La quinta temporada de Longmire puede considerarse de transición hacia lo que espero sea una apoteósica y épica sexta temporada. Mientras profundizaban en los vínculos que unen (o separan) a los personajes, los diez episodios de esta entrega han plantado las semillas de tramas que acabarán de madurar el próximo año. Walt, cegado por el orgullo y por un mal entendido concepto del honor, se ha quedado sólo. Su obsesión con Nighthorse, su impulsividad, su manera de hacer y ver las cosas, le han pasado factura: Cady ya no confía en él, se ha peleado con Henry, está a punto de perder su empleo y nadie en el ayuntamiento le apoya. Es su momento más bajo y, para colmo, puede perder algo más que su trabajo, puede perder esa cabaña en medio de la inmensidad de Wyoming que simboliza su libertad e individualidad.
La única pega que le pongo a la temporada es la duración de los episodios. Netflix suelta alegremente capítulos que oscilan entre los 50 o los 70 minutos sin orden ni concierto, algunos capítulos hubiesen mejorado con algo menos de metraje.
El carácter de Absaroka
Todos los personajes han tenido arcos deslumbrantes y complejos, arcos que les han llevado a crecer en solitario ante el espectador atento. Cady se ha independizado, ha sufrido y se ha sacrificado por un trabajo que cree importante ganándose, con ello, la aceptación de la gente de la reserva. Henry ha intentado hacer lo correcto en todo momento pero su relación con Walt se ha resentido. Vic se ha enfrentado a su particular demonio y puesto algo de orden en su vida.
Cady, por fin, ha tenido un arco interesante, a la altura de su importancia dentro de la serie. Ya era hora de que el personaje pudiese demostrar su valía; su trabajo en la reserva, el tiroteo en su casa y su relación con Nighthorse nos han mostrado la versatilidad de Cassidy Freeman como actriz y todo el potencial de un personaje que, hasta el momento, siempre había estado al servicio de la historia de Walt. Que conste que yo sigo emperrada en emparejar a Cady con Henry pero los guionistas no me hacen caso.
Una de las mayores virtudes de esta temporada ha sido constatar que tanto Nighthorse como Mathias no son personajes planos ni villanos de cartón piedra sino que son seres complejos, con motivaciones mucho más sugestivas de lo que parecían en un principio. Personajes que se mueven en un mundo de grises que abre y explora propuestas narrativas y evolutivas de gran calado.