Thomas Clayton Wolfe (1990-1938)
El niño perdido es Grover, pero hay quizá más niños perdidos en esta historia: la niña que fue su hermana- "en casa de mamá yo era un poco la esclavita..."- el niño que fue el propio Thomas, al que Grover protegía y cuidaba,... La inocencia perdida, la de un tiempo sin retorno posible. "Recordar es la única manera de detener el tiempo", decía Jaroslav Seifert. Thomas Wolfe consigue detenerlo en las noventa y tres páginas de esta deliciosa lectura, pero sabe que no podrá alargar más esa pausa, ese momento. La avenida King le enfrenta de bruces con la realidad de un presente casi ajeno.
"No le dije que la avenida King en esa época no era una calle, sino una especia de camino abierto como por arte de magia entre unos terrenos sombríos y encantados, y que para mí estaba mezclada con la canción de 'Tom,Tom, the Piper's Son', con panecillos de cuaresma, con toda la luz que iba y venía y con las sombras de las nubes que pasaban sobre las montañas, con el viaje a Indiana aquella mañana y el olor del humo de los motores, con Unión Station y, sobre todo, con las voces lejanas y perdidas que hace tanto tiempo atrás decían: 'Avenida King'.
No le dije estas cosas sobre la avenida King porque miré a mi alrededor y vi en qué se había convertido la avenida King."
Y es casi entonces cuando se da cuenta de que es el adiós definitivo. Adiós al niño perdido. Adiós quizá al niño que todos fuimos.
... Perdido ya para siempre."Todo aquello volvió y se apagó y se perdió de nuevo".