El niño jesús de praga

Por Desdelaterraza
   Cuando en 1555 doña María Manríquez de Lara, dama al servicio de la emperatriz María, hija de Carlos V, contrajo matrimonio con Vratislao de Pernsteins, noble checo en la corte del emperador Maximiliano, quiso aquella tener consigo la preciosa imagen de un Niño Jesús que se guardaba en la casa cordobesa de su familia. La imagen, según la tradición, había sido modelada en cera por un fraile, reproduciendo la visión que del propio Niño se le presentaba, y en la que anunciaba al fraile su destino en la casa los Manrique de Lara y su posterior traslado a tierras de Bohemia.
   Así se cumplía, pues doña María, al tiempo de su boda, recibió de su madre, como regalo, la imagen del niño Jesús, a la que prestó gran devoción durante toda su vida, para recibirla después la hija de doña María, Polixena, también como regalo de bodas, quien custodió la imagen familiar con el mismo celo empleado por su madre.

   Mas en la Bohemia de 1618, nobles protestantes se alzaron contra el rey Fernando. Dos funcionarios reales fueron arrojados por una de las ventanas del castillo de Praga. Era una pugna entre Reforma y Contrareforma, que daba origen a una guerra que iba a durar treinta años, aunque su devenir no sólo se iba sustentar en sus iniciales antagonismos religiosos.

   En 1620 vencieron las tropas imperiales a los reformistas recuperando Praga, y el emperador Fernando II el trono de Bohemia. Para conmemorar aquella victoria en la batalla de la Montaña Blanca, el emperador cedió a la orden del Carmelo el convento e iglesia de la Trinidad, que los frailes descalzos rebautizaron con el nombre de Beatísima Virgen María de la Victoria.

   Fue a ese convento al que Polixena, casada, en sus segundas nupcias, con el canciller de Bohemia, el príncipe Von Lobkowitz, decidió entregar la imagen tan querida recibida de su madre.

La princesa Polixena donando la imagen del Niño Jesús de Praga.
Ricardo Verde. Capilla de la Comunión de la Parroquia
de Nuestra Señora del Carmen de Valencia.

                

   Pero el conflicto en Bohemia no tenía fin. Praga fue asaltada, el convento abandonado y la imagen del Niño Jesús olvidada en un trastero del templo de Nuestra Señora de la Victoria, contiguo al convento.

   Se sucedieron años de abandono, pero cuando en 1635 la firma del Tratado de Praga puso fin al Periodo Sueco de la Guerra de los Treinta Años, la calma volvió a la capital bohemia. Los carmelitas volvieron a su convento, y uno de ellos, el padre Cirilo, encontró la imagen del Niño. Estaba rota y le faltaban las manos. Como al fraile que más de cien años atrás se le apareció el Niño Jesús, ahora se le manifestaba al padre Cirilo. Pedía al fraile carmelita que arreglara sus manos, pero el convento apenas disponía de lo necesario para su subsistencia, y su prior, acaso más dado a otras necesidades, negaba el peculio preciso para la reparación. No desfallecía, sin embargo, el padre Cirilo, y cuando este recibió una limosna por las atenciones dadas a un enfermo que sanó con sus cuidados, corrió con el dinero al prior para solicitar que parte de él fuera destinado al arreglo de la imagen, pero nada consiguió. Juzgó el prior más conveniente destinar la mayor parte de lo recibido a otros usos y con la otra parte adquirir una nueva imagen antes que reponer las manecitas de la imagen mutilada. Mas fuera por milagro o fruto del azar, un candelabro de los que estaban fuertemente sujetos se desprendió de su soporte, cayó sobre la nueva imagen e hízola pedazos.

   Pero ni esas advertencias ni las constantes súplicas del padre Cirilo lograban que se restaurase la imagen del Niño Jesús. Tampoco el nuevo prior del convento cedía a las pretensiones del fraile, hasta que cierto día el Niño Jesús habló a Cirilo.

   ─Llévame hasta la entrada de la sacristía. Alguien se apiadará de mí.

   Así lo hizo Cirilo, y así, al poco, un desconocido, reparando en la falta de brazos del niño, se ofreció a restaurar la pieza. Fue hacerlo y cambiar la suerte del benefactor, que ganó un pleito. La fama del Niño Jesús de Praga fue creciendo, su culto en aumento propició súplicas y, en respuesta a ellas, que los milagros se sucedieran por intercesión del Niño-Dios. 

   Ese mismo año, la esposa del Conde de Kolowrat, se hallaba en trance de muerte. Era la moribunda prima de la princesa Polixena, y en su desesperación el conde, que había oído hablar del Niño Jesús guardado por los frailes carmelitas, pidió al padre Cirilo presentara la imagen del Niño ante su esposa. Consintió el religioso y al acercar la imagen a la agonizante, abrió ésta los ojos, y extendiendo los brazos trató de besar al Niño, quedando curada de sus males.

   Otros hechos milagrosos ocurrieron, extendiendo el culto al Niño Jesús, que aunque modelado en España, se asentó en Praga de donde, al parecer, según la tradición no quería salir. Otro hecho extraordinario parece confirmarlo: cierta señora de la aristocracia acostumbrada a tener todo cuando a su antojo se presentaba, conociendo las virtudes taumatúrgicas de la imagen pretendió obtenerla para sí a todo trance. Se presentó en el templo dicha señora y sin ser vista por nadie escondió la imagen del Niño y pretendió la huida en su carruaje, mas aunque el tiro estaba formado por seis briosos caballos, una fuerza sobrenatural impedía a las bestias abandonar el lugar. Comprendiendo la dama la voluntad de Niño Dios, devolvió la arrepentida la imagen, quedando liberado el carruaje de la invisible fuerza que lo mantenía sujeto al suelo.

   Siguió pues a cargo de los Carmelitas Descalzos la custodia del Niño Jesús de Praga y de la difusión de su culto por el mundo entero, constituyéndose cofradías y elevándose altares por todo el orbe donde los fieles solicitan sus beneficios.


   La imagen que hoy pueden ver aquí del Niño Jesús de Praga corresponde a la que se adora en la capilla de la Comunión de la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de Valencia, obra del imaginero José Burgalat, y sirve como felicitación navideña para todos los seguidores de este espacio con mis mejores deseos de paz y bien.