En diciembre de 1990, el entonces presidente argentino, Carlos Menem, realizó un nuevo indulto a militares -el primero, bastante masivo, lo había realizado el año anterior-, entre los que incluyó a integrantes de las tres primeras juntas y a otros militares que en 1985 habían sido encontrados culpables de graves y masivas violaciones de derechos humanos.
Fue ante esto que H.I.J.O.S. comenzó en 1995 una campaña de escraches: a las puertas del domicilio del indultado, realizaron manifestaciones y distintos actos, desde sentadas y cánticos a pintadas en las fachadas y acciones teatrales. De este modo, por ejemplo, no pocos fueron los que descubrieron que aquel amable vecino, tan gentil y educado, al que todos los días saludaban en el ascensor del edificio, había sido un experto y temible torturador durante los “años de plomo”.
Más de una cincuentena de escraches fueron así realizados, en una suerte de “puesta en evidencia pública” de aquellos que lograron eludir la acción de la Justicia. Vale aclarar que durante el gobierno de Néstor Kirchner, ya en 2007, la Corte Suprema de Justicia declaró la inconstitucionalidad de los indultos por considerar que los delitos de lesa humanidad no prescriben.
¿Por qué se llama escrache?
Aunque no hay coincidencia con su origen, sí existe consenso en que el término proviene del lunfardo, la jerga originada y desarrollada en Buenos Aires, y que la poética del tango ayudó a popularizar. De sentido polisémico, deriva de la palabra escracho, que puede significar tanto rostro, generalmente de apariencia no agradable, como el acto de retratar a alguien, por ejemplo, al tomarle una foto o al describirlo con precisión. De esta última acepción es que parece proceder el actual uso.
Se trata por lo tanto de un método de protesta basado en la acción directa. Tiene como fin que los reclamos se hagan conocidos a la opinión pública. En Chile estas acciones son conocidas como funa. La versión peruana, con una connotación más simbólica, se llamó roche y sus activistas firmaban como "El roche".