Cuando una enfermedad agresivamente contagiosa ataca un organismo y existen riesgo de daños irreparables e inclusive de muerte, el ataque a la raíz de esta enfermedad a todos los niveles debe ser continuo y con todas las herramientas que las circunstancias permitan en ese momento a fin de evitar el daño probablemente irreversible a ese organismo y la posibilidad de una pandemia que podría escalar niveles insospechados.
Eso está ocurriendo nuevamente en nuestro continente americano, desarrollándose una sombra virulenta de atraso, miseria, corrupción, despotismo y trafico de todo tipo, teniendo como raíz la isla de Cuba, extendiéndose a través de Venezuela como país financista, pasando por Nicaragua y tratando de establecerse en Colombia por intermedio del otrora movimiento narco-guerrillero de las FARC y de su ahora presidenciable Líder Rodrigo Londoño Echeverri alias timochenko. Al igual que sus antecesores del primer eje maligno ubicado en Brasil, Argentina, Ecuador, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, este nuevo eje quiere ampliar sus horizontes inclusive fuera de la región, como es el caso de España, disponiendo de los recursos que la corrupción y los hidrocarburos generan, pasando por las riquezas minerales del subsuelo de un país inmensamente rico, como objeto financiero de tan elucubrado y macabro plan. Si bien existe la disposición por parte de países e instituciones internacionales que creen en la Justicia y la Democracia, quienes en una unión inédita le han hecho frente y han elevado sus voces en contra de la imposición a la fuerza de una tendencia arbitraria y ambigua, sin más beneficios que los obtenidos por un reducido grupo, es bueno recomendarles muy respetuosamente que la reacción debe ser con la misma fuerza pero en sentido inverso, de la acción que la provocó para lograr el resultado esperado de EQUILIBRIO. No está en juego solo el porvenir inmediato de dos o tres países de manera aislada, la región puede verse plagada de lo que ejecutan y proyectan los regímenes de estos países, por ahora infectados de corrupción, tiranía, tráfico de todo tipo y que son señalados por organismos de inteligencia de algunos países, como puente para la incursión de elementos radicales y extremistas con las más oscuras intensiones. Existen tratados y leyes internacionales que regulan e inclusive obligan a impedir la ejecución de actos que atenten contra los derechos básicos para la subsistencia digna del ser humano, lo contrario a esto es delito y como tal debe ser tratado. “La máxima tragedia no es la opresión y crueldad de las malas personas, sino el silencio de la buena gente.” Martin Luther King