A Álvaro le conocí una noche en Phuket.
Estaba con mi amigo Fernando en un restaurante thailandés de Phuket Town, cuando de repente se nos acercó un tipo grande como dos armarios y con cara de que los armarios hubieran estado llenos de botellas de güisqui y él se las hubiera bebido todas. " Españoles, ¿eh? Hola, soy Álvaro Ostiapuig, de los Ostiapuig de Barcelona de toda la vida." Eso último lo dijo con un tono como si esperase que tan pronto hubiésemos oído su apellido, nos fuésemos a levantar y a hacerle la ola o una reverencia o lo que quiera que se estile entre los vástagos de la nobleza. "Qué bien", respondió mi amigo, "yo soy Fernando y éste es Tiburcio". Su tono era inequívoco: estábamos pasando un buen rato hasta que llegaste, ¿por qué no seguimos así?
Álvaro no era un tipo sutil. Parecía pensar que media humanidad aspira a encontrarse cara a cara con un Ostiapuig de Barcelona para reverenciarlo y que su misión en la vida era colmar esa legítima aspiración. Se sentó a nuestra mesa, se pidió una cerveza Singha y se puso a contarnos cómo pensaba salvar a la humanidad desde Phuket. "Un grupo de familias bien de Barcelona hemos decidido que el mundo está muy mal y que hay que hacer algo para arreglarlo. Hemos juntado dinero y hemos formado una ONG, "Solidarios por el Desarrollo Holístico". Lo de solidarios, porque es una virtud muy importante. Sin la solidaridad seríamos como los gorilas que siempre andan dándose de hostias, ¿o eran los chimpancés? Bueno, el caso es que hay por ahí unos monos muy salvajes que andan mordiéndose unos a otros y matándose a las crías y eso ¿por qué? ¡Porque no son solidarios! Lo de desarrollo, porque es un derecho de todos los pueblos el de ser desarrollados, ¿o creéis que a la gente le gusta andar en chanclas? No, todo el mundo querría unos mocasines Lotusse. En eso consiste el desarrollo. En cuanto a lo de holístico, eso es algo que se le ocurrió a mi prima Cristina que es filóloga y conoce muchas palabras raras. ¿No me diréis que no impacta? ¿eh? ¿Cuántas ONGs conocéis que tengan un nombre tan chulo?"
- ¿Y a qué se dedica tu ONG del nombre chulo?- le preguntó Fernando.
- A redimir a las chicas de la prostitución. Nos hemos dado cuenta de que en Thailandia hay muchas chicas en la prostitución y están ahí porque nadie les ha ofrecido alternativas, cosas como el trenzado de cestos, el cultivo de jardines o la manicura, que les ayudarían a ganarse la vida de una manera más digna. He venido para abrir una casa de acogida para esas pobres chicas. Allí en un ambiente familiar y sano les impartiremos cursos para que puedan reintegrarse a la sociedad.
- ¿De verdad piensas que se van a interesar por esos cursos?- le pregunté.
- ¿Qué chica dejaría escapar la posibilidad de una vida honesta si se le ofrece?- La cuestión más bien es qué chica abandonaría un trabajo relajado con el que gana bien para ponerse trenzar cestos diez horas al día por la décima parte del dinero. Pero los redentores son impermeables a la lógica y al cinismo.
Llegó la cena que habíamos pedido y Álvaro dejó claros cuáles eran sus planes para la próxima media hora cogiendo al vuelo una de las gambas a la brasa, mientras la camarera aún estaba colocando el plato en la mesa. A cambio de la autoinvitación a cenar, se dignó interesarse por nuestras plebeyas personas.
- ¿Y vosotros a qué os dedicáis?
- Trabajo con niños que quedaron huérfanos cuando lo del tsunami- respondió Fernando, que no sé cómo se contuvo de decirle: "y ya me dedicaba a los proyectos de cooperación cuando tú andabas de botellón con otros hijos de familias de toda la vida de Barcelona".
- Yo soy pianista en un cabaret- respondí. Es mi frase habitual cuando intenta meterse en mi vida alguien a quien no le dejaría que se metiese en mi página de Facebook.
-¿De verdad? ¿Y hay putas en tu cabaret?- El chico, o era un salido o no se interesaba por otra cosa que no fuera su proyecto.
- No. Es un cabaret muy raro. No dejan que trabaje en él ninguna mujer de menos de 55. Así que no tenemos ni putas ni clientes. Tendrás que buscar en otro sitio chicas a las que enseñar a trenzar cestos.
