“Corre alta Severina noite
De baixo do lençol que te tateia a pele fina
Pedras sonhando pó na mina
Pedras sonhando com britadeiras
Cada ser tem sonhos a sua maneira”
Noite Severina, Lula Queiroga y Pedro Luis
Por Jesús Sabariego
Como sabemos, la ciencia ficción no habla de futuros, sino de presentes, de las posibilidades del presente en relación al pasado, impeliéndonos hacia adelante, obligándonos a mirar siempre atrás, a las ruinas de aquello a lo que llamamos progreso, como diagnosticara Walter Benjamin en su XI tesis sobre la Historia.
Nuestro paisaje es ya un pasado cercado por alambradas de espino, en la mentira de la gran fábrica neoliberal cuya producción principal es la muerte de todo lo vivo. Como Giorgio Agamben o Achille Mbmbe han señalado, la biopolítica se ha transformado en tanatopolítica; tecnotanatopolítica podemos decir. Apenas soñamos y nuestros sueños reproducen el tiempo-sin-tiempo que vivimos durante la vigilia, fragmentados como las historias sin destino que pueblan las redes sociales de Internet.
En el primero de ellos se narran los sueños de gente corriente coincidiendo con la llegada del nazismo al poder en 1933; sueños angustiantes que reflejan lo que la vigilia y el naciente orden normativo vedan. Los muros de los hogares tienen ojos y oídos a merced del nuevo estado, que penetra a través de estos en las vidas privadas. Sólo el que sueña tiene vida privada en Alemania, profirió el jerarca nazi Joseph Lay en un discurso tras la llegada de Hitler al poder. Los sueños recogidos por Beradt y publicados en la década de los sesenta del pasado siglo con el apoyo de Hannah Arendt, hablan de extraños dispositivos de control y dominación soñados en aquel entonces, que poco o nada distan de los dispositivos conectados de nuestro tiempo presente. Pesadillas cibernéticas de vigilancia que inventan sistemas que forman parte de nuestro paisaje doméstico cotidiano y que utilizamos con nuestro consentimiento. No olvidemos que cibernética y gobierno tienen la misma raíz etimológica; Kibernum: llevar el timón, dirigir.
Pero el sueño modela nuestra vigilia y viceversa, cada vez más esta última se apropia del primero. Desconectar, dormir, soñar otra vigilia, defender el último espacio negado al tecnocapitalismo cognitivo neuronal es resistir. Dormir es resistir, paradójicamente, a pierna suelta, lejos de los móviles y las tabletas, con toda la noche por delante. Un sueño profundo que pulverice y catalice las opresiones cotidianas de la vigilia. Dormir, soñar. En nada, despunta el alba trayendo un nuevo día.Jesús Sabariego