La estéril y prolongada sequía creativa dio paso a un torrencial periodo de escritura compulsiva. Cada mañana, el novelista recibía 10, 15, 20 páginas, la vida de Jonathan Brest, contada ordenadamente, que posteriormente reinterpretaba, a través de su John Lorg, un alto y atractivo hombre de negocios hecho a sí mismo, nacido en Guinea Ecuatorial. Lo que jamás habría podido imaginar, sucedió: en apenas quince días, el novelista contaba con una novela con más de 200 páginas, a la que solo le faltaba el capítulo final, la que debía trasladar la historia al presente. De repente, y sin previo aviso, era martes, cuando el novelista despertó no encontró un nuevo correo en la bandeja de entrada. Tampoco el siguiente, ni dos, tres y cuatro días después. Pasada una semana, angustiado por el vacío y el silencio, el novelista escribió a Jonathan: ¿estás bien? Quiero que me sigas contando tu historia. No habían transcurrido ni treinta segundos, cuando obtuvo la respuesta: eso te toca a ti hacerlo. Y el novelista, abrumado y desconcertado, encendió un cigarrillo y comenzó a escribir.El Día de Córdoba
La estéril y prolongada sequía creativa dio paso a un torrencial periodo de escritura compulsiva. Cada mañana, el novelista recibía 10, 15, 20 páginas, la vida de Jonathan Brest, contada ordenadamente, que posteriormente reinterpretaba, a través de su John Lorg, un alto y atractivo hombre de negocios hecho a sí mismo, nacido en Guinea Ecuatorial. Lo que jamás habría podido imaginar, sucedió: en apenas quince días, el novelista contaba con una novela con más de 200 páginas, a la que solo le faltaba el capítulo final, la que debía trasladar la historia al presente. De repente, y sin previo aviso, era martes, cuando el novelista despertó no encontró un nuevo correo en la bandeja de entrada. Tampoco el siguiente, ni dos, tres y cuatro días después. Pasada una semana, angustiado por el vacío y el silencio, el novelista escribió a Jonathan: ¿estás bien? Quiero que me sigas contando tu historia. No habían transcurrido ni treinta segundos, cuando obtuvo la respuesta: eso te toca a ti hacerlo. Y el novelista, abrumado y desconcertado, encendió un cigarrillo y comenzó a escribir.El Día de Córdoba