Es un libro para sufrir, en ocasiones te arrastra hasta las lágrimas; sin embrago el drama se ofrece en pequeñas dosis, las justas, que te impide desengancharte. Una anécdota tras otra y el hilo del relato te lleva hasta el final: A la tragedia.
Se lee y se vive de un tirón. Sin tregua, sin pausa.
El autor nos abre su alma y nosotros miramos hacia ese abismo para encontrar un amor profundo e incondicional: el que une a un padre y a un hijo. Todos sabemos de que se trata, o deberíamos saberlo: un amor que es un verdadero tesoro que te acompañará a lo largo de toda la vida. La humildad de los sentimientos sinceros desprovistos de todo adorno. Sin artificio. Así nos los presenta Faciolince.
Su madre y sus hermanas, son los otros pilares de la narración. En ocasiones,su contrapunto.
Hector salva a su padre del olvido cruel y lo rescata para nosotros, pero también para él.
Soneto atribuido a Borges. “Ya somos el olvido que seremos. / El polvo elemental que nos ignora / y que fue el rojo Adán y que es ahora / todos los hombres y que no veremos. / Ya somos en la tumba las dos fechas/ del principio y del término, la caja, / la obscena corrupción y la mortaja, / los ritos de la muerte y las endechas. / No soy el insensato que se aferra/ al mágico sonido de su nombre; / pienso con esperanza en aquel hombre / que no sabrá que fui sobre la tierra. / Bajo el indiferente azul del cielo / esta meditación es un consuelo”.