Título: El niño del ingenio de azúcar (Menino de engenho)Autor: José Lins do RegoEditorial: Celeste (2000)Año de publicación: 1932 Páginas: 126
Como habréis visto, llevo desde el jueves sin dar muchas señales de vida ni en mi blog ni en otros. Por un lado, he estado fuera este fin de semana, desconectada totalmente de Internet, cosa que de vez en cuando no viene nada mal. El otro motivo es menos bueno, me temo. El domingo me hice una contractura en la espalda (creo y espero que sea solo eso, porque hasta mañana no voy al médico), que se suma a una antigua y crónica contractura que tengo en el otro lado de la espalda y que me hice tras un accidente de coche hace ya años. Así que aquí estoy, más tiesa que un palo, con mi mantita térmica, hinchada a calmantes e intentando teclear lo mejor que puedo. Eso si, no hay mal que por bien no venga, y a la palabra reposo le sumamos la palabra ¡libros! Pues si, más tiempo en reposo, más tiempo leyendo, lo que por lo menos para mi siempre es un inmensísimo placer. La reseña que os traigo hoy es de un libro que acabé la semana pasada, pero que por todas estas cosas no he podido reseñar antes, es muy breve y se lee en un suspiro, y además me ha supuesto todo un descubrimiento. Ya os he contado más de una vez mi método de acercarme a la biblioteca y coger libros un poco al azar, sin tener muchas o ninguna referencia sobre ellos. Bueno, que nadie crea que esto funciona siempre, junto a este saqué otros dos más, que volvieron a la biblioteca al día siguiente tras no haber pasado de las dos o tres primeras páginas. Pero volvamos al libro que nos ocupa. El niño del ingenio de azúcar es un clásico de la literatura brasileña, nos narra las aventuras de un niño de ciudad al que envían a vivir al campo tras el asesinato de su madre a manos de su propio padre. El niño, de tan solo cuatro años, se marcha a vivir al ingenio azucarero de su abuelo materno.
Un ingenio azucarero es un latifundio dedicado a la plantación de la caña de azúcar y a su posterior procesamiento para convertirlo en el azúcar blanco y fino que conocemos. El abuelo es el dueño de las tierras y también del destino de cientos de trabajadores negros y mestizos, que malviven como pueden, entre el hambre y la miseria y cargados de hijos. A pesar de que la esclavitud se abolió en Brasil en 1888, y que nuestra narración se sitúa a inicios del siglo XX, estos siguen viviendo en un estado muy similar al de la esclavitud. Seguiremos a nuestro protagonista desde que llega como niño inocente y delicado al ingenio de su abuelo, hasta su adolescencia, en un camino de aprendizaje próximo a la picaresca, asalvajándose cada vez más, con incursiones por la selva junto a los niños negros de la plantación, con encuentros sexuales con algunas de las negras que trabajan para su abuelo, viviendo catástrofes naturales como la inundación de las plantaciones, la llegada de un bandolero, o las leyendas sobre espíritus y hombres lobo que acechan. Se trata como podéis ver de un libro lleno de aventuras, que entronca directamente con la tradición oral brasileña. De hecho, se introducen en la historia algunas narraciones que las viejas o el propio abuelo del muchacho cuentan. La lectura es muy entretenida, los capítulos son muy breves y en cada uno de ellos se nos cuenta alguna aventura o trastada del protagonista, en su viaje iniciático hacia la madurez, que en este caso no es del todo positivo y en absoluto moralista, ya que el niño no recibe apenas educación y a lo único que se dedica es a sus correrías.
José Lins do Rego (10901-1957) pasó su infancia en un ingenio azucarero, por lo que mucho de lo que cuenta en esta novela es autobiográfico. El autor ejerció como abogado, pero también tuvo éxito en vida como escritor. De hecho, el día de su muerte, se instaló una capilla ardiente en la Academia brasileña de las Letras de la que llegó a formar parte, que fue visitada por miles de personas. Os recomiendo este libro si queréis conocer un poco más Brasil, un país que por lo menos yo no conocía literariamente ni en person; si queréis adentraros en un mundo exótico lleno de alimentos como la tapioca o el argu; entrar en la selva con sus frutos jugosos como el jambo, la cajá, la cabrinha o el arrebenta-bois; y conocer a animales inquietantes como el urubu.