He robado princesas a reyes agónicos. Incendié la ciudad de Trebon. He pasado la noche con Felurian y he despertado vivo y cuerdo. Me expulsaron de la Universidad a una edad a la que a la mayoría todavía no los dejan entrar. He recorrido de noche caminos de los que otros no se atreven a hablar ni siquiera de día. He hablado con dioses, he amado a mujeres y he escrito canciones que hacen llorar a los bardos. Me llamo Kvothe. Quizá hayas oído hablar de mí.
Así comienza a relatar su historia, contado por su propio protagonista junto a su ayudante Bast, conseguiremos averiguar cómo consiguió aprender a utilizar la magia o cómo consiguió convertirse en leyenda de allí por donde pasaba, todo ello en busca de los misteriosos asesinos que asolan La Mancomunidad, los Chandrian. La historia de Kvothe quien, desde joven, consiguió grandes proezas que se cuentan de unos a otros pero que, de la noche a la mañana, despareció sin dejar rastro.
Rothfuss hilvana una historia que, desde un modo en presente con su propia trama, narración y sucesos, describirnos la biografía de un pequeño que a una edad muy temprana tendrá que descubrir cómo avanzar con poco o nada en el bolsillo y conseguir avanzar por sus sueños e ilusiones. La novela está cargada de personajes difíciles de olvidar como Auri, una misteriosa joven que ronda por la universidad o el odioso Ambrose, archienemigo del protagonista, también la independiente Denna, una chica que Kvothe se siente atraído pero que le cuesta dar con ella además de sus tres compañeros de clase, a cada cual más crítico con la actitud de su amigo y compañero. La novela de más de 800 páginas, tiene una historia que es imposible dejar de leer, su sencilla narración nos atrapa, la forma de relatar los ambientes épicos y sus personajes, dándoles un punto de vista diferente, muchas veces satírico, añadiendo en la trama un dragón adicto a una droga, la resina de denner. En definitiva una novela cargada de los roles épicos característicos del género fantástico, con un toque de humor que acerca al lector a una historia con un protagonista que mira a su pasado con nostalgia y tristeza a partes iguales.
Recomendado a aquellos que les gusten las novelas fantásticas en las que se cruza el valor de la superación o de la amistad y el amor, también para aquellos que creen que la historia será igual que otras novelas del mismo género pues en este caso se demuestra que darle un toque original todavía es posible, y por último para aquellos que les gusten las grandes novelas con grandes tramas e historias, aquí encontraran decenas de ellas todas relacionadas con el mundo de Kvothe.
Extractos:
Al día siguiente llegué a la clase de Hemme con diez minutos de antelación y me senté en la primera fila. Esperaba poder hablar con Hemme antes de que empezara la clase para no tener que quedarme y aguantar otra de sus lecciones. Desgraciadamente, Hemme no llegó pronto. La sala de conferencias ya estaba llena cuando el maestro entró por la puerta más baja de la sala y subió los tres escalones de la tarima elevada de madera. Recorrió la sala con la mirada, buscándome. —Ah, sí, aquí está nuestro niño prodigio. Levántate, ¿quieres? Me levanté sin saber muy bien qué estaba pasando. —Tengo buenas noticias para todos —anunció Hemme—. El señor Kvothe me ha asegurado que entiende perfectamente los principios de la simpatía. Y se ha ofrecido para impartir la clase de hoy. —Hizo un amplio ademán para indicarme que subiera con él a la tarima. Me sonrió con dureza—. ¿Señor Kvothe? Se estaba burlando de mí, por supuesto, y esperaba que me quedara en mi asiento, avergonzado y acobardado. Pero yo ya había soportado suficientes bravuconadas en la vida. Así que subí a la tarima y le estreché la mano. Me dirigí a los alumnos con mi vozarrón de actor: —Le agradezco mucho al maestro Hemme que me haya brindado esta oportunidad. Confío en poder ayudarle a arrojar algo de luz sobre este importantísimo tema. Hemme, que había sido quien había empezado ese pequeño juego, no podía interrumpirlo sin ponerse en ridículo. Me estrechó la mano y me miró como mira un lobo a un gato encaramado en un árbol. Sonrió para sí, bajó de la tarima y ocupó el asiento que yo acababa de dejar libre en la primera fila. Estaba seguro de mi ignorancia, y dispuesto a dejar que continuara la farsa.
—Ya he oído suficiente. —No lo dijo en voz alta, pero fue como si hubiera gritado. Cuando Skarpi contaba una historia, cualquier interrupción era como masticar un grano de arena en medio de un bocado de pan. Dos individuos ataviados con capas oscuras que estaban en el fondo de la estancia fueron hacia la barra. Uno era alto y orgulloso, y el otro, bajito y con capucha. Atisbé una túnica gris debajo de sus capas, y supe que eran sacerdotes tehlinos. Peor aún: vi a otros dos hombres que llevaban una coraza debajo de la capa. Mientras estuvieron sentados no me había fijado en ellos, pero al verlos levantarse comprendí que eran los hombres duros de la iglesia. Tenían el rostro adusto, y la caída de sus capas me hizo sospechar que llevaban espadas. No fui el único que lo vio. Los niños se escabulleron por la puerta. Los más vivos trataron de aparentar indiferencia, pero algunos echaron a correr antes de llegar a la calle. Solo quedamos tres: un muchacho ceáldico que llevaba una camisa con encaje, una niña que iba descalza y yo. Tres insensatos. —Creo que ya hemos oído todos bastante —dijo el más alto de los sacerdotes con severidad. Era delgado y tenía unos ojos hundidos con un brillo tenue, como brasas. Una barba muy bien cortada del color del hollín afilaba los bordes de su cara, que parecía la hoja de un cuchillo. Le dio su capa al otro sacerdote, más bajito y con capucha. Debajo llevaba la túnica de color gris pálido de los tehlinos. Alrededor del cuello llevaba un juego de pesas de plata. Se me cayó el alma a los pies. No era un simple sacerdote, sino un juez. Los otros dos niños salieron por la puerta. El juez dijo: —Bajo la vigilante mirada de Tehlu, te acuso de herejía. —Doy fe —dijo el otro sacerdote. El juez les hizo señas a los mercenarios. —Atadlo. Los mercenarios obedecieron con brusca eficacia. Skarpi soportó todo el proceso sin alterarse y sin articular ni una sola palabra. El juez vio cómo sus guardaespaldas empezaban a atarle las muñecas a Skarpi; luego se dio un poco la vuelta, como si quisiera apartar al contador de historias de su pensamiento. Recorrió la taberna con la mirada, y su inspección terminó en el hombre calvo y con delantal que estaba detrás de la barra.
Editorial: Plaza y Janés Autor: Patrick Rothfuss
Páginas: 880
Precio:22,90 euros
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