Las certezas son parciales, las verdades no. Unas dependen de los sentidos, y por tanto son incompletas y falibles, mientras que las otras sólo a la razón se someten y exigen total asentimiento de nuestro juicio. Por otro lado, no hay verdades absolutas, pues todas -salvo la verdad de verdades, que el positivismo niega- remiten a verdades nuevas.
Llamo certezas a las verdades empíricas, fundadas en la inducción y en el ajustarse del orden de los fenómenos a un orden ideal de lo que consideramos ser el caso. Este ajuste nunca es apodíctico, por lo que sólo persuade en términos psicológicos. Las proposiciones con las que se ejemplifica la "verdad parcial" o aproximativa son, en realidad, muestras de certezas parciales.
Reconozco que hay certezas tan seguras que nadie tiene derecho a dudar de ellas sin exponerse a ser objeto de mofa. Así, no se vacila en afirmar la realidad que percibimos existe, que los cuerpos se mueven, etc. Ahora bien, los datos inmediatos de los sentidos no permiten elaborar con ellos tesis complicadas, sino que dan a la razón el punto de partida de su andadura y los límites por los que ha de transcurrir.
La diferencia esencial entre las verdades de hecho y las de razón es que aquéllas consisten en una adaequatio entre el discurso y el estado de cosas, por lo que son descriptivas, y éstas en la mutua armonía y la subordinación a principios o axiomas, siendo por tanto prescriptivas. Son por su misma definición tan distintas que resulta poco filosófico pretender encerrarlas en una misma palabra sin adjetivar, "verdad", fingiendo entre ellas una inhallable sinonimia. De ahí que yo hable de certezas físicas para unas, donde admito grados, y de certezas metafísicas (esto es, demostrativas) o verdades para las otras, donde no los admito.
Desde Kant y la solemne estupidez de los juicios sintéticos a priori el positivismo ha estado dando palos de ciego en este importante asunto. No hay síntesis que valga entre lo completamente disímil. Perezca el mundo y la verdad no cesará; prescíndase de toda razón y el mundo continuará ante nuestros ojos. Las proposiciones racionales sobre el mundo no se siguen ni de sí mismas ni de su objeto: La proposición apuntará a la conexión de sus términos, al tiempo que el objeto remitirá a una causa anterior a él. Su unión circunstancial en lo real inteligible es una cuestión de apariencia y probabilidad. Pronunciarse sobre lo real en sí es metafísica.