, eran tres mil los Morales desempleados en Móstoles. Benigno
Fuencisla se cagó en todo: ¡Puto desempleo!, ¡Joder!, pero si Móstoles debe
tener poco más de 100.000 habitantes y el tres por ciento son Morales y están
en el paro…Había que afinar más. Pensaba con rapidez y eructaba ajo a cada
minuto. El comisario se tuvo que separar de él para no recibir las agrias y
fétidas bocanadas.
—¿Estás ahí Fuentecilla?
Voy a pegarles un tiro si Puigdemont no aparece en la tele y retirasus leyes ilegales y renuncia a la
independencia.
—Estamos en ello, de
hecho el President se está interesando por lo que sucede en la sucursal…
—¿Este? Le importa
un comino que La Caixa se haya ido de Cataluña y ¿Ahora se va a preocupar por
lo que sucede en una puta oficina?
—Aunque La Caixa se
haya idoa Valencia a Puigdemont le
afecta todo lo que suceda en su territorio. No puede haber violencia como
consecuencia del procés , eso lo han
respetado hasta ahora y no se puede permitir que se atraque un banco y se
secuestre a ciudadanos por conseguir la independencia. ElPresident piensa que la independencia no vale
la pena si hay vidas en juego.
—¿Y tú cómo sabes lo
que piensa? Le importa una mierda que España se rompa, que me cargue a los de
la CUP o aún menos que mueran españoles, eso si que ni le va ni le viene…
—Mientras arreglamos
lo de su comparecencia en la tele, podríamos negociar otras cosas… por ejemplo
un trabajo para ti, eso es fácil… ¿Qué te gustaría hacer? ¿Qué edad tienes y
qué profesión tenías antes de estar en el paro?
—Joder Fuencisla,
eres todo un conseguidor. Mientras me
gestionas la unidad de España, me das un curro. Tío tengo ganas de estrecharte
entre mis brazos.Era carpintero
metálico, especialista en puertas y ventanas y me fui a tomar por culo con la
crisis. Tengo 52 años y ya nadie quiere emplearme…
El comisario ordenó
acotar el número de Morales de Móstoles carpinteros de 52 años.
—Pues eso está
hecho, seguro que puedes empezar en una semana a trabajar…y ahora ¿por qué no
sueltas a algún rehén?
—¿Españoles o
Independentistas?
—Me da igual
Morales, me da igual.
—Pero ¿Españoles que
crean que esto se arregla cambiando nuestra constitución y votando, o aquellos
que quieren que las cosas sigan como estaban?
—Porque no
dejassalir un poco de todo, sugiero.
—¿También a los que
están en contra del 155 o solo los que están a favor?
Benigno Fuencisla
tenía ardor de estómago, seguro que el ajo era tan curativo como la penicilina
como decía su madre, pero le estaba sentando como una puñalada en las entrañas
y Morales le estaba sacando de quicio.
—Haremos una cosa,
quédate con uno de cada y libera al resto.
—¿Y qué hago con
los equidistantes?¿También me quedo con uno de estos?
—No, yo creo que
los equidistantes no hacen daño, están ahí sin molestar y son silenciosos…¿No te
parece? Yo les dejaría salir—dijo Fuencisla.
—Pues ahora que los
miro, no hay ninguno que me parezca equidistante. En las últimas semanas todos
han tomado posiciones y se van alineando en un polo u otro …!Joder!, ¿qué hemos
hecho mal Fuencisla?
—Yo creo que lo
hemos hecho bien. Estamos aplicando el Estado de Derecho con toda la
contundencia. Acabaremos ganando.
—¿Tú crees, o lo
dices para tranquilizarme?
—Estoy convencido del
todo.
—Está bien Benigno,
voy a liberar a diecinueve y me quedo con un independentista, un español de
raza y un español que quiere que se cambie la constitución para poder votar en
el futuro. Libero a todos los demás, incluido uno que no ha dicho ni pío, que puede
que seaun equidistante.
—Me parece una
buena decisión—Benigno respiró hondo y pareció que se le aliviaba el ardor de
estómago.
El comisario le dio
una lista con dos Morales de Móstoles que estaban en las listas del INEM,
buscaban trabajo de carpintero y tenían 52 años. El cerco se había estrechado y
aparecía la aguja en el pajar, bueno dos agujas. En segundos tendría las fotografías
de ambos mostoleños.
