Estaba convencida de que Capaldi sería algo bueno para Doctor Who y los dos capítulos que he visto hasta ahora confirman que no me equivocaba. Peter Capaldi apareció en el Londres victoriano con Deep Breath, primer episodio de la octava temporada, para traernos un Doctor mucho menos amable y juguetón que Matt Smith y mucho más arisco, sobrio y oscuro, recuperando la línea de las dos primeras encarnaciones de la nueva era.
El nuevo Doctor se ve afectado por el cambio, la regeneración deja sus recuerdos bloqueados o revueltos. El Doctor llega confundido, sin tener muy claro quien es él y quienes son los que lo rodean. Clara, por su parte, se resiste a aceptar el cambio de imagen de su “novio”. Una vez resuelto el misterio de la chica imposible, es hora de ver si esta compañera de viaje puede, por méritos propios, hacerse un hueco en la TARDIS.
Sigamos con la companion, Clara es una compañera más bien resolutiva y autoritaria que no siempre está en la TARDIS sino que mantiene su vida en la tierra operativa: familia, trabajo, relaciones. Esto le permite tener independencia del Doctor y no vivir pendiente de la caja azul y su extraño propietario. El hecho de que no dependa del Señor del Tiempo y de que quiera hacer su propia vida, ya vimos que podría iniciar una relación con otro de los profesores del colegio, nos dice que si quisiera dejar de visitar la TARDIS en un futuro lo tendría mucho más sencillo.
Espero que esta vez Moffat deje de lado sus juegos, sus rompecabezas y sus grandes planes para volver a lo básico; a un Doctor que viaja por el espacio y el tiempo junto a sus compañeros. Una serie entretenida, una aventura con toques dramáticos y cómicos, con un gran personaje principal y algunos secundarios realmente geniales.