El origen de nuestras ideas sobre Dios

Publicado el 24 diciembre 2010 por Hugo
Si los hombres tuvieran el valor de remontarse hasta la fuente de las opiniones grabadas más profundamente en su cerebro, si se dieran cuenta con exactitud de las razones que les hacen respetarlas como sagradas, si examinaran con sangre fría los motivos de sus esperanzas y temores, encontrarían que los objetos o las ideas capaces de afectarlos con más fuerza no tienen a menudo ninguna realidad y no son más que palabras vacías de sentido, fantasmas creados por la ignorancia y modificados por una imaginación enferma.
... Si queremos dar cuenta de nuestras ideas sobre la divinidad estaremos obligados a convenir que por la palabra Dios los hombres jamás han podido designar sino la causa más oculta, lejana y desconocida de los efectos que veían: sólo emplean esta palabra cuando el juego de las causas naturales y conocidas deja de ser visible para ellos. En cuanto pierden el hilo de estas causas, o en cuanto su espíritu no puede seguir más su encadenamiento, zanjan la dificultad y terminan sus investigaciones llamando Dios a la última de las causas que conocen. Así no se hace sino asignar una denominación vaga a una causa ignorada ante la cual su pereza o las fronteras de sus conocimientos les obligan a detenerse. Siempre que se nos dice que Dios es el autor de algún fenómeno, significa que se ignora cómo ha podido tener lugar ese fenómeno con ayuda de las fuerzas o las causas que conocemos en la naturaleza.
... Si somos sinceros con nosotros mismos, nos veremos obligados a convenir que la ignorancia en que nos hallamos respecto a las causas naturales y las fuerzas de la naturaleza fue lo único que dio nacimiento a los dioses.
Holbach, Sistema de la naturaleza, Laetoli, Pamplona, 2008 (1777), pp. 265, 274 y 275.
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