Benigno Fuencisla
estaba consiguiendo que el secuestrador liberara nada menos que a diecinueve
rehenes y en breve tendría las fotos de dos caras que le darían más información
sobre quién tenía al otro lado del teléfono.
—Salen en fila
india—dijo Morales—, les he pedido que se vistan y lo hagan por orden, primero
los españoles unionistas, segundo los que quieren cambio en la constitución y
por último los independentistas. Ah no, el último será el mudo equidistante.
Fueron desfilando
con las manos en la cabeza y la policía los recolocaba en furgones y los
identificaba con su dni y luego les preguntaban qué les parecía el procés y en qué bando estaban. Benigno
comprobó que Morales había acertado con la filiación política de todos.
El comisario
Lorente le hizo una señal de aprobación con el pulgar a Benigno y esbozó una
sonrisa, estaba a punto de culminar con éxito la negociación.
—Estupendo Morales,
has cumplido tu palabra y yo cumpliré la mía.
—Soy español y si
algo tengo es palabra, ahora solo falta que salga Puigdemont y diga
públicamente que retira la independencia unilateral y que Cataluña seguirá en
España o cumpliré mi otra palabra y me cargo a los tres rehenes que tengo
conmigo.
—No va a haber
violencia, no va a haber heridos ni nada de lo que tengas que arrepentirte,
Mariano, ¿Porque te llamas Mariano verdad?— de los retratos de los dos
mostoleros que imprimió la policía, el buen hacer y la experiencia del
negociador Fuencisla le había hecho decantarse por el de un hombre curtido con
el pelo rizado y mentón prominente, frente al otro enjuto y barbado que se
llamaba Luis. Además Mariano le pareció un nombre más español. Los rehenes liberados
no pudieron identificarlo porque dijeron que llevaba la cara cubierta con un
pasamontañas.
—Eres bueno
Fuencisla, seguro que debiste sacar el
número uno de la promoción de negociadores. Qué ganas tengo de tomarme una
cerveza contigo, pero me vas a meter en la cárcel, ¿no es verdad? En cuanto salga
me ponéis las esposas y al calabozo que lo tenéis aquí al lado… Os he
facilitado el asunto. No tenéis ni que llevarme en coche, de la oficina al
calabozo de la comisaría y de ahí al juez que me enchironará por una docena de
años, si nadie sale herido…¿Tengo razón?
—No, Mariano, no.
Escucha si salen los rehenes sin un rasguño, esto lo arreglamos con el juez.
Tenemos mano y si no está el indulto del Consejo de Ministros, eres un patriota
al fin y al cabo.
—Ya sé que el
gobierno tiene mano con el Estado de Derecho, porque lo de encarcelar a los
Jordis de Omnium y de la Asamblea es una buena jugada, ¿pero me tengo que fiar?
¿Va a salir Puigdemont por la tele?
—Va a salir pero eso
demorará…
—Demorará toda la
vida, ¿no es cierto Benigno?
—Creo que voy a
disparar al español unionista. Me sabe mal, pero somos muchos, ¿te parece bien
o prefieres que liquide al indepe? No
nos vamos a andar con medias tintas. Lo que tú decidas yo lo hago, pero tengo
que ejecutar a alguien para que Puigdemont y todos vosotros me toméis en serio.
—Mariano, por favor
te lo pido, no lo estropees que vamos bien. Esto se puede acabar ya y nos
olvidamos del tema.
—Soy Mariano Morales
de Móstoles, un español íntegro que quiere defender la unidad de su patria a
costa de su sacrificio. Benigno, ¿a quién me cargo?
—No lo hagas, eres
de los nuestros—suplicó el negociador.
—Pues lo voy a hacer,
decide a quién ejecuto.
—Por favor—imploró
Fuencisla
El comisario dio la
orden para que los policías con chalecos antibalas se apostaran cerca de la
puerta. Los tiradores buscaban a través de los cristales con sus teleobjetivos
el lugar aproximado donde los rehenes dijeron que estaba el secuestrador. Eran
momentos tensos que a Fuencisla se le hicieron eternos. Se hizo un largo
silencio.
—He cambiado de
opinión—dijo Morales al fin.
—Está bien es una
decisión acertada—respiró profundamente Benigno.
—Me cargo al indepe.
—Joder, no es eso.
—Pues al español
pactista…
—Que no, que no
tiene que resultar nadie herido Mariano.
