"El olvidado arte de guardar secretos" de Eva Rice. Un unicornio entre los libros ligeros.

Publicado el 08 septiembre 2014 por Paula Lucas @letrasconlasopa
El olvidado arte de mantener secretos es cursi en cuanto a su forma y delicioso en cuanto al fondo.Una historia almibarada pero en su justa medida. Nadie acabará hiperactivo y hasta las cejas de azúcar como Ross en aquel capítulo de Friends. Lo juro.
- ¿Adónde vas? - le pregunté de nuevo.(...)- Voy a Kensington. He quedado para tomar té con mi tía Clare y con Harry y, como es imposible describirte la situación con palabras, me gustaría que vinieras conmigo. Pasaremos una tarde ideal. Ah, por cierto, me llamo Charlotte. Y así pasó todo. Como en Alicia en el País de las maravillas. Por supuesto, debido a mi modo de ser, me halagó que supusiera absurdamente que, en primer lugar, iba a estar encantada de acompañarle y, en segundo lugar, que si yo iba la tarde sería ideal. 
Así da comienzo todo. Son los años 50 y estamos en la Inglaterra que todavía se está recuperando de las desgracias y calamidades de la guerra. Penélope, Pe a partir de ahora, vive con su madre y su hermano en Magna Hill, una mansión que, a pesar de haber sido espléndida una vez, ahora no es más que la sombra de su pasado por los problemas económicos que atraviesa la familia.
La vida de Pe, una adolescente normal que está loquita de atar por un cantante llamado Johnnie Ray (Pinchad, pinchad. Un macizorro, ¿eh?), en plan mantengo conversaciones imaginarias con él cuando nadie me mira y quiero desposarlo y tener sus vástagos, cambia por completo cuando conoce a Charlotte. "Un punto de exclamación", según sus propias palabras y según las de la revista Standard, "la única chica de Londres que puede llevar Dior, identificar un buen vino de Burdeos y hablar con los teddy boys". El encuentro la llevará a conocer a Harry, el primo de Charlotte, un loco del jazz y los trucos de magia, y a tía Clare, una señora ya entrada en años con unos cuantos secretos y mucha clase.
Desde ese momento Pe y Charlotte se hacen amigas inseparables, suspiran juntas por Johnnie Ray y por los americanos, para las cuales todos son fabulosos y millonarios porque tienen frigorífico, lavadora y secadora, pueden ver películas desde sus coches y beben Coca-Cola.
La historia se desarrolla con calma sobre todo durante la primera mitad del libro, luego los acontecimientos comienzan a sucederse, que tampoco a agolparse oye, que si amoríos, encuentros casuales con productores ricos americanos, encuentros no tan casuales con los ex, cenas en el Ritz o rabietas de adolescentes que quieren ser estrellas del rock como Elvis Presley.
Aquel primer fin de semana con Charlotte y Harry en Magna fue como una revelación. Sin el aplastante peso de la presencia de mamá, parecía que la casa se estuviera despertando de un largo sueño. por primera vez en mi vida, el fin de semana era sinónimo de libertad. Habíamos pasado solo tres noches en compañía de Charlotte y de Harry; pero podían haber sido treinta. Todavía nos veo a Charlotte y a mí, borrachas por el champán, bailando en el salón con restos de nieve en los pies gritando para oír nuestras voces por encima de las embriagadoras melodías de Johnnie Ray y de América. Siempre América.
Con una prosa muy años 50, es el libro perfecto para leer en una tarde de verano, tumbada al sol con el refrigerio de nuestra elección a mano. De esos que te sacan una sonrisita tonta o un suspiro de forma inesperada. De esos que no le cambiarán la vida a nadie pero que se agradece encontrarse con ellos, porque ¿sabéis lo tremendamente difícil que es encontrar un libro entretenido y que además te llene? Es. Una. Odisea. Ni que fuesen unicornios. En serio.
Los personajes resultan comedidamente excéntricos, sin resultar nunca lunáticos. Con sus pequeñas rarezas y manía, te ríes con ellos y hasta les coges cariño, y son esos pequeños detalles los que sustentan el libro y hace que te olvides de que sí, Harry podía haber estado un poco más aprovechado, la historia tiene muchos altibajos, los personajes secundarios aparecen en una o dos escenas y luego... ¡puf! se desvanecen forever, hay partes superfluas donde podría haberse metido la tijera, pero... ¿sabéis qué?

¿Y por qué? Porque me lo pasé divinamente bien con estos adolescentes que usan palabras como recórcholis o embustero, sus travesuras y su historia sobre ensoñaciones juveniles y sus dilemas sobre si prefieren casarse con una estrella del pop o un rico productor americano.
Cuando [Johnnie Ray] empezó a cantar Whiskey and gin y la ovación y los gritos llenaron mis sentidos, pensé en mi madre, destrozada, desgarrada por la guerra y la muerte de mi padre, y deseé con todo mi corazón que pudiera entender cómo nos sentíamos nosotras esa noche, lo que es sentir tener dieciocho años y que se es invencible, tener dieciocho años y estar viva.

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