La navidad ya pasó y durante semanas la televisión y la prensa escrita nos bombardearon a diario con noticias del tipo: qué luces ponerle al árbol de navidad para que no se incendie. Cuáles son los adornos de moda. El precio de árbol más pequeño o más grande. Que el Viejito Pascuero (Santa Claus) tiene mucho trabajo en este época. Qué es lo más barato para la cena. Qué hay que hacer después para bajar los kilos de más. Cuál es el mejor pan de pascua, que si les gusta con fruta o sin fruta, etc.
Los padres, por su parte, corrían desesperados de tienda en tienda buscando el regalo que sus hijos les pidieron, porque si no lo conseguían, se les podía crear un trauma psicológico a los pobres chicos.
Resumiendo, en esos días las noticias fueron: el árbol, el viejo pascuero, regalos y la comida. Nunca escuché que se tratase el verdadero motivo por el que celebramos la navidad y de quién realmente es su día o su cumpleaños y que, como cada año, queda olvidado cuando nos sumergimos en el mundo del consumismo y el querer sobresalir con mejores regalos que los de nuestros vecinos, amigos, etc. O también, cuando pretendemos suplir ciertas carencias afectivas, o de tiempo, y pensamos que regalando lo más grande y más costoso demostraremos más amor.
Sin embargo, el regalo más grande, valioso y que jamás podremos igualar, es el que nos dio nuestro Padre Celestial, enviando su hijo a este mundo para nosotros. Y a quién ni siquiera en su día recordamos para darle las gracias por todo lo que hizo y hace cada día por cada uno de nosotros; por dejarnos su ejemplo de cómo ser personas.
Él nació como un bebé, como todos nosotros. Pasó dificultades como niño, como adolescente, y como adulto, al igual que nosotros, pero nos dejó su ejemplo de humildad, amor, respeto, servicio, integración, de no discriminar, sacrificio, amistad, y lo más importante, vino a este mundo a redimirnos de la muerte física y de la muerte espiritual. Sin embargo, parece que lo olvidamos en esta fecha.
No digo que todos sean ingratos o no recuerden el verdadero sentido de la navidad, pero son muchos más los que aún no han o no quieren escuchar el mensaje que nos dejó Jesucristo.
Siempre se dice que nos gusta imitar costumbres de afuera, y yo pienso que, la imitación más válida y positiva que podríamos adquirir es la de ser como Jesús y amar y servir al prójimo, como él lo hizo, y no solo durante estas fechas, sino que durante toda nuestra vida.
Seamos ejemplo para nuestros hijos, nietos, sobrinos, etc., para que ellos puedan ir cambiando este mundo. Enseñémosle el verdadero sentido de la navidad, que quien tiene que recibir los regalos es Jesucristo.
Y ¿cuáles son esos regalos?
El ser mejores personas, solidarios, bondadosos, respetuosos, mejores padres, mejores hermanos, más agradecidos por las cosas que tenemos.
¿Será posible revertir esta situación?
Yo creo que nada es imposible y lograremos que algún día para navidad sean muchos más lo que recuerden a ese ser magnífico ser que nació y dio su vida por nosotros. Que en las noticias de la T.V y diarios se hable y se recuerde en su día al creador del mundo, al creador nuestro, al que sufrió, murió y resucitó por toda la humanidad. Nuestro salvador Jesucristo.
Por Pilo