Álvaro comía a la misma velocidad con la que bebía. La ventaja de eso es que la media hora temida de gorroneo quedó concentrada en un intenso cuarto de hora en el que consumió una Singha de las grandes, cuatro gambas, varios trozos de calamar guisado y la mitad de un pescado garoupa con cilantro.
- Bueno, me despido- anunció con un eructo.- No quiero imponeros mi presencia más de lo necesario y hacerme pesado.- Resultó entrañable su delicadeza. Lástima que se le hubiese ocurrido tenerla antes de que nos trajesen la cuenta.
En los meses siguientes fui teniendo noticias de Álvaro por medio de Fernando. Así me enteré de que abrió una casa de acogida para putas arrepentidas a dos pasos de la zona de bares gogo de Patong Beach. Empezó a retirar putas de la calle. Su modus operandi era hacerlo de noche y llevárselas de una en una y en ocasiones de dos en dos. Pronto tuvo siete putas residentes en su casa de acogida, a las que se sumaban las rotatorias. Ignoro si dedicaba mucho tiempo a enseñarles el trenzado de cestos, pero, parece por los gritos que se escuchaban desde fuera, que ellas sí que le enseñaban un montón de cosas. Fernando también me contó de la pelea que tuvo con un francés que intentaba redimir a la misma puta que Álvaro. El francés ganó a los puntos: tres en la ceja derecha. La puta la redimió Álvaro y la experiencia debió de resultar muy reconfortante porque la siguió redimiendo varias noches más. Otra historia que me contó fue la de la noche en la que le paró un policía para hacerle un control de alcoholemia. Álvaro le desafió a que no aguantaba bebiendo más que él y tanto picó al policía, que aceptó el reto. Aunque le sacaba cuatro cervezas y un güisqui de ventaja, Álvaro ganó el desafío. Regresó a casa a cuatro patas, pero regresó, mientras que el policía quedó tendido en el suelo en estado de coma etílico.
Fernando descubrió que tenía un conocido común con Álvaro y así se enteró de toda su historia. Álvaro era efectivamente un Ostiapuig de los de toda la vida. Se había pasado la adolescencia y la juventud bebiéndose todo lo que encontraba y empezando carreras universitarias de las que sólo aprobaba una o dos asignaturas y con chuleta. Cuando cumplió los veintiséis y el papel de estudiante universitario empezaba a no sentarle, se reconvirtió a hombre de negocios. Ahora, de cara a su madre viuda, su justificación para no hacer nada no era la de los estudios, sino un gran negocio que tenía entre las manos. Pero lo único que realmente tenía entre las manos era una botella de güisqui y alguna putita rusa de alto estánding. Porque Álvaro la única profesión que quería ejercer era la de rico heredero, lo que, no teniendo hermanos y visto lo chocha que estaba su madre, podía ocurrir en cualquier momento. Fue en ésas que su madre cayó en las redes de un sacerdote de los Legionarios de Cristo, que se convirtió en su director espiritual, y las expectativas de Álvaro empezaron a peligrar. La madre le amenazó con que si no cambiaba de estilo de vida y hacía algo útil, le iba a desheredar. No tuvo más que ver cómo le temblaba a su madre la boca de indignación y la sonrisita de satisfacción del cura, que estaba detrás de ella, para entender que la amenaza iba en serio. Y así fue como se le ocurrió lo de la ONG y lo de Thailandia.
- ¿Y cómo convenció a los de las demás familias bien para que contribuyeran a la ONG?
- Con tal de no tenerle cerca montando una de las suyas, le habrían dado dinero incluso si les hubiera dicho que iba a montar una casa de putas.
- Que es más o menos lo que ha hecho.
- Que no, que lo que ha montado es una casa de acogida- repuso conteniendo la risa Fernando.
- Sí, una casa de acogida de putas.
La siguiente vez que fui a Phuket, Álvaro ya no estaba allí. Fernando me contó la historia: “Le tocó la lotería. Saltó a la prensa el escándalo de las amantes y los hijos secretos del Padre Maciel y a su madre le entró tal berrinche que le tiró una ensaladera de plata a la cabeza a su director espiritual, al tiempo que le ponía de patitas en la calle y rompía el borrador de testamento en favor de los Legionarios que el otro le había traído. A las dos semanas de aquello, la madre murió de una apoplejía y dejó Álvaro como único heredero. Álvaro cerró la casa y se volvió a Barcelona.”
- ¿Y la ONG?
- Disuelta, pero al menos antes de desaparecer cumplió con uno de sus objetivos. Sirvió para que al menos una puta dejase la calle. La semana antes de irse, Álvaro se casó con una de sus pupilas y se la llevó a España.
- Eso enseñará a quienes dicen que la cooperación no sirve para nada. Pues no, a veces se consiguen cosas.