Con la crisis económica se han oscurecido muchos de los temas que antaño parecían importar, como la lucha contra la pobreza, el eterno proceso de paz en Oriente Medio o el cambio climático. Lo mismo sucedió cuando pasó la efervescencia electoral en el Reino Unido. Todas las miradas de todos los diarios se centraron en los grandísimos ajustes económicos que debía realizar el país más endeudado del continente -los mayores desde la II Guerra Mundial- pasando desapercibido, salvo por los pactos pos electorales- la reforma del sistema político que ansía el partido Lib-dem y su líder.La reforma del sistema electoral británico es una de las metas de la prensa progresista en el Reino Unido y suele ser una demanda recurrente en las páginas de The Guardian y The Independent, pero hay voces de articulistas que se levantan en contra de la reforma que quiere llevar a cabo el candidato por el que ambos diarios han pedido el voto: Nick Clegg.La verdad es que parece el cuento de nunca acabar. La elaboración y/o reforma de una ley electoral se antoja complicada porque toca la médula del sistema democrático, es decir, cómo se reparte el sufragio que da lugar a la sacro santa Soberanía Nacional. El legislador puede dar prioridad a la estabilidad a través de sistemas mayoritarios que faciliten la formación de gobiernos; o bien puede dar prioridad a la representatividad, elaborando una ley de reparto proporcional de los escaños. Y quien tiene un sistema quiere el otro, viendo solo las excelencias del que desean y solo los defectos del que poseen. A nadie se le escapa que hay amplios sectores que cacarean que es injusto e infame que la formación del gobierno de la Nación esté en manos de partidos nacionalistas que con un puñado de votos se ven sobrerepresentados. Y qué decir del caos italiano, que en cuarenta años ha tenido cincuenta gobiernos y los más estables han sido los de Berlusconi, solo vemos las desdichas del sistema proporcional. Y esto no solo pasa en los países del área mediterránea, donde parece que España ha llegado a un punto medio aceptable entre la formación de mayorías parlamentarias y la representación de las realidades regionales. Sucede en Bélgica y Holanda donde formar gobierno se antoja más complicado que ganar las elecciones y ahora ésta, que era una enfermedad continental, ha contagiado al Reino Unido que busca un nuevo sistema electoral. Pero no todo el Reino Unido busca ese cambio, de hecho solo los lib-dem lo quiere, por lo que sería beneficioso saber si se trata de un debate real en el seno de la sociedad británica o solo del interés partidista de los lib-dem, se verá.Aunque la búsqueda de un sistema más representativo ha sido el caballo de batalla de diarios de centro-izquierda como The Guardian o The Independent, éste último siempre ha sido el tradicional apoyo de los lib-dem, hay articulistas y columnistas destacados que se oponen a la reforma que Mr. Clegg propone ya que puede suponer un deterioro de la democracia en favor de la capacidad de los partidos políticos. Es el caso de Simon Jenkins quien, desde The Guardian, ha llamado la atención sobre lo falaz de la propuesta de Clegg de cambio del sistema electoral. Clegg demanda que en democracia cada voto valga lo mismo con independencia de la ciudad o pueblo en el que vivas, pero curiosamente no propone una única circunscripción nacional. Jenkins advierte que el actual sistema es quien ha llevado a Clegg a Downing Street, defiende en su artículo que el sistema ha dado precisamente lo que el pueblo británico necesitaba: un gobierno de coalición que hoy en día sigue con unos niveles de popularidad muy altos. Los liberal demócratas se quejan de ser los primeros perdedores al ser, en muchas circunscripciones, los que ocupan el segundo puesto, algo que en el sistema first-past-the-post te deja sin escaño, por eso desean un poco de proporcionalidad en el sistema, complicando la formación de mayorías claras en el parlamento y haciendo que partidos menos votados se vean sobrerepresentados. La ventaja del sistema first-past-the-post es que el dueño del escaño ha de cuidar su circunscripción, que se la debe más a sus electores que a su partido. Así pues, la introducción de un sistema proporcional como desea Clegg quitaría el poder a los electores para dárselos a los partidos políticos. La acción de gobierno estaría apoyada en el parlamento basándose en criterios de partido y no en lo que desea el electorado de su escaño, puesto que el diputado estará más preocupado en continuar en las listas que en cuidar de su circunscripción. Jenkins defiende que la labor principal de un sistema electoral es proporcionar un ejecutivo estable basándose en la mayor cuota de representatividad posible y que el sistema first-past-the-post ha dado unos muy buenos resultados al haber garantizado la gobernabilidad del Reino Unido en más de medio siglo. Sea como fuere, los tories solo han prometido a los lib-dem la convocatioria de un referendum, para lo cual necesitan mayoría en el parlamento. Cosa difícil de conseguir si se oponen los laboristas y si, como ha anunciado Cameron, los tories tienen libertad de voto. Si ésto ocurre es muy difícil que la coalición con-lib siga adelante y puede que en un par de años los británicos sean llamados a las urnas de nuevo, como ocurrió tras el segundo gobierno de Harold Wilson que dio paso al gabinete Callaghan.