Cierto es que la ley Bosman y la progresiva extranjerización de nuetro campeonato han polarizado al mismo y han acentuado las diferencias entre los equipos, siendo los norteños en general muy dados a practicar la endogamia deportiva, de los más perjudicados.
Lejos, muy lejos queda ya aquella España en blanco y negro donde muchísimos niños futboleros tenían al Athletic de Bilbao como segundo equipo. Aquellos chavales simpatizaban con el Athletic y lo hacían, en buena parte, pensando que aquella brava escuadra vizcaína solo permitía en su seno a jugadores españoles. Bendita inocencia aquella, la del pantalón corto y transistor.
Siguiendo la ruta norteña encontramos al Sporting ante el abismo de Segunda como único representante del fútbol astur. Clemente como capitán de un navío a la deriva y clavo ardiendo. Algo parecido le pasa al Racing de Santander. En la otra orilla del mapa futbolero asturiano y como es triste norma en los últimos años, un cisma interno en el Oviedo, deambulando en las categorías inferiores e inmerso en una espiral de dificultades económicas e institucionales de complicada solución.
No está mejor el fútbol gallego. Sus dos mayores representantes luchan por el ascenso a la élite nacional, su hábitat natural, mientras recuerdan con cierta morriña su habitual presencia entre los grandes o sus recientes equipazos: el SuperDepor o el EuroCelta.
Peor andan las cosas para el fútbol riojano y su insigne, aunque ahora defenestrado, Logroñés. También pintan bastos para el fútbol castellano, sin sitio para sus históricos hundidos -Burgos o Salamanca- o para su laureado -no en vano ganó la Copa de la Liga- Valladolid, que ansía el ascenso a Primera para paliar sus precariedades económicas.
El fútbol del norte, siempre rudo, de terrenos embarrados, de aficiones entregadas pese a las inclemencias y de nobles gestas, sigue a la espera de tiempos mejores mientras dignifican su glorioso pasado los dos grandes vascos, Racing, Sporting y Osasuna, ese pequeño milagro navarro ahora liderado por Mendilibar.
Por contra, el dinero y el buen hacer de los clubes madrileños, levantinos o andaluces, han situado a sus clubes en nuestra élite futbolística, convirtiéndose en mayoría. ¿Cambiarán las tornas? ¿Volverá el dominio norteño? Estos tiempos de crisis galopante les favorece, pues el para otros obligado paso a la cantera es para estos, generalmente, una bendición y la piedra angular de sus triunfos.