El rechazo español al que tiene dinero es una enfermedad que frena el progreso y el emprendimiento. Además de tener que luchar contra una burocracia excesiva y unos impuestos salvajes, el empresario español tiene que asumir que va a convertirse en un ser odiado, si algún día consigue el deseado éxito, lo que constituye un lastre añadido altamente perjudicial y lamentable.
El futbolista Gerard Piqué, defensa del Barcelona y de ideas nacionalistas, estuvo recientemente en el programa televisivo "El Hormiguero", de gran audiencia, y allí defendió la figura de Amancio Ortega, un ser odiado por la izquierda, del que dijo que "todo lo que trae es bueno", al mismo tiempo que denunciaba el gran defecto español del "odio al rico".
Piqué dijo verdades como la siguiente: "Se le empieza a buscar que si los impuestos, que si no se qué... Siempre estar buscando en vez de valorar todo lo bueno y todo lo que aporta para el país".
Tiene razón el deportista y los muchos españoles que quizás por haber vivido muchos años en el extranjero hemos aprendido a valorar y a cuidar como auténticos tesoros a los emprendedores capaces de generar empleo y riqueza. En España, por el contrario, son odiados, lo que constituye una bajeza injusta y perjudicial para el país.
En países como Estados Unidos, los hombres y mujeres de éxito son respetados y admirados y la sociedad les concede distinciones y alta consideración social, justo lo contrario de lo que piden los miserables españoles hijos de la envidia y el odio. Ese respeto al que triunfa genera prosperidad y nuevas iniciativas empresariales que enriquecen al país.
El defensa del Futbol Club Barcelona dijo otra verdad que en los ámbitos miserables de la envidia se olvida: Amancio Ortega es un ejemplo para muchos emprendedores y jóvenes que quieran empezar una carrera como empresarios.
Lo grave es que esos energúmenos cargados de odio y envidia que desprecian a los que consiguen triunfar en la vida lo hacen desde una minusvalía intelectual y moral, que les lleva a admirar a líderes políticos, en su mayoría ineptos y corruptos, antes que a los que consiguen crear empresas y miles de puestos de trabajo que hacen avanzar a las naciones. En sus disminuido y contaminados cerebros creen que la riqueza la genera el Estado, cuando la verdad es que el Estado sólo gasta y que la riqueza se genera en la sociedad que emprende y trabaja.
La envidia es, probablemente, el peor de los pecados capitales que lastran a España y a los españoles. A veces es tan intensa e injusta, como ocurre con Amancio Ortega, que uno no se explica como ese hombre, cansado de que los tarados mentales le fustiguen, no ha trasladado su empresa a un país más acogedor y menos cainita que esta desgraciada España.
Francisco Rubiales