Año de publicación : mayo de 1975
Presente edición : Editorial Sudamericana, tercera edición, junio de 1975
Leer la presente obra del maestro García Márquez es experimentar un complejo ejercicio que difícilmente encontraremos como lectores en cualquier otra obra de cualquier otro autor, ya que nos la presenta a manera de un enorme monólogo donde los puntos son tan escasos, teniendo las comas un papel muy importante en esta singular estructura, estilo que imprime mucho vértigo al acontecer de los hechos, teniendo puntos muy altos y haciendo gala de un fino humor cuando desarrolla algún proceder absurdo por parte del dictador, aunque generalmente los procederes de los dictadores –y de los prospectos de dictadores- en la vida real son todavía más absurdos que en cualquier ficción, aquí encontraremos desde el encarcelamiento de una persona quien el dictador conoce pero no recuerda de dónde, así que, aturdido por esa imprevista fragilidad de su memoria lo manda detener hasta que el recuerdo regrese a él, cosa que no sucederá en décadas, o el burdo sistema de sorteo de loterías utilizando niños que previamente fueron instruidos para coger las bolillas más frías y así timar al país entero, pero para esconder el fraude decide mantener rehenes a los niños utilizados en cada sorteo hasta no tener más lugar donde albergar tantos niños, destinándoles un terrible final, pero esta mezcla de comedia con tragedia que rinden grandes trechos hace que haya también momentos algo más parcos en el transcurso de la trama, momentos menos grandiosos que no eclipsan el todo en esta obra vanguardista para su época, tal vez también para la nuestra, eso sí, esta lectura es como una montaña rusa, por muchos momentos es muy rápida pero también en otros se hace muy largo y hasta parece inacabable puesto que no hay cortes en los diálogos ni cuando cambia de narrador, son renglones enteros que abarcan todas las hojas completas, así que hay que tenerle algo de paciencia, hubo veces que llegué a perder el hilo de esta enredada madeja teniendo que regresar una página para saber en qué momento cambió el narrador pues Gabo alterna diferentes ópticas de sus personajes sin cambiar de conversa, y cuando menos lo percibo ya estoy en el parecer de algún subalterno del dictador, quienes lo obedecen sin chistar, hasta cuando éste pregunta la hora le responden: las que usted ordene mi General; o de su amante y luego esposa Leticia Nazareno, quien con sus artes no sólo lo conquistará sino que pasará primero a sesgar las decisiones del dictador para luego prácticamente ser ella quien mande a través del marido, lo que le agenciará muchos enemigos y un trágico final; o el parecer de la sacrosanta madre del patriarca, Bendición Alvarado, a quien parece estar unido con un lazo más fuerte que el cordón umbilical, incluso canonizándola tras su muerte, para alegría de los fieles devotos con que la ahora santa ya contaba; como en la vida real toda dictadura por más absurda que sea tiene sus seguidores, y no son pocos. Una persona que llegó al poder por esas vicisitudes de la vida, quien se esmera en suplantar a Dios y la mayor parte del tiempo se la cree, lo disfruta, hasta encontrar en Patricio Aragonés, su doble, la soberbia sinceridad que lo despierta del marasmo y poder percibir que los que están a su alrededor lo sobrellevan, y que en realidad está totalmente solo.
El problema de no empezar cronológicamente con la obra de un autor es que con esta manera de escribir la sorpresa no llega a ser tan grande pues ya había encontrado este estilo en el relato “El último viaje del buque fantasma” del libro “La triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada” relato que también está estructurado a manera de un gran monólogo, hilado finamente con comas, pero claro, aquel es un relato y ésta una novela de 271 páginas.
Ante tantos nuevos autores y obras de diversa índole en los estantes de las librerías siempre es gratificante encontrarse con un libro –y en una edición antigua en muy buen estado- tan ambicioso como éste, con todo el genio de este colombiano universal. Sólo faltó que en una capilla chiquitica llegue al encuentro del patriarca un pajarito revoloteando y aleteando chuchuchuu…, chuchuchuu…, chuchuchuu…, y trine, parándose en una viga de madera, y que el patriarca le responda también con un silbido, y tras un cruce de penetrantes miradas alce vuelo, para que luego el dictador interprete esos trinos como un designio, como una bendición; ahí sí, éste libro, además de maravilloso, sería profético.