"El oro perdido de los Arienim"
Esta semana ha estado en España el gran teólogo, político, ensayista y creador Carlos Alberto Cristo más conocido como Frei Betto. Concretamente en Asturias y en Madrid donde ha presentado su última novela “El oro perdido de los Arienim”. Dado que he tenido el enorme placer de escucharlo y acompañarlo en amena charla con vino tinto, no puedo por menos que compartir -a modo de recensión- esta joya de historia y fantasía que nos adentra en la historia milenaria del Brasil a través de sus extraordinarias minas de oro.
Podría pasar desapercibida en nuestro país pese a estar escrita por el conocido dominico, político, periodista, escritor y asesor de movimientos sociales -Frei Betto (Belo Horizonte 1944), quien gracias a la apuesta de una pequeña editorial asturiana como es Hoja de Lata, y a la brillante y entregada traducción de Irene Aragón, nos ofrece en castellano este impresionante testimonio.
• AQUÍ puedes leer presentación de Leonardo Padura,
que le define como un heterodoxo
que cree en el dogma
pero que no es nada dogmático, y
• AQUÍ puedes disfrutar de un aperitivo con éste primer capítulo que empieza con éstos tres párrafos (SIC):
De lo alto de naves y carabelas bajó la iberada lusitana sustentada en la arrogancia. Traían el arcabuz en una mano y la Biblia en la otra. A los indígenas los tenían por desculturados, desprovistos de luces y letras, más próximos de la bestia que del hombre. Les faltó discernimiento a los desembarcados. Lo que la mente no ve, no lo perciben los ojos. Si hubieran sido menos obtusos, se habrían percatado: el pueblerío selvático transpiraba tanta cultura como los súbditos manuelinos del otro lado del océano. Solo que diferente, ni peor ni mejor: otras lenguas, otros usos, otras maneras. Saber desescrito en los libros, pero grabado en el alarido de los macacos, en la corriente de los ríos, en las palmas de los cocoteros, en el sutil desplazamiento de las hormigas presagiando inundaciones, en los rituales cuyas hogueras respondían crepitantes a las señales de la luna llena.
El tesoro de Fulgencio Arienim —herencia y quimera de familia— se insinuaba en una frase incompleta, grabada en el documento que le había entregado, en los muelles de Salvador de Bahía, un oficial inglés apuñalado por Raimunda Abunda, puta afamada porsu prominente trasero. Se enfadaba esta cuando blancuchos extranjeros se reían de ella en lenguas enrevesadas. Fue lo que la llevó a hundir la hoja fría en el corazón del susodicho. Tal destreza en el manejo de arma blanca ya había mandado a otros a criar malvas. Si su objetivo era un hombre blanco, apuntaba al corazón, blando como mantequilla. Porque el negro traía el corazón empedrado de tanto odio acumulado, debido a la servidumbre; así que con ellos prefería la yugular, a la manera en que se decapita una gallina para servirla en pepitoria. Al mulato, le hundía la hoja en el ombligo, de modo que se derramasen las vísceras.
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