Aprender a esperar es lo más necesario en la vida, lo más difícil.
El olvido de sí, Pablo d'Ors, p.222Escribir esta entrada me ha costado más de lo habitual porque no sé cómo encontrar las palabras adecuadas que puedan animarte a embarcarte en este libro y transmitir de forma precisa y veraz lo que he ido viviendo mientras lo leía este pasado mes de abril. En mi caso, leí El olvido de sí fiándome de la recomendación de una persona cuyo criterio valoro muchísimo, pero como parto de la idea de que mi opinión no tiene el mismo valor para ti creo que lo mejor que puedo hacer es contarte algunos momentos de la narración -hablar de todos sería imposible- en los que me sentí identificado, interpelado o incluso denunciado. Me siento ante esto como si me estuviera adentrando en un territorio inhóspito y misterioso, casi sagrado, donde el más leve movimiento o palabra fuera de lugar pudiera alterarlo todo. Después de leer esta obra creo que Charles de Foucald debió de sentirse así muchas veces, así que lo tomaré como un signo de que estoy abordando estas líneas de la forma apropiada, aunque advierto de que mencionaré algunas cosas que superficialmente no tienen nada que ver con el libro.
[A PARTIR DE AQUÍ PUEDE CONTENER SPOILERS]
En este sentido, mi sensación personal mientras lo leía también se adentraba en esta paradoja, pues había momentos de la narración en que parecía que no hablaba de mí pero al mismo tiempo lo estaba diciendo todo. Era curioso porque mi estado de ánimo durante el tiempo que he estado leyéndolo era análogo al del protagonista. Si Charles de Foucald estaba viviendo una época de libertinaje centrado en sí mismo yo llevaba varios días pasando de todo; si él empezaba a ver claros ciertos aspectos de su vida que no aceptaba, algo concreto ocurría que me hacía abrir los ojos y entender partes de mi pasado; si él vivía una profunda crisis espiritual y tras un tiempo volvía a ver a Dios, yo pasaba igualmente por un trance parecido.
Es cierto que no me sentía identificado con un hombre rico que buscaba hacerse pobre (sobre todo porque mi naturaleza se inclina a todo lo contrario), pero el hecho de adentrarme en su vida y en sus pensamientos descubría aspectos de mí mismo que nunca había considerado de esa forma o había sabido expresar con palabras. Todo se ve mejor con un ejemplo:
En nuestra sociedad actual hemos llegado a un nivel de confusión tal que identificamos al fanatismo con una apuesta decidida por una determinada verdad. Sólo cuando impide amar a los demás, una verdad o una moral deberían ser tachadas de fanáticas. Porque la verdad, sin amor, no es más que un ídolo. Y porque por exigentes que mi oración y ayuno hayan podido llegar a ser, jamás me han impedido comprender y amar a mis semejantes.El olvido de sí, Pablo d'Ors, p.22-23
Esta es la serie de cosas que hacen de este libro un descubrimiento continuo. Fragmentos como este aparecen de repente y se te quedan en la mente y en el corazón durante todo el día, mostrándote facetas de la realidad que no habías considerado de esa manera. Por si este ejemplo no fuera suficiente pongo uno más y termino:
Es frecuente que los jóvenes, precisamente por jóvenes, se comporten con total imprudencia: que lean lo que cae en sus manos sin antes haber discernido si es bueno o no; que viajen sin preguntarse si ese viaje les construirá o destruirá; que conversen con desconocidos en la ingenua creencia de que de todos puede aprenderse. ¿Qué nombre puede atribuirse a quien no ha ejercitado el pensamiento y se ha lanzado a tomarlo todo con irreflexiva avidez?
En mis frecuentes exámenes de conciencia, la avidez se me presentó desde el principio como el primero de los males que debía erradicar. Porque yo había vivido ávido de libros y mujeres, de fiestas y relaciones, de sensaciones chispeantes y de una vida que tanto más se me escapaba cuanto más alocada era mi voracidad. Porque ¿cuántos viajes pensaba realizar?, me pregunto hoy. ¿O es que creía que llegaría a conocer todo el planeta? ¿Y cuántas mujeres pretendía poseer? ¿O es que pensaba que las seduciría a todas? ¿Y cuántos libros estaba dispuesto a leer? ¿Pensaba realmente que alguno me daría la sabiduría que buscaba?El olvido de sí, Pablo d'Ors, p.48-49
No quiero enrollarme mucho más, pero este párrafo da en la diana porque de nuevo me veo reflejado en esa avidez de cosas que al final sólo producen insatisfacción: viajes, chicas, libros, fútbol, podrían añadirse mil más. Durante mucho tiempo he vivido así sin darme cuenta, en esa búsqueda irreflexiva de mí mismo, y todavía hoy, aun sabiéndolo, me cuesta dejar de enfocar las cosas de esa manera. Pero lo interesante aquí es que en un par de párrafos el autor define esta forma de vivir que a mí tanto me cuesta expresar con palabras, demostrando una vez más la clase de enseñanzas que pueden sacarse de la vida de Charles de Foucald.
Y ya termino, espero que con lo que te he contado ya, querido lector, te haya entrado el gusanillo por este libro. Para mí ha sido todo un descubrimiento, tanto el autor como el protagonista, y espero leer más de ambos y contártelo en un futuro. Ojalá seamos capaces algún día de vivir en ese olvido de sí que Charles de Foucald llevó hasta sus últimas consecuencias.