El olor de la hierba mojada

Publicado el 27 marzo 2014 por Benjamín Recacha García @brecacha

Monte Perdido, a finales del siglo XX.

Qué hace vibrar mi corazón
Despertarme por la mañana y tener un rato de estar conmigo misma. Cuando vuelvo a casa ver las caritas de mis niños y abrazarlos y saber cómo ha ido su día. Tener tiempo para jugar con ellos, que siempre lo esperan y no siempre puedo. Acabar el día abrazando cerquita a mi marido, hablando o no, pero compartiendo nuestra energía.”

Mi amiga Mónica ha escrito este precioso pensamiento en Facebook esta mañana, al que yo he contestado con el siguiente comentario:

“Contemplar un paisaje, rodeado de naturaleza, escuchando el canto de los pájaros, la brisa en las hojas de los árboles y las aguas saltarinas de un riachuelo de montaña. Mirar el cielo azul, con las nubes viajando y dibujando todo tipo de formas. De noche, contemplar las estrellas, en ese mismo entorno, puntos de luz incontables, y ver cómo de vez en cuando alguno cae, dejando una estela a su paso…”

Luego he pensado que el tema daba para dedicarle un artículo y, quién sabe si para acabar completando, con vuestros comentarios, una especie de manual de las cosas que nos hacen vibrar el corazón.

Además, también esta mañana he leído esta inspiradora entrada en el blog Cántaro Soul, que llevaba demasiado tiempo en silencio. De la lista que ofrece Bárbara hay unas cuantas cosas que me hacen vibrar el corazón, sentir vivo, sentir que la vida es algo que merece la pena ser disfrutado.

¿Qué me hace vibrar? Muchas cosas: quedar hechizado por el suave crepitar de las llamas que danzan en la chimenea de una casa en la montaña; sentir el golpeteo de las gotas de lluvia contra la lona de la tienda de campaña en la que duermo; admirar el majestuoso vuelo del águila; descubrir a un grupo de sarrios que han descendido desde sus inaccesibles riscos hasta donde crece la hierba más tierna; el olor de la hierba mojada; un soleado día de invierno; sentir vibrar no sólo el corazón sino el cuerpo entero al escuchar los primeros acordes de esa canción que te obliga a saltar como un loco (me pasa con unas cuantas, por ejemplo ‘Song 2’ de Blur); abrir ese libro que te tiene atrapado y que no cerrarías nunca; notar cómo las palabras brotan del bolígrafo, o del teclado, en un ciclo que se retroalimenta y que te hace creer que podrías escribir sin parar; conducir sin prisa por una carretera secundaria, al atardecer, con la ventanilla bajada… contemplar la apabullante inmensidad del Monte Perdido al completar la subida hasta el Balcón de Pineta y extasiarse desde allí con las vistas del Valle de Pineta y de buena parte de las cimas del Pirineo Aragonés.

¿Qué os hace vibrar a vosotros?