—Fuentecilla, he
decirte una cosa…
—¿Qué, Mariano?—el
negociador ya no le corrigió el apellido.
—Que no soy Mariano,
que te he dado pistas falsas y me imagino que has buscado en la base de datos y
te ha salido un Mariano Morales… , tampoco soy de Móstoles.
Benigno Fuencisla
volvió a eructar ajo pero ya no expulsó la bocanada agria, estaba
desconcertado.
—¿Quién coño
eres?—gritó.
—Eh, no te enfades
que hasta ahora íbamos bien. Ya te he dicho que me podías llamar Puigdemont.
—Vete a la mierda.
—Estás saliéndote de
tu papel Fuentecillas. No deberías disgustarme. Si quieres dejamos en suspenso
el atraco durante un tiempo y negociamos de tú a tú. Eso es muy de Puigdemont.
—Mira, como quiera
que te llames. Yo ya te he ofrecido una salida pactada, pero si no liberas a
los rehenes y te entregas, en media hora entrarán los GEO y te aseguro que no
se andarán con hostias.
—¿Me estás
amenazando? Te lo perdono porque no estás pasando un buen momento con lo de tu
mujer y eso…
—¿Pero tú qué coño
sabes?
—Pues que tu mujer
se piró con un abogado indepe harta de la vida aburrida que le dabas. Solo hace
falta entrar en tu página de Facebook y seguirla a ella…, ¿sabes que todavía seguís
siendo amigos? Deberías actualizar tus
redes sociales. ¿Sabes que ella no para de colgar fotos con el abogado en la
cama, cubiertos con una colcha bordada con la estelada?,
¿no la has visto? ¿Te la envío por wasap si me das tu móvil.
Fuencisla estaba
fuera de control. Se había dejado acoquinar por el secuestrador, estaba
perdiendo la negociación y los nervios.
—O me dices quién
eres o entramos en cinco minutos y te vamos a llenar de plomo hasta las orejas.
El comisario miraba
incrédulo a unFuencisla absolutamente fuera
de sí y temió que aquello iba a salir fatal.
—¡Uy qué miedo!,
cálmate, parece que ahora he de hacer yo tu papel. Mira, no te diré mi
verdadero nombre, pero has de saber que soy catalanista e independentista hasta
la médula.
—¿Y qué coño
quieres entonces?
—Lo que quiero ya
lo tengo. Ya he comprobado que Puigdemont y su gobierno van a seguir adelante
con el proceso hacia la independencia, ni siquiera le ha detenido un secuestro
de catalanes. Ahora sé que hemos ganado.
—¿Y para eso ha
valido la pena jugarte tu libertad y tu vida? Porque ahora sí que entramos y te
cosemos a balas o acabas el resto de tus días en la trena—dijo con contundencia
Fuencisla.
—Ves, ahora me
cambias el discurso, como soy independentista ya no me ofreces un indulto o un
pacto con los jueces. Sois una mierda los españoles y manipuláis el estado de
derecho a vuestra conveniencia. Me reafirmas en mi convicción de que nos
tenemos que ir de vuestraEspaña
corrupta.
—No me enredes. Se
acabó la conversación. Si no te veo cuando entremos es porque estarás muerto.
—¿Se acabo el
dialogo?
—Se acabó—concluyó
Fuencisla.
—Me hubiera gustado
verte y tomarnos unas cervezas, pero no podrá ser…
—¿Qué vas a hacer?
—Ya he cumplido mi
objetivo. Ahora me iré.
—No puedes escapar,
la oficina está rodeada por la policía.
—Venga, no me hagas
reír, si hemos sido capaces de hacer desaparecer y aparecer miles de urnas y
millones de papeletas, ¿no voy a ser capaz de pirarme de aquí sin problemas? Adiós
Benigno, ¡Visca Catalunya independent! Tendremos que suspender nuestra cerveza.
Los Geo entraron
en la oficina de La Caixa lanzando botes de humo. Sentados en el suelo encontraron
a una mujer y dos hombres, los últimos rehenes del secuestrador independentista
desconocido. Estaban en ropa interior, los identificaron como un españolista
unionista, uno pactista y uno a favor de la independencia. El secuestrador no
apareció por ningún rincón de la oficina. En el lugar donde había estado había
una pistola de juguete de la guerra de las Galaxias y una bandera estelada gigante.
Benigno Fuencisla
eructó, de nuevo, ajo y su olor fétido se confundió con el sulfuroso de los
botes de humo.