CAPÍTULO V
EL OLOR DEL BAR
Muchos son los bares y establecimientos que marcaron mi infancia y juventud en Tarifa. Tan sólo aquí una pequeña pincelada de algunos.
Aun existen personas que huelen a Morena frita o Atún en Amarillo al pasar por el callejón de la Esperanza,. Me refiero al bar de Celaje. Otro era ese bar del Solera cuyo nombre redacta a la perfección su clientela, ahí por Batalla del Salado.
El famosos bar taurino de Antonio Rodríguez, allá en la curva del Barrio fuera, que ¡vaya curva!(que oscuro e inmenso me parecía entonces); El bar Cádiz, ahí al principio de la calle de la Luz, enfrente de la pastelería la Tarifeña, bar que recuerdo yo que después su hijo Ramón puso un videoclub y más tarde un establecimiento de chuchearías.
Ya que hablamos de videoclub, uno muy famoso fue el Dakota. ¡Anda que no había cola ni ná para coger o alquilar karate Kid!
Ya bajando la famosa calle de la Luz, estaba el estupendo bar el Estrecho, el bar de “Reyes y Gonzalo”. ¡Vaya combinados, vaya sabor y olor a ensalada de Mayonesa! En frente pues, bar el Coto “due chicharrón, o esos chorizitos asaos con alcohol”.
Recuerdo especialmente el bar que quedó en mi retina, el bar de Reyes, el famoso bar “El Estrecho”. Este era capitaneado por don Ángel Reyes Gómez, mi abuelo. Nada más que había que verlo a él puesto, con su delantal blanco y con su mata de pelo plateado hacia atrás. Siempre iba hecho un pincel. Era un dandi de la época.
Por la mañana muy temprano con canasto de mimbre en el brazo recorría el mercado para comprar sus productos tarifeños y en alguna clarita entraba a algún bar, donde Reyes, muy gustosamente convidaba a todo aquel que estuviese en el establecimiento. Y decía: “¡Niño, Póngale una conviá a todos los que estemos aquí!”. Aun hay mucha gente que me recuerda esa frase en los bares.
Entre otros que le acompañaron en su singladura comercial, estaba el famoso Gonzalo, fiel escudero y gran profesional de la barra.
Allí, a este bar del Estrecho se acercaban toda la juventud tarifeña, los matrimonios y demás gente del pueblo. Era famoso por sus elaboradas tapas. Donde la reina indudablemente era la ensaladilla de Mayonesa; el hígado, los burugatos, las gambas, y un largo etc...
Aun, me recuerdan las gentes del pueblo cuando saben que soy el nieto de Reyes este típico bar y me dicen: ¡Qué ensaladillas de mayonesa, niño, qué combinados nos ponían en ese platito de aluminio que rebosaba de alimento!.
Grandes tertulias se libraban allí. Recuerdo yo ese olor a serrín. Ahora prohibido, que se utilizaba en el suelo. Recuerdo esas perfectas cañas de cerveza tiradas. Ese estrechísimo excusado. Servicio que se ubicaba en la parte izquierda del establecimiento de la calle de la Luz. Esas fotos panorámicas de Tarifa, de su Torre de la Peña y ese sabor añejo que hoy echamos de menos algunos. Toda una vida sirviendo con un gusto exquisito.
Me quede pensativo un rato .Como explicarte Isa que mi infancia estaba presente en cada rincón de este pueblo, en el aire mismo que respiraba en ese instante, tan puro y limpio como la inocencia de un niño.
Había vuelto a pasear por mi pueblo y el me había hecho el regalo mas entrañable, envuelto en un papel celofán tejido en sensaciones, me había devuelto mi infancia.