Conozco a una persona que una vez, caminando conmigo por Santiago de Compostela, se paró a compadecerse de un olivo. El árbol luchaba por crecer en el rincón que le ofrecían dos casas y la poca tierra contenida en una base hecha de cemento.─Pobrecillo. Este árbol aquí no va a poder vivir. Hay que podarle estas ramas, mira… ¿ves el color del tronco?Y yo veía que era un árbol más bien viejuno. No me decía más. No se me abría ningún tipo de comunicación con él.Hay personas así en muchos sitios. La película El olivo, habla de algunas de ellas.Entendiendo que el cultivo del olivo es no sólo subsistencia en unos cuantos lugares de Europa, sino también una tradición que se pasa de abuelos a nietos, de padres a hijos y de hermanos a hermanos, la película de Icíar Bollaín le añade el componente histórico y de trascendencia global, mundial, de concienciación ecológica.El tejido de temáticas es muy interesante. Cada una a su manera, emociona y llama tímidamente a la puerta del espectador. El olivo se sirve para ello de tres personajes principales que recorren una distancia muy larga con un sólo objetivo, basado en la mentira.Son la bondad de un joven que no conoce otra manera de demostrarle su afecto a quien ama, que siendo bueno, siendo amable y ayudando; la inocencia de otro hombre que no desconfía y accede a la aventura que se le propone por huir, de algún modo, del mundo real que lo amenaza y lo ahoga.El tercer personaje es la pasión de la protagonista, Alma. El motor de una historia que sólo tiene sentido si ella existe, porque la alimenta. Lo absurdo de los ideales de esta chica mantienen a los que vemos la película ilusionados. Su fuerza emocional y la conexión con las raíces de su familia, sostienen el argumento y consiguen que nos lo creamos.Y es que tiene que haber idealistas en el mundo y también ¿por qué no? gente que no establezca vínculos afectivos con un olivo.Siempre podrán seguir existiendo así, otros para ayudarle a comprenderlos.
El olivo. Icíar Bollaín, 2016
Bondad, inocencia y pasión
Conozco a una persona que una vez, caminando conmigo por Santiago de Compostela, se paró a compadecerse de un olivo. El árbol luchaba por crecer en el rincón que le ofrecían dos casas y la poca tierra contenida en una base hecha de cemento.─Pobrecillo. Este árbol aquí no va a poder vivir. Hay que podarle estas ramas, mira… ¿ves el color del tronco?Y yo veía que era un árbol más bien viejuno. No me decía más. No se me abría ningún tipo de comunicación con él.Hay personas así en muchos sitios. La película El olivo, habla de algunas de ellas.Entendiendo que el cultivo del olivo es no sólo subsistencia en unos cuantos lugares de Europa, sino también una tradición que se pasa de abuelos a nietos, de padres a hijos y de hermanos a hermanos, la película de Icíar Bollaín le añade el componente histórico y de trascendencia global, mundial, de concienciación ecológica.El tejido de temáticas es muy interesante. Cada una a su manera, emociona y llama tímidamente a la puerta del espectador. El olivo se sirve para ello de tres personajes principales que recorren una distancia muy larga con un sólo objetivo, basado en la mentira.Son la bondad de un joven que no conoce otra manera de demostrarle su afecto a quien ama, que siendo bueno, siendo amable y ayudando; la inocencia de otro hombre que no desconfía y accede a la aventura que se le propone por huir, de algún modo, del mundo real que lo amenaza y lo ahoga.El tercer personaje es la pasión de la protagonista, Alma. El motor de una historia que sólo tiene sentido si ella existe, porque la alimenta. Lo absurdo de los ideales de esta chica mantienen a los que vemos la película ilusionados. Su fuerza emocional y la conexión con las raíces de su familia, sostienen el argumento y consiguen que nos lo creamos.Y es que tiene que haber idealistas en el mundo y también ¿por qué no? gente que no establezca vínculos afectivos con un olivo.Siempre podrán seguir existiendo así, otros para ayudarle a comprenderlos.
Conozco a una persona que una vez, caminando conmigo por Santiago de Compostela, se paró a compadecerse de un olivo. El árbol luchaba por crecer en el rincón que le ofrecían dos casas y la poca tierra contenida en una base hecha de cemento.─Pobrecillo. Este árbol aquí no va a poder vivir. Hay que podarle estas ramas, mira… ¿ves el color del tronco?Y yo veía que era un árbol más bien viejuno. No me decía más. No se me abría ningún tipo de comunicación con él.Hay personas así en muchos sitios. La película El olivo, habla de algunas de ellas.Entendiendo que el cultivo del olivo es no sólo subsistencia en unos cuantos lugares de Europa, sino también una tradición que se pasa de abuelos a nietos, de padres a hijos y de hermanos a hermanos, la película de Icíar Bollaín le añade el componente histórico y de trascendencia global, mundial, de concienciación ecológica.El tejido de temáticas es muy interesante. Cada una a su manera, emociona y llama tímidamente a la puerta del espectador. El olivo se sirve para ello de tres personajes principales que recorren una distancia muy larga con un sólo objetivo, basado en la mentira.Son la bondad de un joven que no conoce otra manera de demostrarle su afecto a quien ama, que siendo bueno, siendo amable y ayudando; la inocencia de otro hombre que no desconfía y accede a la aventura que se le propone por huir, de algún modo, del mundo real que lo amenaza y lo ahoga.El tercer personaje es la pasión de la protagonista, Alma. El motor de una historia que sólo tiene sentido si ella existe, porque la alimenta. Lo absurdo de los ideales de esta chica mantienen a los que vemos la película ilusionados. Su fuerza emocional y la conexión con las raíces de su familia, sostienen el argumento y consiguen que nos lo creamos.Y es que tiene que haber idealistas en el mundo y también ¿por qué no? gente que no establezca vínculos afectivos con un olivo.Siempre podrán seguir existiendo así, otros para ayudarle a comprenderlos.