El Norte (de Gran Canaria) también existe (II)
Preciosa vista de la popular playa de las Canteras. Foto: María Suárez
En el anterior post del libro viajero Pau y compañía conocieron Guía de Gran Canaria, el municipio de su anfitriona, María Suárez, y su entorno, lo que nos descubrió una preciosa zona de la “isla redonda” desconocida para buena parte de sus visitantes. Todas las crónicas viajeras han tenido una gran acogida por parte de los habituales de ‘la recacha’ y aquéllos que han llegado hasta aquí atraídos por las fotos y los relatos sobre su tierra, pero este primer paseo grancanario ha batido todos los récords, convirtiéndose en una de las entradas más vistas y compartidas en el (casi) año de vida del blog, cosa que celebro.
En esa primera entrega María prometió un recorrido más amplio por la costa norte de Gran Canaria y alguno de sus numerosos espacios naturales protegidos. Pues bien, aquí lo tenéis. Os va a encantar…
Vamos a realizar un recorrido por la costa norte de la Isla. Nos iremos hasta la playa de la capital, para luego bordear toda la denominada Costa de los Espejos hasta llegar a la bahía de Sardina.
Las Canteras es la playa más grande y conocida de Las Palmas de Gran Canaria, la capital, y es un lugar especial. Lo mismo que el Valle de Pineta es el lugar de Diego, mi sitio es Las Canteras. Es una playa de unos 3,5 Km. que por su condición de playa de ciudad está flanqueada por edificios. Para los que venimos del Norte, su orilla comienza en La Cícer y termina en La Puntilla; supongo que para los que viven en La Isleta, empieza en La Puntilla y termina en La Cícer. La Cícer es la zona deportiva: surf, fútbol, palas… Es un área más desabrigada y, por lo tanto, de más oleaje. Se encuentra justo al lado del Auditorio de la ciudad, dedicado al gran tenor canario Alfredo Kraus.
Una de las estatuas de homenaje a Alfredo Kraus. Foto: María Suárez
En el skyline se puede ver cómo destacan dos edificios a modo de cuidadores de la playa: el AC y el Woerman. No solo es destacable su altura sino la singularidad de su construcción: el primero es un gran cilindro y el segundo es un rectángulo cuyas plantas superiores se inclinan ligeramente a la derecha, como si quisiera con ello ocupar todo el istmo en donde se encuentra ubicado.
Panorámica de las playa de las Canteras. Foto: María Suárez
Volvemos por la carretera del norte y nos paramos en el mirador donde se encuentra El Atlante, obra del escultor Toni Gallardo, también conocido por su faceta política al frente del Partido Comunista de España en Canarias durante su clandestinidad. En palabras del propio Toni, su intención con la remodelación de ese enclave denominado El Rincón pretendía “reafirmar la personalidad de ese lugar que es mi propia identidad porteña. Pero no pasivamente, sino de manera contradictoria. Evocación romántica conviviendo con rigor constructivo, la huella del tiempo sobreviniendo a un cierto ordenamiento funcional”.
La escarpada costa norte ya empieza a vislumbrarse y la silueta de la Playa de Las Canteras con la Isleta al fondo es una imagen que enamora perdidamente a todo aquél que se acerque a ella.
Nuestros amigos y yo continuamos nuestro camino y antes de seguir bordeando la costa, decidimos hacer una visita al municipio de Arucas, donde podemos ver su iglesia, que aunque de principios del Siglo XX es la única de estilo neogótico que existe en la Isla y tiene la particularidad de que está ejecutada en cantería de la propia ciudad y tallada por labrantes de la misma.
Iglesia neogótica de Arucas. Foto: María Suárez
También porque creímos que a Benjamín le gustaría que al llegar le contáramos que habíamos estado con el poeta guiense (aunque nacido en Arucas) Domingo Rivero, y que a su lado casi pudimos oír:
“Isla que en el mar perdida
hogar y senda nos diste:
el encanto de ser triste
tiene en tu suelo la vida.
Cuando la planta rendida
desfallece en el camino,
la voz de nuestro destino
melancólica se escucha
entre el hondo mar que lucha
y el alto cielo divino.”La Isla, Domingo Rivero (1925)
Estatua a Domingo Rivero en Arucas. Foto: María Suárez
Volvemos a la costa para llegar hasta una lengua rocosa que entra en el mar y donde no se sabe exactamente cómo se fueron asentando los pescadores de la zona en un lugar que a priori parece inaccesible. Al fondo del mismo hay un restaurante donde además de degustar una fantástica cocina, se puede disfrutar de la fuerza del mar y de la serenidad que en los isleños produce.
