Obtuvo una acalorada acogida en el Festival de Cannes donde, se cuenta, fue aplaudida durante varios minutos y, más cerca, en el Festival de Sitges se repitió el resultado. El público en general respondió estupendamente y El orfanato se convirtió en uno de los títulos más taquilleros de la historia del cine español, algo que el propio J. A. Bayona se ha encargado de superar con la notable Lo imposible. ¿Qué hizo para su primera película? Demostrar su gran talento como narrador con el lenguaje del gran cine comercial (digno heredero de Spielberg y sucesores) y dar canta de presentación a una generación de grandes artistas del mundo del cine: Sergio G. Sánchez (guión), Fernando Velázquez (música), Óscar Faura (fotografía) o Elena Ruiz (montaje).
La película, producida por Guillermo del Toro, casa a la perfección con el universo del director de El laberinto del fauno. No es una película de terror simplemente. De hecho, me gusta más mirarla como una historia de fantasía sobre una madre y un hijo perseguidos por el pasado, con reminiscencias peterpanescas y como obsesión por el amor materno-filial. Este punto central del film es el que permite construir ese final tan emotivo, cargado de buenas intenciones -exceptuando, insisto, los últimos quince segundos- y con el que es imposible no dejarse llevar. Varias de la situaciones están apoyadas sobre la excelente música de Fernando Velázquez, una partitura dotada de varios temas propios del terror y otros del drama. Trabajo redondo.
El orfanato es cine necesario. Calidad y fijando al público. No debe ser el único español existente, pero sí tiene el nivel al que la mayoría de filmes deberían aspirar. Hay mucho talento en ello y se nota. También mucha cinefilia al género de terror. Uno de los relatos más aterradores de los últimos treinta años apoyado en una Belén Rueda pletórica y una puesta en escena excelente.