En Argentina, De Zurda se emite a las 22.30 por la Televisión Pública (Canal 7).
Algunos espectadores -incluso una porción de aquellos mortales que se declaran indiferentes al frenesí futbolero- disfrutamos de las primeras dos entregas de la cobertura del Mundial 2014 que Víctor Hugo Morales y Diego Maradona conducen desde el IBC de Río de Janeiro para el canal de noticias Telesur. De zurda se llama el programa diario que empezó antenoche con mucha emoción, algo de nerviosismo y con un discurso atípico, ubicado en las antípodas de la neutralidad política que se arrogan las grandes cadenas especialistas en eventos deportivos como ESPN y TyC Sports.
Aunque de alcance regional (llega a Venezuela, Colombia, Cuba, Bolivia, Uruguay, Argentina), el programa adquiere un significado especial en nuestro país, donde una mitad de la población admira/ama a Maradona y a Morales, y la otra los desprecia/odia con igual intensidad. Esta división tajante es un botón de muestra de la escisión nacional que se habría producido en el siglo XIX cuando el enfrentamiento entre unitarios y federales, y que se habría convertido en fenómeno irreparable tras la irrupción del peronismo más de cien años después.
A 28 años de aquel “barrilete cósmico” que remontaron juntos en el Mundial de México, Diego y Víctor Hugo siguen revelándose como dos figuras únicas. Para sus fans, porque -además de talentosos en lo suyo- son dignos, lúcidos, comprometidos, frontales. Para sus detractores, porque son ídolos con pies de barro, traidores a sueldo, resentidos ensañados con quienes los rescataron de un origen miserable (al primero, de Villa Fiorito; al segundo, de Cardona).
Los ahora conductores de De zurda evitan el tuteo cuando dialogan ante cámara. Primera gran diferencia con la mayoría de las transmisiones deportivas cuyos presentadores/relatores erradicaron el uso del “usted”, salvo cuando parodian viejas prácticas o cuando simulan corrección mientras discuten con algún interlocutor.
Irreductible a una expresión de formalismo impostado, la recuperación del trato respetuoso -y sin embargo nunca distante- constituye una clara señal de ruptura con una manera canchera y en general chabacana de abordar el fútbol. Parafraseando el conocido refrán, cortesía y osadía van de la mano en la propuesta de Telesur.
La osadía consiste en invitar a distinguir las aristas antropológica, social, cultural, comercial, política del deporte. Inspirada en aquellos Estados latinoamericanos que hoy se permiten cuestionar, desmentir, descartar verdades machacadas durante años (décadas, centurias), De zurda transgrede las reglas de las corporaciones mediáticas y presenta al fútbol como un fenómeno mucho más rico que un mero entretenimiento distractivo y muy redituable, un opio para los pueblos (con perdón de los seguidores puristas de Karl Marx).
En De Zurda, los conductores se tratan de ‘usted’.
Aunque a veces se equivoca de cámara cuando le habla directamente a la audiencia, Maradona vuelve a hacer gala de su gran intuición con el formato -en especial con el timing- televisivos. Los diálogos con Víctor Hugo y con los invitados (ayer fue el turno del ex jugador búlgaro Hristo Stoitchkov) cautivan aún al público lego en la materia.
La mayoría de los argentinos no estamos acostumbrados a programas de TV sobre fútbol, donde los conductores le rinden homenaje a Fidel Castro (y de paso le toman un poco el pelo a la CNN), celebran el sueño de la “Patria grande”, reivindican la trayectoria de las selecciones de los países chicos, denuncian los des/manejos de la FIFA en general y de Joseph Blatter en particular, acusan a la dirigencia de grandes equipos (por ejemplo, el Barcelona) de explotar hasta inutilizar a sus jugadores. Algunos compatriotas encontrarán en el cambio editorial que De zurda operó en nuestra pantalla chica un nuevo motivo para despreciar/odiar a Diego y Víctor Hugo. Por ese mismo motivo, otros sentimos que los admiramos/queremos todavía más.