Esto es algo que siempre me ha llamado la atención. De niños siempre mirábamos los objetos con gran conciencia y consciencia, con gran detalle, con toda la atención. Apreciabamos todo en ello, hasta el más mínimo detalle. Nos asombraban.
De mayores vamos perdiendo esa capacidad. O más bien sería más correcto decir que parece que la vamos perdiendo, ya que no la perdemos, en realidad sólo está oculta detrás de la gran nube negra de pensamientos y de preocupaciones que casi siempre nubla y cubre nuestra mente y aplasta nuestra conciencia, nuestra consciencia, y nuestra atención.
Es curioso como la mayoría de los objetos y de las cosas pasan casi desapercibidas para nosotros cuando somos adultos.
Pero de pronto a veces en un momento de lucidez como puede ser el estar jugando con nuestros hijos pequeños despertamos.
Y vemos los objetos con todos sus detalles, con toda la consciencia y con toda la atención que atesoramos dentro.
Seguro que así es como los ven nuestros hijos pequeños que aún afortunadamente no tienen su mente nubalada por las continuas mareas de pensamientos y de preocupaciones que todo lo enturbian robándonos la realidad y el regalo que tenemos enfrente de nuestras narices: el presente.