En tiempos de la conquista ni había Dios de los cristianos ni rey de España ni había justicia y así dieron en hurtar y robar los españoles y los indios y así hubo mucha hambre y se murió mucha gente en todo el reino.
Felipe Guaman Poma, Nueva Coronica y Buen Gobierno (sic) (1614).
Fundación de Santiago. Pedro Lira (1888).
Como todos los estados en proceso de expansión, el español recurrió a métodos de conquista y ocupación. En el Nuevo Mundo, la naturaleza de la empresa descartó desde el principio cualquier uso de la fuerza militar por parte de la corona. Ni Fernando ni Carlos V consideraron la aventura americana como una “conquista”. Cuando los españoles dedicaron sus energías a las tierras de ultramar, no las conquistaron – a pesar de las orgullosas afirmaciones de sus cronistas -. La ocupación y explotación del Nuevo Mundo no fue un mero acto de sometimiento, sino algo un poco mas complejo.
Ni un solo ejercito español fue empleado en la “conquista”. Cuando los españoles consolidaron su dominio, lo hicieron mediante los esfuerzos esporádicos de pequeños grupos de aventureros que mas tarde la corona trató de someter a su control. Por lo general estos hombres, que asumieron con orgullo el nombre de “conquistadores”, ni siquiera eran soldados. El grupo que capturo al Inca en Cajamarca en 1532 estaba compuesto por artesanos, notarios, comerciantes, marineros hidalgos y campesinos; pequeño botón de muestra de los inmigrantes americanos y, en cierta medida, reflejo de la propia sociedad peninsular. Grupos similares entraron en acción en otros lugares del Nuevo Mundo. La mayoría de ellos, y especialmente sus cabecillas, eran “encomenderos”. Esto significaba que se habían comprometido con la expedición en virtud de una “encomienda” concedida por la corona, es decir, un contrato que daba a su beneficiario derecho a emplear como trabajadores a los indígenas y exigirles tributos, obligándole a su vez a servir y defender la corona y a instruir a los nativos en la fe cristiana.
Además, la llamada “conquista” de las Américas no llego a completarse jamás. Los encomenderos nunca estuvieron en posición de sojuzgar a las poblaciones nativas sistemáticamente ni de ocupar mas que un fragmento de las tierras en las que se internaban. Eran demasiado pocos y sus esfuerzos demasiado dispersos. Transcurridos mas de dos siglos desde el periodo de la llamada conquista y mucho después de que los cartógrafos trazaran mapas en los que prácticamente toda América se consideraba “española”, los españoles, en realidad, no controlaban mas que una pequeña porción del continente, principalmente las fértiles zonas costeras del Caribe y del Pacifico. Este hecho es fundamental para comprender la naturaleza del papel de España en América. El imperio de ultramar era una frágil empresa que producía muchos beneficios – sobre todo gracias a las minas de plata y oro -, pero que los españoles nunca lograron controlar por entero.
Henry Kamen . Imperio: la forja de España como potencia mundial, Aguilar 2003.