Esta expedición tiene que acabar en alguna playa y he elegido una de otro municipio norteño, Gáldar: la denominada playa de Sardina. El motivo es que es la playa de mi adolescencia y donde ahora la pasa mi hijo, donde se ha afincado un francés que hace el mejor arroz caldoso con bogavante que he probado y donde respirar se hace muy fácil.
Ya estamos cansados y mañana haremos otra pequeña excursión, pero esta vez nos dirigiremos hacia el centro de la isla para conocer los municipios de Tejeda, Artenara y, por último, Mogán, pero no su costa sino el espacio natural protegido de Inagua.
Después de un buen descanso y cuantioso desayuno, en el que no faltan los dulces de Guía, nos encaminamos hacia Tejeda, visitando en primer lugar la Cruz de Tejeda y su parador. Continuamos nuestro viaje hacia ese municipio, y en la Oficina de Información nos dicen cuál es la mejor vista para observar el Roque Bentayga y pasar así por su Centro de Interpretación.
La Isla de Gran Canaria tiene un total de 32 espacios naturales protegidos que se clasifican en Reservas Naturales, Parques Naturales y Rurales, Monumentos Naturales, Paisajes Protegidos y Sitios de Interés Científico. El Bentayga está ubicado en el Parque Rural del Nublo y es una formación rocosa que se encuentra a una altura sobre el nivel del mar de 1.404 metros, en cuya base se halla el Almogarén, lugar de culto para los aborígenes.
El Bentayga, en el Parque Rural del Nublo.Foto: María Suárez
Nos encaminamos hacia Artenara porque nos han dicho que desde el mirador de Unamuno (¿de qué me suena este señor?) la vista del Bentayga y del Roque Nublo es fantástica. “La vida está hecha de sorpresas”, me decía alguien hace poco, y en el camino nos encontramos un precioso almendro en flor al que decidimos admirar como se merece.
Almendro en flor camino de Artenara. Foto: María Suárez
Una vez llegados al destino, Don Miguel de Unamuno nos saluda y entablamos una breve conversación con él. Después de un ratito recuerdo por qué me sonaba tanto y con sus palabras partimos hacia nuestro siguiente destino:
Con Miguel de Unamuno en Artenara. Foto: María Suárez
“El caminante va por donde dicen las sombras de los álamos; a trechos para y mira, y sigue luego. Deja que oree el viento su cabeza blanca de penas y años, y anega sus recuerdos dolorosos en la paz que le envuelve.”
Cruce de caminos, Miguel de Unamuno
Nuestro viaje va llegando a su fin, pero antes de acabar nos dirigimos hacia Los Azulejos, en Veneguera, donde nuestros amigos pueden decir que han visitado la Reserva Natural Integral de Inagua, disfrutado de sus senderos no aptos para cualquier tipo de botas.
Los Azulejos, en la Reserva Natural de Inagua, Veneguera. Foto: María Suárez
Acaba la ruta por la que he decidido que Pau & Co visiten mi isla. Como decía al principio, es bastante inusual. Es una de las Islas Afortunadas y su mayor reclamo, el sur y sus playas, en este relato brillan por su ausencia. No es que no me guste el sur, me encanta —en las Dunas de Maspalomas puedes llegar a encontrarte en paz, independientemente de si a tu alrededor hay una o mil personas—, pero esta Isla, como la definen casi siempre, es un continente en miniatura, en el que el gran desconocido es el norte, así que sin obviar la inevitable visita al centro, me apetecía señalarles que el Norte también existe. Volvemos a casa.
El día que tienen que partir ha sido tormentoso, así que su última noche en este municipio norteño luce una luna tan opaca que no sabemos muy bien que nos quiere decir, pero probablemente lo que transmite es la tristeza por la inevitable partida.
Buen viaje, amigos.
La última noche de ‘El viaje de Pau’ en Guía. Foto: María Suárez
Y tanto que está siendo bueno… Como en cada despedida al libro viajero le cuesta despegarse de quienes lo han tratado con tanta calidez y lo han llevado a conocer rincones con tanto encanto. Éste está siendo un viaje para el disfrute de los sentidos; un recorrido emocionante que nos descubre tesoros paisajísticos y culturales, pero que sobre todo nos está descubriendo a personas de una calidad humana inolvidable. Vanesa, Julia, Miriam, Raquel, Montse, Mónica, María… y Jesús, el nuevo anfitrión de Pau y compañía, primer hombre en esta aventura. Lo va a tener realmente complicado para mantenerse a la altura de sus predecesoras, aunque, la verdad, no ha empezado nada mal…
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